Ceuta, la ciudad que representa el pulso de España en África, vive una grave crisis migratoria continua. A pesar de su estratégica importancia y su leal contribución al país, nuestra ciudad está siendo cruelmente abandonada por un Gobierno central que, lejos de enfrentar los problemas que nos afectan, ha optado por mirar hacia otro lado, ignorando las urgentes necesidades de nuestra gente y dejando que la situación se deteriore hasta límites insostenibles.
El desafío de la inmigración, un fenómeno que afecta a toda Europa, se ha convertido en una pesadilla cotidiana para los ceutíes. Con solo 18,5 kilómetros cuadrados de extensión, Ceuta, frontera sur de Europa, se ve asfixiada por un número desbordante de menores no acompañados que llegan a nuestras costas. Estos menores, que deberían ser objeto de una atención prioritaria y solidaria por parte del Estado, acaban siendo víctimas del caos y la falta de previsión de un Gobierno que, a pesar de sus compromisos, ha demostrado ser incapaz de ofrecer soluciones efectivas.
El dato es escalofriante: actualmente, Ceuta acoge a 401 menores, lo que supone una sobreocupación del 360%. Esto significa que nuestra pequeña ciudad está absorbiendo una carga social desmesurada, mientras que el resto del país permanece ajeno a esta realidad. Ceuta acoge a cinco menores por cada 1.000 habitantes, una cifra que contrasta brutalmente con la media nacional de 0,001. Y mientras tanto, ¿qué hace Sánchez? Poco o nada. La aprobación en julio de un plan para trasladar a 87 menores a otras comunidades autónomas es un gesto simbólico, insuficiente y sin ejecutar. Es un parche en una herida que sigue abierta y que sangra más cada día.
Un aumento del 173%
Pero el problema no se limita solo a los menores. Este año, 1.605 migrantes han llegado a la costa ceutí, un aumento del 173,4% respecto al año pasado. La situación es crítica, y nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad están completamente desbordados. No pueden hacer frente a un flujo migratorio que supera con creces los recursos disponibles. Sin embargo, el Gobierno, que debería ser el primero en responder y en proteger a nuestros ciudadanos, continúa sumido en la pasividad. Las promesas se suceden, pero las acciones brillan por su ausencia, gesto característico del PSOE.
Las mafias que trafican con personas actúan con total impunidad, cobrando precios desorbitados y exponiendo a los migrantes a peligros mortales. Decenas de personas, incluidos menores, han perdido la vida ahogándose en nuestras costas, mientras que sus familias en Marruecos claman desesperadamente por respuestas. Y en medio de esta tragedia humana, quien hoy reside en Moncloa no ha mostrado ninguna voluntad real de abordar el problema en su raíz. La cooperación con Marruecos, imprescindible para frenar este flujo incontrolado, sigue siendo insuficiente, y las negociaciones parecen estar estancadas en una burocracia que se traduce en más muertes y sufrimiento.
Migajas para problemas estructurales
El colmo de la dejadez es que, a pesar de esta crisis humanitaria, la financiación destinada a Ceuta sigue siendo insuficiente. Los 4,5 millones de euros asignados, más los 763.000 euros del Plan de Respuesta 2024, son migajas que no resuelven los problemas estructurales de nuestra ciudad. Ceuta no puede seguir soportando sola esta carga. Necesitamos un apoyo real, urgente y efectivo del Gobierno central.
Es imperativo subrayar que Ceuta no es un problema para el resto de España. Somos una ciudad solidaria, con una historia de acogida y convivencia que debería ser un orgullo para toda España. Sin embargo, esta solidaridad no puede ser unilateral. Es el Gobierno central el que está fallando a Ceuta, el que nos está abandonando a nuestra suerte y el que debe ser señalado como responsable de este caos.
La inacción del Gobierno es inaceptable. Ceuta no puede seguir siendo ignorada ni tratada como un apéndice incómodo de España. Somos parte integral de este país, y es hora de que el Ejecutivo cumpla con su obligación de protegernos y apoyarnos. La inmigración es un desafío complejo, sí, pero la pasividad y la falta de respuesta no son opciones. Ceuta está en la encrucijada, y el Gobierno debe asumir su responsabilidad antes de que sea demasiado tarde. No podemos permitir que esta crisis siga creciendo mientras el Ejecutivo permanece inmóvil. El momento de actuar es ahora, y Ceuta no aceptará menos que eso.