Catarroja, ciudad sin ley: los efectos de la DANA en una comunidad desbordada

La catástrofe valenciana dejó a muchas de sus localidades incomunicadas, propiciando la criminalidad y la propagación del pánico

Voluntarios trabajan en las labores de limpieza en la localidad valenciana de Alfafar, este sábado. EFE/ Kai Försterling

Desde la noche de martes 29 de octubre en que la DANA arrasó Catarroja, nada ha vuelto a ser igual. Los vecinos, quienes solían convivir en un tranquilo rincón de la Comunidad Valenciana, observan ahora el escenario desconcertante que dejó tras de sí la tormenta. Casas anegadas, calles bloqueadas, miradas vacías. Los catarrojines narran cómo el agua y la destrucción de la tormenta “trajeron consigo un silencio desesperante”. En Catarroja, el 30 de octubre no hubo respuestas ni indicaciones, tan solo rumores y ecos de desesperación. “El primer día no había información, estábamos completamente aislados e incomunicados. Las alertas no paraban de sonar y había una sensación de pánico constante”, cuenta una joven de las afueras de Catarroja que prefiere mantener su nombre en el anonimato.

La catarrojina, que vive entre barrio Mercat, lo resume como una mezcla de cansancio y desolación: “Estoy en un constante ataque de adrenalina porque cuando salgo de casa voy en modo supervivencia y, cuando vuelvo casa, me baja todo y me quedo muerta”. Las palabras de la afectada, teñidas de agotamiento, dibujan el cuadro de una localidad en estado de shock, una ciudad que en apenas horas perdió su seguridad y estabilidad. “El agua comenzó a subir de forma inesperada, alcanzando un metro y medio de altura en algunas viviendas”, relata. La joven, aún no se cree lo que ha pasado y sobrecogida, narra: “No nos llegó ningún aviso de nada, y por suerte nos pilló en casa. Mis vecinos, que en su mayoría viven en casas, lo han perdido todo”.

La ley y el orden desaparecieron junto con la corriente eléctrica. “Es como una ciudad sin ley; no hay nadie, solo estamos los vecinos para los vecinos”, explica la catarrojina. La policía, escasa y abrumada por las dimensiones del desastre, apenas pudo ayudar. Los agentes que quedaban en las calles se concentraron en atender a las personas ancianas y en resolver casos urgentes, mientras los demás vecinos intentaban mantener a flote su propia seguridad. La damnificada exclama: “Íbamos todos por ahí buscando comida y agua. He visto robos en directo y a gente histérica saqueando joyerías y otros negocios locales, y del supermercado todavía siguen sacando bebidas alcohólicas”.

Una ciudad a oscuras y un regreso a tiempos pasados

Apenas unas calles más allá, Arantxa Ribes, otra joven de Catarroja, vive la emergencia en carne propia desde la Avenida Rambleta, la zona más afectada. La luz sigue sin regresar a su edificio, lo que convierte cada día en un desafío continuo. “No podemos cargar móviles, conservar alimentos en la nevera, ni calentar cosas. A partir de las seis de la tarde tenemos que estar con velas”, relata. Ribes lamenta: “Tampoco hay agua, venimos de las calles con barro y no nos podemos duchar”.

En Catarroja las rutinas básicas se han convertido en tareas agotadoras. Arantxa explica cómo su garaje sigue inundado, poniendo en riesgo la estructura de su edificio. Y la suya no es una excepción, otros vecinos han sido “desalojados por riesgo de derrumbes”. Ribes reclamaba ayer, 2 de noviembre, que todavía hubiera “mucha falta de militares y medios para que saquen lo más rápido posible el agua”. Además de la certeza de que se encantararán a otros habitantes que quedaron encerrados en los garajes, “necesitamos ver si ha afectado a la estructura de los edificios porque nuestras vidas pueden correr peligro”, manifiesta.

Una comunidad que se reconstruye en medio del caos

La escena en la localidad valenciana es de una comunidad que, aun entre pérdidas y miedos, se resiste a rendirse. Los mismos vecinos que han perdido sus pertenencias, sus negocios y hasta familiares o amigos desaparecidos, se han convertido en improvisados rescatistas. El pueblo limpia por la mañana y hace guardias nocturnas para proteger sus negocios ante el crimen. “Los vecinos trabajan todo el día, han perdido negocios, coches, pertenencias… y aun así, son ellos los que están despejando las calles, limpiando portales, sacando barro de las casas”, explica. Arantxa Ribes habla de la fortaleza que se vive en las calles, un esfuerzo diario y colectivo por reconstruir.

En una población acostumbrada a las comodidades de la era digital, la desconexión se ha sentido como un retroceso a tiempos lejanos. “Estamos en casa con una radio, como si el tiempo hubiera vuelto atrás. Hemos vuelto al boca a boca porque las redes nos van a ratos”, dice la residente en Mercat con incredulidad. Para los vecinos de l’Horta Sud, el apoyo mutuo es la única garantía de que las necesidades más urgentes se conozcan, ya que a muchos de ellos no les llega las noticias, sobre todo a las personas que no tienen redes sociales. “La gente que no tiene cobertura no sabía dónde recoger agua. Parece que vivamos en una serie tipo ‘The Last of Us’”, añade la joven de las afueras de Catarroja, recordando esa narrativa de supervivencia que transcurre veinte años después de la destrucción de la civilización moderna. “Hemos vuelto a tareas tan simples como buscar agua para poder limpiarnos. Cuando he visto el chorro de agua por primera vez, casi me pongo a llorar”, confesó la vecina.

Las historias de estas jóvenes se suman a las de muchos otros en Catarroja, que se enfrentan día a día al impacto devastador de la DANA. Cada vecino se convierte en rescatista, en apoyo y consuelo del otro. Las pérdidas materiales se suman a las emocionales, y el sentimiento de abandono flota en un aire postapocalíptico. Ribes consiguió ayer, 2 de noviembre, llegar a casa de su hermana en Valencia para poder comer algo caliente, mientras que la otra catarrojina paseaba por el barrio de su vecina y se alegró al ver que parecía que efectivos del ejército habían llegado y estaban empezando a mover los coches.

Este fin de semana el sol está empezando a recobrar su calor y la reconstrucción se empieza a vislumbrar en un pueblo sumergido en la sombra. Entre historias demoledoras destaca alguna capaz de retornar la esperanza, como la de un bebé que han hallado vivo durante tareas de limpieza. No obstante, siguen buscando a sus padres.

TAGS DE ESTA NOTICIA