Bomberos: impotencia y la emoción por el “orgull de poble”

La falta de activación de equipos de bomberos suficientes ha generado una fuerte polémica

Bomberos de la diputación de Albacete durante el relevo de efectivos este sábado en Letur. EFE/Manu

Las imágenes de las colas de voluntarios apilándose en las entradas de las poblaciones valencianas afectadas por la DANA dan la vuelta al mundo. Miles de valencianos han salido a las calles para ayudar a sus vecinos. Pero este esfuerzo, aplaudido y romantizado como símbolo de resiliencia, refleja en realidad la falta de una respuesta efectiva y coordinada. En este entorno marcado por el caos y la precariedad, el esfuerzo comunitario es también una imposición ante la inacción del gobierno.

Una fuente confidencial del ámbito político indica que “con lo que se está tardando, la gente se está apañando como puede”. “Una cosa esla solidaridad y la otra la obligación política de tomar decisiones. El ciudadano de a pie no sabe rescatar, ni hacer luz, ni potabilizar el agua. Se necesitan a los bomberos para eso”, reclama. La falta de activación de equipos de bomberos suficientes ha generado una fuerte polémica. Mientras algunos efectivos han sido desplegados y trabajan sin descanso, otros permanecen inactivos, esperando ser llamados.

“Estamos preparados y listos para ayudar, pero no nos han llamado”, denuncian algunos bomberos que, a pesar de su disposición, no han podido intervenir. Un ejemplo de esto son los Bomberos del Aeropuerto de Valencia, que han llevado a cabo una campaña en redes reclamando su activación. El movimiento refleja cómo muchas agrupaciones y servicios de emergencia están con las manos atadas hasta recibir luz verde.

Para aquellos que sí han sido movilizados la situación es desgarradora. Un bombero del Consorcio de Valencia desplazado a varias de las zonas más afectadas las describe como pueblos “completamente destrozados, con pilas de coches que llegaban a un tercer piso, calles que parecen pegamento al andar, colas enormes de gente yendo a por aguay comida”. “He visto el sufrimiento de personas que lo han perdido todo, familias enteras rotas, la desesperación de personas que no encuentran a sus familiares”, lamenta.

El bombero transmite la “impotencia desgarradora” de todas estas personas al ver a los servicios de emergencia y cuerpos de seguridad con la esperanza de que fueran a ayudarles, en vano, ya que no dan abasto para hacerlo. Sedaví, Massanassa, Catarroja o Paiporta son algunas de las localidades a las que ha acudido y las que se ha encontrado que las necesidades superan a “la oferta real de recursos, no la bruta”. El brigadista hace una pausa en las “personas mayores, invidentes y con dificultades que afrontan una situación dantesca, horrible y penosa”, y en las personas que se han quedado solas, “completamente solas”.

El bombero del Consorci extiende esta misma impotencia a la sensación de encontrarse en garajes “con la certeza de que dentro había 2, 5, 10, 20,.. fallecidos, algunos de ellos flotando, y no poder hacer nada por falta de bombas de achique que no disponemos o que estaban en lugares más prioritarios”. El desamparo de esta situación lo comparte toda su profesión. La Coordinadora Unitaria de Bomberos Profesionales (CUBP), asociación profesional más representativa de todo el Estado, denuncia la “irresponsabilidad y culpabilidad de los gobiernos ante las negligencias en la gestión de las emergencias detectadas en el levante español”.

La asociación asegura llevar años advirtiendo sobre la necesidad de un órgano con capacidad de “coordinar a los miles de bomberos de todo el Estado dispuestos a ayudar en las tareas de Salvamento y rescate necesarias”. Pocas horas después de conocerse la magnitud de los daños, miles de bomberos mostraron su voluntad de desplazarse con medios y material para prestar sus servicios sobre el terreno. Agrupaciones de ellos se han visto obligados a participar de manera voluntaria fuera de horario de trabajo y sin poder utilizar toda la maquinaria con la que disponen y tanto se necesita para agilizar la limpieza de calles antes de que se conviertan en un problema de salud nacional.

El bombero lleva la cuenta @DutyFire en la red social X, en la que divulga su experiencia en el cuerpo, y en la que ha comparado los municipios afectados con “una zona de guerra”. “Descoordinada como cualquier zona de guerra que se precie, un escenario dantesco, un universo paralelo a tan solo unos pocos kilómetros de la capital”, describe.

Sin embargo, en medio de la tragedia y la descoordinación, han surgido esos destellos de humanidad que tantos están poetizando en redes sociales. Un ‘sentiment’, un ‘orgull de poble’, una fuerza en ser valenciano al ritmo de ‘valencians en peu alcem-se’. Después de las primeras jornadas en la que se ha reestablecido la comunicación con las zonas 0 ha quedado clara la voluntad de un pueblo que avanza unido. Pese a que “a nivel logístico de emergencias no sean del todo “buenas” las masificaciones de voluntarios, según el especialista, a nivel humanitario “sí lo son”. “Nunca había visto a tanta gente codo con codo, ofreciendo una mano o un hombro donde llorar”, narra con emoción, y exclama: “Somos capaces de ayudarnos los unos a los otros, a toda costa”.

La CUPB manifestó en un comunicado que esta catástrofe ha probado la necesidad de una “Ley básica de coordinación que permita actuar de forma eficiente y eficaz a estos profesionales del salvamento, rescate y extinción de incendios”. La preocupación de la asociación les llevó compartir un ultimátum a los dirigentes para dotar a los cuerpos de bomberos de una herramienta que garantice la actuación segura, inmediata y coordinada de los servicios. Con las cifras de fallecidos y desaparecidos disparándose, la agrupación denuncia la “inacción política” y proclama su frustración ante la incapacidad de “hacer lo que mejor sabemos hacer: salvar a las víctimas”.

La realidad tras la emergencia es dolorosamente clara: la solidaridad del pueblo no puede ni debe sustituir la responsabilidad de las autoridades en una crisis de esta magnitud. Mientras miles de personas trabajan sin descanso, el esfuerzo colectivo intenta compensar una gestión pública que, hasta el momento, no ha respondido con la rapidez y el compromiso que exige la situación. La resiliencia de la sociedad valenciana ha sido invaluable, pero la gestión de la crisis demanda decisiones que vayan más allá del apoyo espontáneo de la comunidad y el envío tardío de efectivos.

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