En el oscuro y violento mundo del narcotráfico en México, un peligroso grupo creó alarma en las autoridades y la sociedad: el Cártel de las Flacas. Se trataba de mujeres que, en un mundo de hombres, tenían en jaque a las fuerzas del orden. Trabajaban como sicarias para varios cárteles como el de Sinaloa o el del Golfo. Lejos de ser simples mensajeras o cómplices, coordinaban operaciones de tráfico de drogas, lavado de dinero y ejecuciones.
Alejandra, la niña sicaria
Alejandra nació en un barrio humilde del estado de Sinaloa -cuna de algunos de los cárteles más poderosos de México- y creció expuesta al crimen organizado. Asistía como una joven más a las fiestas de los narcos donde el dinero, las drogas y el poder fluyen sin control.
Pronto llamó la atención de los mandos del Cártel de Sinaloa, quienes vieron no solo a una joven bella, sino a alguien con la astucia necesaria para llevar a cabo negocios delicados. Comenzó coordinando el transporte de drogas y dinero. Después actuó como sicaria, eliminando a los adversarios de los cárteles que le contrataban. Fue conocida por su frialdad y su capacidad para mantener el control en situaciones de alta tensión.
“Era muy sanguinaria, hacía sufrir a las víctimas. Las descuartizaba o les prendía fuego”. Uno de sus episodios más oscuros fue la desaparición de varios jóvenes en Sinaloa, reclutados para trabajar como vigilantes. Utilizó su belleza para convencerlos de unirse al cártel – prometiéndoles dinero y poder – y pronto acabó con ellos.
Alejandra se fue creando enemigos y su cabeza tuvo un precio. Uno de los adversarios consiguió raptarla y la torturaron durante un día. Después descuartizaron su cuerpo, lo metieron en una nevera y la dejaron en un parking. Los asesinos hicieron una foto de la escena y la subieron a las redes. Las autoridades pudieron identificarla fácilmente: llevaba un tatuaje en el brazo con la palabra “Niño”, su apellido.
Margarita Calderón, “La China”
“La China” se convirtió en la mujer más influyente del Cártel de Sinaloa, encabezado por el conocido Joaquín Guzmán, El Chapo. La joven asesinaba por encargo y pronto fue conocida en la región: descuartizaba los cuerpos y dejaba los pedazos en la puerta de los hogares de su familias. Sus métodos horrorizaban a su propio cártel.
Durante los siete años que estuvo como líder de un grupo criminal en Baja California, los asesinatos se triplicaron. La vida de las personas no valía nada para ella.
En una ocasión pidió a un colaborador que le consiguiera un vehículo y éste lo encontró a través de unos amigos. Cuando “La China” fue a recoger el coche, los mató para no pagarles. El colaborador se enteró de estos asesinatos a inocentes y se lo echó en cara. “La China” le cortó los brazos y luego lo mató.
Intentó secuestrar a un miembro de la organización con el que se disputaba el puesto. Al fallar, capturó a su novia: la torturó para sacarle información y luego terminó con su vida. Todo ello fue demasiado hasta para su novio (también sicario) llamado, como no podía ser de otra manera, “El Chino”.
“Horrorizado por el monstruo en el que se había convertido mi pareja”, dejó la organización. Fue capturado y negoció una reducción de pena confesando dónde estaba su novia y los “cementerios secretos” donde enterraron a las víctimas. Fue detenida en Cabo San Lucas en el 2015 y acusada de 150 asesinatos.
La China se ganó con sus crímenes un narcocorrido: “Señoras y señores, ahora el canto es diferente, ahora va una dama muy valiente. Donde llega se respeta lo que diga, en la sierra y la ciudad. “Yo soy La China”. ¿Quién dijo que las mujeres no podían?”.
Magaly Sánchez
Magaly tuvo una vida difícil. Su padre era drogadicto y alcohólico y se dedicaba a las peleas de perros y a la venta de drogas. La joven siempre tuvo el rechazo de su progenitor: éste quería un varón y reprochó a su madre su nacimiento. Pero este sentimiento de rechazo no impidió que abusara de ella a la edad de 4 años. Su madre no se hizo apenas cargo de sus hijos y los dejaba al cuidado de su tío.
El padre de Magaly tenía una deuda de drogas con un hombre de 33 años. Para saldar la deuda le entregó a la niña, que pronto quedó embarazada con solo 11 años. Aunque este hombre se convirtió en su “pareja”, tiempo después le asesinó.
“Estábamos dando un paseo en barco cuando agarré un cuchillo y lo apuñalé. Yo estaba muerta en vida, así que no perdía nada. Luego tiré su cadáver al mar”. Tenía tan solo 13 años.
Con 17 años Magaly conoció a un hombre -junto al que se hizo adicta a la heroína- y con él tuvo a su segunda hija. Caminando con su bebé fue interceptada por un grupo de hombres pertenecientes a Los Zetas. Le pegaron una paliza y abusaron sexualmente de ella. Después mataron a la recién nacida. La policía no hizo nada por esclarecer los hechos.
Una tarde Magaly salió a una tienda cuando vio al hombre de Los Zetas que había matado a su bebé. La joven tomó un cuchillo del establecimiento y le acuchilló, infringiéndole heridas que le causaron la muerte.
Los Zetas rastrearon a Magaly y la secuestraron para interrogarla. Y contó a los mandos del grupo criminal por qué le había asesinado. Uno de los líderes convocó a todos los miembros de la banda y les hizo desfilar frente a Magaly. Cuando por fin aparecieron quienes mataron a su hija, el mismo líder los mató con su pistola.
Fue acogida por el grupo delictivo y comenzó a trabajar como sicaria y secuestradora. Hasta que las autoridades del estado de Nuevo León la detuvieron durante un operativo. Ahora cumple 45 años de cárcel.
Juana, “La Peque”
“Desde niña fui rebelde, drogadicta y alcohólica”. Juana era una madre soltera de solo 15 años que no tenía recursos y se dedicaba a la prostitución. Comenzó a relacionarse con narcos y sicarios de Los Zetas y así fue como se involucró en la organización. Su primer encargo fue como “Halcón”.
Vigilaba las carreteras durante 8 horas diarias, avisando si pasaba la policía. Después se hizo sicaria. Su inocente rostro era el gancho para atraer a su rivales, que no se imaginaban que con apenas 20 años era una de las mujeres más peligrosas de México. No tanto por la cantidad de hombres a los que mataba sino por la crueldad con la que lo hacía.
Detenida en 2016, confesó haber asesinado al menos a cinco hombres. A todos les arrancó la cabeza, pues decía que al hacerlo “sentía placer”. También desmembraba a sus víctimas y guardaba su sangre. “Me sentía emocionada por la sangre, me bañaba en ella después de matar”.
El drama
“Cuerpos esbeltos, caras de inocencia y manos frágiles capaces de disparar un rifle”. Las Flacas han inspirado canciones, series y hasta modas, pero también han dejado un camino de dolor y destrucción. Su historia es un recordatorio de que el narcotráfico en México no tiene un solo rostro. En un país donde el crimen organizado es uno de los mayores desafíos, las Flacas son una muestra de la complejidad del fenómeno que sigue desangrando a México.