El verano de 2024 está a la vuelta de la esquina y con él, las esperanzas y expectativas de millones de españoles y turistas que buscan disfrutar de la temporada más cálida del año. Este periodo, que astronómicamente comienza el 20 de junio a las 22 horas y 51 minutos, coincide con el solsticio, cuando el Sol alcanza su mayor elevación a mediodía y los días tienen más horas de luz. Climatológicamente, el verano arranca el 1 de junio y finaliza el 31 de agosto. Traerá consigo las temperaturas más elevadas del año y escasas precipitaciones en gran parte del país.
Pronósticos de temperaturas y precipitaciones en verano de 2024
El verano de 2024 no será una excepción a esta tendencia. De hecho, será una confirmación de lo que ya hemos venido observando en los últimos años: veranos más cálidos y secos. Según el último pronóstico de Copernicus-ECMWF, respaldado por la AEMET y Meteored, se espera que el próximo verano sea más cálido de lo normal en buena parte de España, con una probabilidad que oscila entre el 70% y el 100%. Este pronóstico se basa en la integración de ocho modelos diferentes desarrollados en diversos países europeos, lo que le confiere una alta fiabilidad.
En los últimos dos años, España ha vivido dos de sus tres veranos más cálidos desde 1961. El estío pasado registró una temperatura media de 23,4 ºC en la Península. Una anomalía de 1,3 ºC por encima del valor medio. Este patrón de aumento de temperaturas parece que continuará en 2024. La probabilidad de que el próximo verano se sitúe entre el 20% de los veranos más cálidos registrados es del 50% al 70%. Lo que significa que podríamos enfrentarnos a temperaturas medias similares a las de los cuatro o cinco veranos más cálidos desde 1961.
El impacto del calor extremo
Pero ¿qué significa realmente un “verano más cálido de lo normal”? Para muchas personas, esto se traduce en olas de calor más frecuentes y prolongadas, con temperaturas que podrían superar con regularidad los 35 ºC en varias regiones del país. Además, las noches tropicales, donde las temperaturas no bajan de los 20 ºC, serán más comunes. Especialmente, en áreas urbanas densamente pobladas. Estas condiciones pueden tener un impacto significativo en la salud pública, aumentando el riesgo de golpes de calor y exacerbando condiciones preexistentes en personas vulnerables.
Además del calor, otro aspecto importante a considerar es la disponibilidad de agua. Según la predicción del ECMWF, el verano de 2024 será más seco de lo habitual en buena parte de la Península y Baleares, con una probabilidad del 40% al 50%. Aunque la señal no es tan clara como con las temperaturas, la sequía es una preocupación constante. Un verano más seco significa menor disponibilidad de agua para la agricultura, mayor riesgo de incendios forestales y posibles restricciones en el suministro de agua en algunas zonas.
La sequía, sin embargo, no implica la ausencia total de precipitaciones. El verano es conocido por sus tormentas, que aunque son escasas, pueden ser muy intensas. Estas tormentas suelen ser localizadas y de corta duración, pero con una gran cantidad de lluvia en poco tiempo, lo que puede causar inundaciones repentinas. Por lo tanto, aunque la previsión general apunta a un verano seco, no podemos descartar eventos de lluvias torrenciales que alteren el balance pluviométrico estacional.
El alargamiento de los veranos en España
En un análisis a largo plazo, el climatólogo César Rodríguez de la AEMET ha evidenciado una preocupante tendencia: los veranos en España se están alargando. Desde 1940, los veranos se han extendido de media un mes. Y, en algunas regiones como el nordeste peninsular, litoral mediterráneo, Baleares y Canarias, este alargamiento ha sido aún mayor, alcanzando hasta 45 días adicionales. Este fenómeno no solo afecta al confort y la salud de las personas, sino que también tiene implicaciones significativas para los ecosistemas y la economía del país.
El alargamiento de los veranos puede alterar los ciclos de vida de plantas y animales, impactar negativamente en la agricultura y aumentar la demanda de agua y energía. Los cultivos pueden sufrir por la falta de agua y el exceso de calor, lo que afecta la producción y encarece los productos agrícolas. En términos de energía, el aumento de las temperaturas y la extensión del periodo cálido incrementan el uso de aire acondicionado, lo que puede llevar a picos de demanda y posibles problemas en el suministro eléctrico.
Para enfrentar estos desafíos, es crucial que tanto las autoridades como la ciudadanía tomen medidas preventivas y de adaptación. En el ámbito público, es necesario mejorar la gestión del agua, implementar políticas de ahorro y eficiencia energética y desarrollar estrategias para la prevención y manejo de incendios forestales. A nivel individual, es fundamental seguir las recomendaciones de salud pública durante las olas de calor, hacer un uso responsable del agua y la energía y estar preparados para posibles tormentas e inundaciones.