“Confirmados 4 polis de Madrid. Habitación 2.4. Entrada sábado 9, salida martes 12”. “Confirmados 3 operarios poli Paiporta. Habitación 1.3. Entrada no sé, salida domingo 10”. “Chema los 5 polis de Almería se han caído!! Les han hecho volver a sus destinos!! Quedan 5 plazas libres”. “1 policía más de Alcorcón para hoy”. “4 más de viernes a domingo. Ok?”. “20 más de Gerona”. “Habitación 1.4. Necesito entrada y salida. Y aumenta el número de cenas a 100”. “12 Motril 8 servicio mañana 4 turno noche. La última noche del sábado”. “6 bomberos entrada el viernes salida el martes , confirma si les puedo dar el ok. Gracias”. “95% de ocupación. Alrededor de 145 personas esta noche”.
El grupo de whatsapp echa humo. Son CSM, la asociación gastronómica cultural Cocina Sin medida, quienes han organizado este hotel improvisado en el que cada día entran y salen decenas de personas: en total, son seis amigos de Valencia que, movidos por la solidaridad (pero también por el enfado), decidieron montar un albergue para dar cobijo a policías y bomberos voluntarios que decidieron emplear sus días libres en echar una mano con los estragos causados por la DANA mortal que asoló Valencia el 29 de octubre.
“Todo es tan kafkiano e increíble que entre varios amigos hemos montado un centro de acogida para los voluntarios que vienen a ayudar: en 48 horas hemos montado un albergue para 140 personas en la fábrica de un amigo, Fidel García-Guzmán. Aquí, el chef José Andrés se ocupa de la comida y nosotros de todo lo demás”, explica Guillermo Gómez-Ferrer, miembro de CSM y uno de los voluntarios que cuando acaba su jornada laboral acude a la fábrica a colaborar, ya sea haciendo camas como organizando la logística o cocinando. “Y todo sin más apoyo que nuestra red de amigos y nuestros alumnos, que se han venido a echar una mano”.
Lo que empezó siendo una forma más de ayudar, acogiendo a aquellos que no movilizados por el Gobierno sentían la necesidad acuciante de poner sus conocimientos al servicio del pueblo, se ha acabado convirtiendo además en un centro logístico de recepción, organización y reparto de ayuda para la zona cero. “¡Y todo entre seis amigos! Imagínate qué podríamos hacer con más medios o una organización profesionalizada”, explican desde el albergue a Artículo14. Dicho y hecho. Le pidieron a un experto en logística que les ayudara a pensar las áreas, y otro amigo programó una página web de “reservas” gratuitas para conocer la disponibilidad de camas cada día.
Pura gratuidad
Cuando uno llega al albergue, situado en el polígono industrial frente al barrio de La Torre, al otro lado del río, lo primero que se encuentra es con gente entrando y saliendo constantemente. En un gran almacén, diferentes voluntarios clasifican lo que se recepciona: material de trabajo como palas, carretillas e hidrolimpiadoras; botas y gafas; comida, bebida, material de higiene personal, productos de limpieza… “Nos llegan camiones que no sabían dónde descargar; también recibimos material de asociaciones de empresarios. Hemos llegado a descargar tráilers de 60 toneladas. ¡Incluso un avión!”, explica Gómez-Ferrer.
Después, en otro edificio, el dedicado a las oficinas en condiciones normales, han desplegado el área de avituallamiento, un comedor enorme en el que se turnan para las comidas y cenas y, en el antiguo archivo, las estanterías se corren para acceder a sábanas, toallas, almohadas y mantas, muchas de ellas donadas por cadenas hoteleras como la de Ushuaia, en Ibiza. Por encima, tres plantas con camas perfectamente limpias y cómodas para que duerma quien lo necesite y durante el tiempo que lo necesite.
La iniciativa nace de la gratuidad: es completamente libre, privada y voluntaria, aunque muchos de los voluntarios no acaban de entender que un dispositivo así no lo monte el Gobierno… o el propio Ejército. “Estas personas que vienen a ayudar se están gastando sus vacaciones en salvar a los valencianos de la mayor catástrofe que ha vivido este país”, reivindica uno de ellos, que destaca que han recibido gente de toda España y que entre ellos se ha creado una germanor (fraternidad).
Entre la Policía Local hay agentes de Alcorcón, Villanueva del Pardillo, Motril, Olesa de Montserrat, Bigues i Riells, Martorell, El Prat de Llobregat, Navalmoral de la Mata, Villarejo de Salvanés, Aranjuez, Jaén o Alcobendas, mientras que de la Policía Nacional sólo ha podido venir de Madrid. “Hemos venido de forma voluntaria, pero cogiéndonos días de vacaciones para poder asistir, porque si no se considera abandono del puesto de trabajo”, explica una de las policías, que prefiere mantener su nombre en el anonimato. “Nosotros hemos querido unir un fin de semana de descanso y unirlo a algunos días de vacaciones para poder venir, y lo hemos hecho con nuestros medios. Nadie nos paga nada; al revés, nos cuesta dinero venir. Menos mal que existe esta familia…”.
“No podemos estar más agradecidos”
“Aquí nosotros recibimos más de lo que damos, estamos mejor que en casa”, reconoce otro de los voluntarios, a quien sin embargo le entristece no poder actuar como Policía. En la mayoría de los casos, no se identifican, porque no están trabajando: no han sido destinados a Valencia y pueden ser sancionados si actuasen como tal o si llevaran el uniforme. “Tiene sentido, porque un Policía no puede trabajar por su cuenta y riesgo y encima como si estuviera ‘bajo las órdenes de’. Al final cada uno tenemos un jefe, cada uno trabajamos en nuestra unidad, en nuestra comisaría, y por eso venimos de voluntarios. Pero nos hubiera gustado que nos hubieran mandado aquí destinados como una comisión especial”, recalcan.
Dentro de la Policía Nacional hay unidades muy útiles en situaciones de emergencia, como el GOIT, el Grupo Operativo de Intervenciones Técnicas, o las dedicadas a las competencias de seguridad ciudadana. “Hacen falta unidades de medios operativos, como grúas o guías caninas, y más efectivos: no todos los puestos son imprescindibles, y se pueden hacer rotaciones”, recalcan. Sin embargo, escogen destacar lo positivo de la experiencia. “Lo que hemos vivido aquí no tiene nombre. Una humanidad desbordante, con cada persona contándote su historia; ves que lo han perdido todo y aún tienen ganas de cocinarte un arroz. Y las personas que han montado este albergue son la gran nota de color en estos días”.
Además de Policía, acogieron a un grupo de bomberos procedentes de Friburgo, en Alemania; militares de Barcelona, y Protección Civil de Navarra. Y muchos, muchísimos sanitarios: de Zaragoza, País Vasco y Gerona. Entre gel hidroalcohólico y barras de pan, aparece un dibujo: “¡Mucho ánimo, no os rindáis!”, se lee en un corazón pintado con la Senyera. Guillermo Gómez-Ferrer suspira mientras estira la espalda, machacada después de dos semanas de trabajo ininterrumpido. “Yo soy profesor universitario…”, suspira. “Pero aquí mantienes alta la moral. ¿Qué haría toda esta gente sin los voluntarios, qué habríamos hecho nosotros sin vosotros? ¿Cómo habría salido adelante la gente? Sois nuestra esperanza”, dice un agente.
Sois nuestra esperanza.