En los últimos días, España se ha enfrentado a una de las olas de calor extremo más severas de los últimos años. Eso ha generado un aumento alarmante en la tasa de mortalidad atribuida a las altas temperaturas. Según datos recientes del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III, en los primeros siete días de agosto de 2024 se han registrado 544 muertes relacionadas con el calor. Lo que representa un incremento del 349% respecto al mismo período del año anterior.
Este verano, caracterizado por prolongadas olas de calor extremo que han batido récords en varias regiones del país, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de la población. Especialmente, de los grupos más expuestos como los mayores de 65 años. Las altas temperaturas, que han superado los umbrales de riesgo en varias provincias, no solo están causando estragos en la salud pública: también están sobrecargando los servicios de emergencia y hospitales, desbordados ante la creciente demanda de atención médica.
La doctora Diana Gómez-Barroso, epidemióloga y responsable del sistema MoMo, ha advertido en El Español que “en muchos puntos de España se han superado los umbrales de referencia de impacto en salud por altas temperaturas”, lo que ha derivado en un aumento sustancial de la mortalidad atribuible al calor. Este fenómeno se ha visto acentuado por la frecuencia e intensidad de las olas de calor extremo, que en este verano ya han motivado tres avisos especiales por parte de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), con la previsión de una cuarta ola inminente.
¿Cuáles son las provincias que más sufren el calor extremo en España?
El índice Kairós, una herramienta predictiva del MoMo, ha identificado varias provincias, entre ellas Alicante, Barcelona, Madrid y Zaragoza, como las más vulnerables a sufrir un exceso de mortalidad en los próximos días debido a las altas temperaturas. Para la población mayor de 65 años, el riesgo es aún mayor en provincias como Cáceres, donde se prevé un aumento significativo en el número de fallecimientos.
Los datos de mortalidad de este verano han superado las cifras de 2022, otro año trágico en términos de mortalidad por calor. Aunque las medidas de prevención han mejorado desde la devastadora ola de calor extremo de 2003, que causó casi 13.000 muertes, las cifras recientes sugieren que España sigue estando muy expuesta a los impactos de las temperaturas extremas.
El calor extremo no solo está afectando a la salud humana, sino también a la economía y al medio ambiente. El aumento de las temperaturas ha incrementado la demanda de energía, ha afectado la agricultura y ha exacerbado la escasez de agua en muchas regiones. Además, los incendios forestales, alimentados por la sequedad del suelo y las altas temperaturas, han devastado miles de hectáreas en todo el país, poniendo en peligro a comunidades enteras y afectando la biodiversidad.
¿Cómo se pueden revertir estas olas de calor extremo?
Ante esta situación, los expertos insisten en la necesidad de reforzar las políticas de adaptación al cambio climático y mejorar las infraestructuras urbanas para mitigar los efectos de las olas de calor. La implementación de planes de emergencia y la concienciación pública sobre los riesgos asociados al calor extremo son medidas clave para reducir la mortalidad en los próximos veranos, que se prevén aún más cálidos debido al cambio climático.
Además, se subraya la importancia de proteger a los colectivos más vulnerables, como las personas mayores, los niños y aquellos con enfermedades crónicas, quienes son los más propensos a sufrir los efectos adversos del calor extremo. Las autoridades sanitarias recomiendan mantenerse hidratado, evitar la exposición al sol durante las horas más calurosas del día y estar atentos a los síntomas de golpes de calor.
Las perspectivas para el futuro inmediato no son alentadoras. Con más olas de calor en el horizonte, España se enfrenta al desafío de adaptarse rápidamente a una nueva realidad climática en la que las temperaturas extremas se están convirtiendo en la norma, y no en la excepción. El impacto en la salud pública es solo una de las muchas dimensiones en las que este cambio está dejando su huella. Y las cifras de mortalidad de este verano son un inquietante recordatorio de la urgencia de actuar.