Ese tic-tac que nos presiona a ser madres, que se acelera y nos asfixia aún más en la treintena, ha dejado de sonar. Las mujeres han puesto su reloj biológico en pausa. Cada vez son más las que optan por la congelación de óvulos para retrasar la maternidad. “Muchas priorizan su carrera profesional, otras no cuentan con la estabilidad económica necesaria, y algunas esperan a encontrar a la pareja ideal. Pero todas coinciden en que un contexto financiero más sólido es clave antes de dar este gran paso”, explica Ángela Llaneza, directora científica de Clínica Tambre y ginecóloga experta en fertilidad.
Según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), en 2020 -los últimos disponibles- más de 5.000 mujeres en España congelaron sus óvulos, una cifra 28 veces mayor que hace una década. De ellas, 3.745 lo hicieron por razones no médicas. Otro dato revelador: en España, ya hay más madres mayores de 40 años que de 25.
En 2022, los tratamientos de reproducción asistida generaron 730 millones de euros, y los expertos prevén que esta cifra seguirá creciendo por el contexto social y económico actual. “La precarización laboral, los contratos temporales y el alto coste de la vida, sumados a la falta de políticas sólidas de conciliación, hacen que la maternidad se perciba como un desafío económico considerable. Además, las nuevas generaciones valoran cada vez más la independencia y el autocuidado. Hoy en día la realización personal no está necesariamente vinculada a la maternidad”, señala la socióloga Esther García.
Laura Fernández, de 36 años y CEO de una startup, decidió congelar sus óvulos hace tres años. “Cuando fundé mi empresa, supe que los primeros años serían cruciales para establecerla y asegurar su crecimiento. En ese momento, no tenía espacio mental ni físico para pensar en la maternidad. No sé si seré madre el próximo año o en cinco, pero no se trata de posponerlo indefinidamente; se trata de tomar el control de mi tiempo y de mis decisiones”, explica.
Óvulos óptimos, por debajo de los 35 años
Congelar los óvulos no garantiza un embarazo en el futuro, pero sí aumenta considerablemente las posibilidades de lograrlo. A mayor edad, menor reserva ovárica, lo que se traduce en un menor número de óvulos y de peor calidad. La edad de fertilidad óptima es a partir de los 24 años y la de congelación por debajo de los 35. “Contar con óvulos congelados en edades más tempranas se traduce en tasas de embarazo más altas. En las revisiones rutinarias, además de hablar de métodos anticonceptivos, se debería hablar también de que a partir de los 35 años la fertilidad empieza a caer en picado, ya que tenemos menos óvulos y son de peor calidad”, apunta la doctora Llaneza.
Alexandra y Mercè comparten edad (36), profesión (el periodismo) y que congelaron sus óvulos en 2022, después de vivir y sufrir la infertilidad de sus hermanas. “He comprado el tiempo que le faltó a ella. Le realizaron varios tratamientos de fecundación in vitro (FIV), pero ya no tenía una buena reserva ovárica. Los ciclos fueron agotadores y le afectaron emocionalmente. Finalmente, asumió que la única forma de ser madre era a través de la donación de óvulos”, relata Mercè.
“A mi hermana le sucedió algo parecido. Se enfocó en su carrera y no consideró la maternidad hasta que cumplió 40. Tuvo dos intentos fallidos y desistió por el desgaste emocional. No quiero enfrentarme a la misma situación”, afirma Alexandra.
Las mujeres han ganado tiempo, pero ¿realmente están comprando libertad o simplemente postergando decisiones difíciles?
En 2014, gigantes tecnológicos como Facebook y Apple ofrecieron a sus empleadas la posibilidad de congelar sus óvulos como parte de sus beneficios laborales. Lo que inicialmente se presentó como un esfuerzo por atraer y retener talento femenino terminó abriendo un profundo debate sobre sus implicaciones éticas. David contra Goliat. “En teoría, parece un paso positivo hacia la equidad de género, permitiendo que las empleadas planifiquen su maternidad en un contexto laboral que a menudo no facilita la conciliación. Sin embargo, este ‘beneficio’ también plantea preguntas éticas profundas sobre las expectativas que se imponen a las mujeres. Al ofrecer la congelación de óvulos, estas empresas parecen transmitir un mensaje subliminal: si no eres capaz de equilibrar tu carrera y la maternidad, hay algo mal contigo. Esto puede llevar a muchas mujeres a sentir que deben sacrificar su vida personal en favor de su carrera, creando una presión adicional. En lugar de liberar a las mujeres de las expectativas sociales, este enfoque puede reforzarlas, convirtiéndolas en las responsables de encontrar soluciones individuales a problemas estructurales. La congelación de óvulos no debe ser vista como una solución mágica, sino como un síntoma de la falta de apoyo real”, concluye García.
Mientras la ciencia nos ofrece opciones, la sociedad sigue imponiendo expectativas que pesan sobre nuestros hombros y ovarios, intentando sincronizar nuestras vidas en una carrera contra el tiempo en la que siempre seguimos corriendo.