Tenía 20 años cuando mi mundo comenzó a cambiar de manera que no comprendía del todo. La ansiedad apareció en mi vida. Fue como si una niebla densa empezase a envolver cada aspecto de mi día a día: las relaciones, los estudios, incluso las cosas más simples como salir a la calle o mandar un WhatsApp. El diagnóstico fue claro: trastorno de ansiedad. A partir de ese momento, comprendí que la ansiedad sería mi compañera, una sombra constante, pero no por ello menos real.
Durante años, intenté todo tipo de técnicas y consejos que me ofrecían: respiración, meditación, ejercicio físico. Y aunque muchas de estas prácticas me ayudaron a sobrellevar el día a día, siempre sentí que algo faltaba. Algo más profundo que simplemente controlar los síntomas. A fin de cuentas, la ansiedad no es una batalla que se gane luchando contra ella, sino una realidad que debemos aceptar y aprender a manejar.
‘Celeste’, el videojuego que cambió mi perspectiva
Hace unos años, un amigo me recomendó el videojuego Celeste. No esperaba que algo así tuviera un impacto tan profundo en mí, pero lo hizo. Celeste cuenta la historia de Madeline, una joven que emprende la difícil tarea de escalar una montaña mientras lidia con sus demonios internos. La narrativa del juego resonó conmigo de una forma increíble. En el videojuego, la ansiedad de Madeline se representa a través de una versión oscura de ella misma. Una entidad que parece querer frenarla en cada paso.
Sin embargo, lo más revelador no fue la lucha, sino el momento en que Madeline comprende que no puede vencer a esa sombra interna. En cambio, decide aceptarla, abrazarla. Entender que esa parte oscura también es parte de ella. Fue una metáfora poderosa para mí, cambió por completo mi forma de percibir mi propia ansiedad. No se trataba de eliminarla, sino de integrarla en mi vida, de hacer las paces con ella.
No trates de borrar la ansiedad: acéptala, compréndela y cálmala
Admitir que la ansiedad no es un defecto fue el primer gran paso hacia la reconciliación con mi trastorno. Durante mucho tiempo, sentía que algo estaba “mal” dentro de mí. Me preguntaba constantemente por qué no podía sencillamente ser como los demás. Por qué sentía ese nudo constante en el pecho. Vivir con ansiedad no es fácil, pero comprender que no hay nada fundamentalmente erróneo en mí fue liberador.
La ansiedad, como muchas otras condiciones de salud mental, es un aspecto más de mi ser. Puede ser debilitante en ciertos momentos, pero también me ha hecho más consciente de mis emociones, de mis límites y de lo que necesito para estar bien. Y aquí está lo más importante: vivir con ansiedad no significa vivir en guerra contigo mismo.
Estrategias para convivir con la ansiedad
A lo largo de los años, he aprendido que la ansiedad no se puede simplemente “curar”, pero sí gestionar. Aceptar que forma parte de mí no implica que me rinda ante ella. Es aquí donde entran en juego diversas herramientas y estrategias que, combinadas con la aceptación, me han permitido vivir una vida más plena.
Una de las primeras cosas que aprendí fue la importancia de la rutina. Tener un horario predecible y estructurado ayuda a reducir la incertidumbre, que es uno de los principales detonantes de la ansiedad.
Otra estrategia ha sido identificar los pensamientos automáticos que alimentan mi ansiedad. A veces, nuestra mente nos juega malas pasadas, y tendemos a asumir lo peor en cada situación. Aprender a cuestionar esos pensamientos, a desafiarlos y a buscar evidencia contraria ha sido fundamental para desactivar el ciclo de ansiedad.
Después de doce años viviendo con ansiedad, he llegado a una conclusión clara: mi ansiedad no me define. Sí, es una parte de mí, pero no es todo lo que soy. Aprender a ver mi ansiedad como una compañera de viaje, en lugar de un enemigo, ha sido un cambio de perspectiva que me ha permitido encontrar una mayor paz interior.
Esto no significa que los días difíciles hayan desaparecido. Hay momentos en los que la ansiedad sigue siendo abrumadora, cuando siento que el suelo bajo mis pies se tambalea. Pero lo importante es que ya no trato de huir de esos momentos. En lugar de eso, los enfrento con paciencia y aceptación. Sé que forman parte de la experiencia de vivir con este trastorno.