En un mundo donde el estrés y la ansiedad se han convertido en compañeros cotidianos, no es sorprendente que muchas personas hayan experimentado episodios donde la segunda de ellas se siente como un ataque al corazón. Este fenómeno, aunque alarmante, es más común de lo que se piensa. Tanto es así, que muchos terminan en salas de emergencia convencidos de que están sufriendo un infarto, cuando en realidad están atravesando un ataque de pánico. Pero, ¿por qué sucede esto? ¿Qué tienen en común estas dos condiciones que pueden ser tan fácilmente confundidas?
Similitudes en los síntomas de la ansiedad y el infarto
La razón principal por la que la ansiedad y el infarto pueden confundirse radica en la similitud de sus síntomas. Un ataque de pánico, una manifestación extrema de ansiedad, puede provocar síntomas muy similares a los de un infarto: dolor en el pecho, dificultad para respirar, sudoración, palpitaciones y sensación de mareo. Según la American Heart Association, tanto los infartos como los ataques de pánico pueden comenzar de forma repentina e intensa. No obstante, los infartos suelen ser progresivos: el dolor aumenta con el tiempo.
El dolor en el pecho es particularmente engañoso. Durante un ataque de pánico, este dolor puede ser intenso y localizado en el mismo lugar que el dolor de un infarto. Lo que lleva a la persona a creer que está sufriendo un problema cardíaco severo. Además, la ansiedad puede provocar una respuesta física tan real que quienes la sufren están convencidos de que su vida está en peligro.
El papel del “sistema de alarma” del cuerpo
La respuesta fisiológica a la ansiedad es clave para entender por qué se confunde con un infarto. Cuando una persona experimenta ansiedad extrema o un ataque de pánico, el cuerpo entra en un modo de “lucha o huida”. Una respuesta ancestral diseñada para protegernos de peligros inminentes. Este proceso involucra la liberación de adrenalina. Lo que acelera el ritmo cardíaco, aumenta la presión arterial y provoca una serie de síntomas físicos que son alarmantemente similares a los de un infarto.
La diferencia crucial es que, mientras que un infarto es causado por un bloqueo en las arterias coronarias, la respuesta del cuerpo durante un ataque de pánico no se debe a un problema cardiovascular, sino a una reacción del sistema nervioso ante una amenaza percibida. Sin embargo, para alguien que no es consciente de esta distinción, la experiencia puede ser aterradora y confusa.
Diagnóstico y tratamiento: la importancia de la evaluación médica
Dado que los síntomas de un infarto y un ataque de pánico pueden ser casi indistinguibles, los expertos insisten en la importancia de buscar atención médica inmediata cuando se experimentan estos síntomas. Solo un profesional de la salud puede determinar con certeza si se trata de un problema cardíaco o de un episodio de ansiedad. Esto se realiza a través de pruebas específicas, como un electrocardiograma o un análisis de sangre para buscar marcadores cardíacos.
En cuanto al tratamiento, si se determina que los síntomas son producto de la ansiedad, hay diversas opciones disponibles. La terapia cognitivo-conductual es una de las más eficaces, ayudando a los pacientes a manejar los síntomas de la ansiedad y a reducir la frecuencia e intensidad de los ataques de pánico. Además, en algunos casos, se pueden prescribir medicamentos ansiolíticos o antidepresivos para ayudar a controlar los síntomas.