La fuerza destructiva del agua de la DANA que asoló Valencia el pasado 29 de octubre también ha hecho mella en la atención primaria. Los centros de salud de los 78 municipios más afectados han quedado arrasados, algunos de ellos como el de Catarroja (en la imagen) recuerda a las imágenes de la franja de Gaza. En este centro, la corriente se llevó todo lo que había en la planta baja, incluidas las consultas de pediatría y enfermería, que generalmente se sitúan en la zona más accesible. Los daños son similares en otras poblaciones.
“Ahora, los centros de salud son hospitales de campaña”, resume gráficamente a Artículo14 la doctora Mª Ángeles Medina, presidenta de la Sociedad Valenciana de Medicina Familiar y Comunitaria (SoVaMFIC), asociación que cuenta con unos 2.200 miembros, de los que alrededor de 300 están en la ‘zona cero’. Medina representa a los profesionales de atención primaria, cuyo papel es fundamental en el tratamiento y seguimiento médico de la población; pero también en la prevención y detección de enfermedades.
¿Cómo están viviendo los médicos de atención primaria los efectos de la DANA?
Son momentos muy duros, porque los médicos de familia trabajamos en los pueblos con gran cercanía con la población, que es la que más está sufriendo. Algunos son doblemente afectados porque también viven allí o tienen familiares. Nos sentimos impotentes ante la tragedia y con la sensación de que no podemos curar el sufrimiento del pueblo.
Estamos muy preocupados por quedar abandonados cuando pase el foco mediático y los voluntarios regresen a sus casas. La atención primaria es muy valiosa para la salud de la ciudadanía.
Quince días después, ¿qué es lo que más se necesita?
Es urgente recuperar la estructura y el funcionamiento normal de los centros de salud. Es muy duro decirlo, pero en el medio plazo hay personas que se van a morir por no poder recibir una atención primaria adecuada; por ejemplo, por el retraso en la detección precoz de enfermedades, que en algunos casos como las oncológicas es fundamental, o por problemas relacionados con la salud mental. Tiene cierto paralelismo con la crisis de la Covid-19 o con lo vivido en La Palma, según nos han contado los compañeros.
¿Cuáles son las condiciones de trabajo de los médicos?
En la ‘zona cero’ es raro el centro que tiene su plantilla completa, bien porque han sido afectados directamente o bien por problemas de movilidad para llegar a su puesto de trabajo. Las plantillas están mermadas y entre los compañeros se están doblando turnos porque no hay médicos para sustituciones en la bolsa de empleo. El sistema ya estaba muy tensionado previamente a la DANA. Para los médicos es una sobrecarga, no solo de trabajo [en estos días se han recibido hasta cuatro circulares diarias como en pandemia], sino también afectiva y emocional.
A pesar de los esfuerzos, las condiciones aun son precarias porque faltan ordenadores, no hay historia clínica, ni receta electrónica; por no tener, en algunos centros, no tenemos ni sillas, pero tampoco fonendoscopios ni tensiómetros. Cuando estás en modo supervivencia hay lagunas importantes en el diagnóstico. Hemos vuelto a una medicina de beneficencia como la de los años cincuenta.
¿Qué impacto puede tener sobre la población este retroceso?
La atención primaria es lo que da equidad al sistema de salud en España. Quienes puedan irán a la medicina privada, pero serán los colectivos más desfavorecidos quienes más van a notar y quienes se van a quedar atrás tras la catástrofe de la DANA.
¿Afecta de algún modo especial a las mujeres?
Ahora todas las mujeres solo tienen una prioridad, que es quitar barro. Es preocupante porque baja el número de denuncias por violencia de género, pero no significa que no haya casos. Además, por su vocación natural de cuidadoras, las mujeres se despreocupan de su salud y se van a demorar diagnósticos. Se disparará el riesgo cardiovascular, habrá cánceres no detectados prematuramente o más problemas de salud mental, especialmente entre las más vulnerables.
¿Es la leptospira un problema?
La gente está en contacto con el barro. Las aguas estancadas tienen mucha contaminación y son foco de bacterias. Es importante, como se viene advirtiendo, la adopción de medidas preventivas y protegerse adecuadamente. Los vecinos tienen que ser conscientes de la necesidad de cuidarse, de parar y atender cualquier síntoma sobre su salud. La población ahora está en modo supervivencia y estamos viendo que, por ejemplo, se hacen una herida y no se curan adecuadamente; entonces el riesgo de infección se eleva. A corto plazo, la principal preocupación son las enfermedades infecciosas.
¿Preocupan los mosquitos?
La prevención es importante porque las larvas de los mosquitos se reproducen en aguas estancadas y ahora en Valencia estamos inundados. Algunos de ellos son vectores de enfermedades infecciosas que podrían llegar a reproducirse como la malaria, el dengue o el virus del Nilo. Es raro, pero no imposible, por eso es muy importante estar vigilantes.
La información que se está dando a los ciudadanos [en alusión a la app ‘Mosquito Alert’ que están difundiendo el Ministerio de Sanidad y la Generalitat] es una buena iniciativa que empodera a la población.
Una frase final
Necesitamos que la administración pública esté a la altura en la gestión. La respuesta en la emergencia ha sido rápida, pero ahora queda recuperar la asistencia sanitaria en los centros de salud.