Imagine una nariz, pero electrónica, capaz de detectar biomarcadores de cáncer de mama, diabetes, endometriosis o el virus del papiloma humano. Imagine, además, que puede hacerlo a través de una simple prueba de orina y sin que tenga que moverse de casa. Esa nariz, de olfato casi mágico, ya existe. La ideó una ‘FemTech’ con sede en EEUU.
Pero como la tecnología va por delante de nuestra capacidad de adaptación -y de nuestras expectativas-, empecemos por el principio. Las ‘FemTech’ son un sector, que no solo tiene en cuenta a las mujeres, sino que las sitúa en el centro de la innovación tecnológica.
Si nos centráramos únicamente en los números, podríamos hablar de un sector en auge y de proyecciones que multiplican ceros: se estima que el mercado global de las ‘FemTech’ alcance los 60.000 millones en 2027. Sin embargo, dentro de la industria, las cosas no son tan prometedoras. La inversión en ‘FemTech’ representa solo el 1-2% de la financiación total de la tecnología sanitaria. Y entre 2011 y 2021, solo el 4% de los nuevos medicamentos de tecnología médica relacionados con condiciones de salud específicas de las mujeres fueron aprobados en EE.UU.
LactApp es una app móvil creada en España que ofrece información y apoyo de forma personalizada en la lactancia y la maternidad, también con un Centro de Atención a la Lactancia y la Maternidad en Barcelona y una división de formación para profesionales de la salud. La app está presente en todo el mundo con más de 1 millón de usuarias, en España la usan 1 de cada 4 nuevas madres y, a día de hoy, ha resuelto más de 26 millones de consultas. María Berruezo, su fundadora, lleva en el sector desde mucho antes de que se acuñara el concepto FemTech. A pesar del éxito, sabe lo que es que pongan en duda su trabajo. Ella y su equipo tuvieron que demostrar que la desatención a la maternidad y la lactancia es un problema que requiere soluciones urgentes. “Nos enfrentamos a la ignorancia del problema, a los tabúes y prejuicios asociados con la lactancia, y a la falta de apoyo financiero para invertir en la tecnología en las etapas iniciales del proyecto”, relata. Mujeres abordando un problema que afecta directamente a otras mujeres. “Estoy convencida de que este enfoque ha generado incomodidad o inseguridad en inversores, acostumbrados a proyectos cuyas necesidades comprenden mejor”, confiesa.
Otro obstáculo al que se enfrentan estas empresas es que, incluso después de haber conseguido financiación y tener su producto listo para salir al mercado, se encuentran con desafíos que no enfrentan las compañías enfocadas en la salud masculina. Por ejemplo, Béa Fertility, un kit de fertilidad para uso doméstico, fue informado por Amazon de que no podían vender su producto en la plataforma si utilizaban las palabras “vagina” o “canal vaginal”. Sin embargo, la palabra “semen” fue aceptada sin ningún problema.
Sigamos imaginando: ¿Utilizaría unos tampones que previenen infecciones vaginales como la candidiasis? Apostamos que sí. Pues no solo existen, sino que están listos para salir al mercado, pero Amazon también les ha censurado. “La cantidad de tiempo y dinero que las empresas desperdiciamos tratando de resolver estos problemas nos destruye por completo”, cuenta Clio Wood, cofundadora de CensHERship.
Internet está lleno de anuncios sobre la disfunción eréctil, pero los algoritmos de los motores de búsqueda castigan a nuestros pechos y vaginas. “Nuestro mayor reto ha sido mantener activas las campañas y las publicaciones en plataformas como Google Ads y Facebook (META). Nos penalizaban las imágenes que subíamos una media de cinco veces al año, alegando que supuestamente no cumplían con las políticas de la plataforma. Decían que las imágenes mostraban demasiada piel o desnudez. Cabe destacar que todas las fotos de nuestras modelos incluían top y bragas, ya que ni siquiera intentamos usar sujetadores”, cuenta Cristina Torres, cofundadora de Cocorointim, una empresa que produce ropa interior absorbente con la intención de ofrecer un producto más sostenible, cómodo y saludable que los artículos convencionales de un solo uso, como compresas y salvaslips. Berruezo asiente porque conoce bien la censura. “En Instagram nos banean y penalizan por publicar contenido explícito sobre lactancia y salud de la mujer”, relata.
Para combatir esta censura, más allá de los juegos de palabras y de sustituir “vagina” por “canal de parto”, las empresas del sector han creado CensHERship, una campaña originada en el Reino Unido que busca poner fin a la censura del contenido relacionado con la salud femenina en línea. Una investigación realizada por The Guardian reveló que el 100% de las empresas FemTech ha experimentado problemas similares. El 75% ha sido rechazado al intentar abrir una cuenta bancaria; el 60% ha visto su cuenta cerrada, el 32% sufrió retrasos en el procesamiento, y el 21% le cobraron tarifas más altas. Barreras que rompen para que la salud de ellas sea la norma.