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Yolanda Díaz deja caer a Sumar, ¿Y ahora qué?

Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras la segunda jornada del debate de investidura.
Yolanda Díaz felicita a Pedro Sánchez tras la segunda jornada del debate de investidura. EFE/ Juan Carlos Hidalgo

La cita electoral pedía un perdedor y llegó al día siguiente. El 9-J ha dejado en tablas las intenciones del PP y PSOE: los resultados de las europeas no aceleran la agenda de Sánchez ni Feijóo, pero sí han liquidado la de Yolanda Díaz. Su dimisión como líder de Sumar implosiona todo un espacio político con efectos inmediatos y en diferido. Sumar, juguete roto en 14 meses, tiene difícil sobrevivir a la salida de Díaz. Ella lo puso en marcha, decidió el nombre, la forma (que fuera una plataforma y no un partido), hizo las listas en las elecciones generales, las gallegas, las vascas y esta última cita electoral que supone de facto su salida de la política como líder capaz de sostener el proyecto político de la segunda coalición en democracia.

Con un problema añadido. Sumar no tiene los mecanismos de sustitución de liderazgos definidos. A Yolanda Díaz le molestó profundamente ser designada por Pablo Iglesias a través de un vídeo. Su salida se produce de manera similar. Con un vídeo a los suyos y a la ciudadanía -sin preguntas, sin reunión de urgencia- a falta de haber creado un procedimiento dentro de la dirección de Sumar. Como ejemplo, ninguna de las marcas admitirá unas primarias donde solo puede ganar Izquierda Unida por su número de militantes. Así que no hay forma de elegir a nadie sin provocar una pelea cainita, tan propia del espacio.

Sumar no ha podido celebrar ninguna alegría electoral desde el 23 de julio. Pero el malestar venía de antes y se ha gestado en lo orgánico. Hubo polémica cuando Díaz vetó a Irene Montero y rompió con Podemos. Una apuesta arriesgada que asumió en primera persona -con mucha ayuda de Podemos para acabar rompiendo-. Celebró los 31 diputados, pero no consiguió contentar a las ocho fuerzas del llamado grupo plurinacional. Ni en el reparto de portavocías del grupo parlamentario, excluyendo a Podemos y a IU, ni en los tiempos, ni en la elección de candidaturas cada vez que llegaba un proceso electoral.

Yolanda Díaz no ha sabido crear una dinámica estatal y renunció muy pronto a representar a los partidos que se unieron a Sumar como un todo. La dimisión de lo orgánico sin renunciar al Gobierno, explican desde su entorno, se explica por su gestión. Por una hoja de servicios como ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda con buenos resultados desde 2018. Pero la decisión de abandonar la coordinación de Sumar y no los cargos genera vacíos de legitimidad a corto plazo. Las coaliciones se articulan desde una vicepresidencia simbólica y ejecutiva. Aunque Díaz pretenda mantenerla, ¿Quién interlocutará por Sumar? ¿Quién manda? ¿Quién ordena el espacio? Cuando designen portavoz o líder sucesoria, ¿Cómo va a estar jerárquicamente por debajo de Díaz?

Los ministros y ministras siguen de momento y no hay crisis de Gobierno a la vista. El control del grupo parlamentario se mantiene de manera transitoria. Y desde los ministerios de Sumar confían en que este tiempo sin citas electorales a la vista les deje recomponerse. Pero Sumar queda tocado de manera irreversible y abre una pregunta. Con los socialistas absorbiendo todo el electorado en un refuerzo del bipartidismo por ese lado ¿Es posible la izquierda a la izquierda del PSOE?

Una dimisión tras una dura derrota electoral es incompatible con una buena efeméride. Yolanda Díaz ha tomado una decisión responsable, que pudo haber articulado mejor, pero asume la responsabilidad del resultado. Siempre ha sido correcta en las formas, apostó por rodearse de otras mujeres, y su perfil oxígeno la política tan necesitada de candidatas a la presidencia del Gobierno. Díaz superó la prueba de fuego, conseguir 31 escaños para una segunda coalición, pero ha fracasado como líder orgánica. Su salida tiene implicaciones inmediatas y para el resto pasarán unas semanas. Lo justo para evitar una implosión que lleve a una crisis de Gobierno, un episodio con el que Pedro Sánchez no contaba.

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