Pedro Sánchez no controla la partida, va a la zaga y eso se nota. Es el desgaste del poder sumado a que sus gobiernos se han sustentado en el equilibrismo, en la fórmula kamikaze de una política que quiso ser de bloques y al final fue de bloqueos, de división, de extrema y pura supervivencia personal. A esto hay que añadirle el desahogo de unas prácticas que, al menos, son de todo punto inmorales y que, además, pueden acabar siendo calificadas como ilegales. Todo recuerda mucho, salvando las distancias, a ese final agónico del Felipismo, esa huida hacia delante de quien parecía inmortal y aun herido de muerte trataba de aparentar normalidad y resistencia.
Aquellos últimos coletazos de los que fueron los hombres de pana, una rosa decolorada, un partido enrocado en sí mismo, entregándose a la deriva postrera de un líder y una formación con la brújula estropeada y la realidad alterada, que iba a las puertas de las cárceles a jalear a ministros condenados por crímenes de Estado, que trataba de normalizar que el hermano de Alfonso Guerra tuviera un despacho en la Delegación del Gobierno de Andalucía y despachase sus turbios asuntos con vistas a la Plaza de España.
Todo apunta a que estamos asistiendo a las bocanadas postreras, al silencio de antes del derrumbe de un hiperliderazgo con más grietas que motivos para seguir. El presidente del Gobierno siempre ha encontrado una rendija, un pretexto, una cortina de humo para cambiar el rumbo de la conversación, una última posesión y un tiro de tres sobre la bocina. Es un especialista de los últimos cuartos, pero esta vez el balón no lo tiene él, los recogepelotas se quedan sin motivos para devolvérselo, la defensa posicional le hace aguas y el árbitro va a volver a pitarle la antideportiva.
Tiene tres casos distintos abiertos, tres heridas de muerte supurando, y cada día se conoce una nueva y reveladora información. Su esposa, su hermano y el tándem Koldo/Ábalos. Lo de Begoña es inédito en democracia, el máster sin titulación, las cartas de recomendación a Barrabés, las reuniones con empresarios en la Moncloa, la posterior circulación de dinero público y subvenciones, el conflicto de intereses. Lo del brother diciendo que el absentismo laboral no es delito y pidiéndole a la UCO que invalide los correos que incautaron de su visita a Badajoz también suena mal. Igual que tampoco es bonita esa partitura del ex secretario de organización, al que recordemos que se apresuraron a apartar, en el Grupo Mixto. Volcados de un centenar de teléfonos, la sombra de Delcy y Air Europa y nombres como el de Víctor de Aldama que se repiten y que hacen temblar a la Moncloa y Ferraz. Por cierto, ¿alguien ha visto a Santos Cerdán? Todos sabemos jugar a ser malos, le dijo Ábalos a Alsina durante aquellas horas de tensión extrema.
La semana pasada, además, hemos conocido el escándalo de los puntos violetas. Ha salido a la luz cómo la directora del Instituto de la Mujer presuntamente ha hecho negocio con la violencia de género, embolsándose contratos públicos, con lo que a todas luces parece una práctica de enchufismo y amiguismo. Hoy todavía esta señora sigue en su puesto y no se le ha reclamado ni una sola explicación plausible. El PSOE ha perdido el norte, también lo hemos visto con Manuel Chaves sacando pecho y refiriéndose a los ERE de Andalucía como un montaje. Han decidido tomarle el pelo a la sociedad, tratar de imponer una realidad paralela, alejada de los hechos y las pruebas. El surrealismo.
La cosa es que no solo planea la sombra, cada día más sólida, de la corrupción. También ensordece el silencio que lleva aparejada y el tirón de oreja de socios como el PNV que empiezan poco a poco a retirar las fichas del tapete. La estrategia desesperada es ir a por el Juez Peinado, que estamos de acuerdo en que está realizando una cuando menos caótica, siendo generosos, instrucción. El problema es que se descubren tan preocupados y desubicados que hacen salir en tromba a todo el Gobierno a atizarle, incluido al Ministro de Justicia. Ésa es la demostración del sindiós en el que están, que han perdido totalmente los papeles y el rumbo, el foco y la precisión. La otra parte que están usando para defenderse es ir a por los medios de comunicación. Resulta enternecedor ver cómo se intenta instalar el falaz relato de que Sánchez siempre ha hablado de lo necesario que era hacer una Ley de Medios enmarcada en la necesaria regeneración democrática. Se les debe olvidar a todos los que promulgan esa idea que el primer aviso que nos dio el presidente de su preocupación respecto a lo que él llama pseudomedios fue en su célebre primera carta a la ciudadanía, tras el bochornoso paripé de los cinco días de reflexión. Otro síntoma inequívoco del acorralamiento en el que vive. Cada día tienen menos recorrido sus golpes de efecto, pierden fuelle sus últimos ases en la manga, los conejos de su chistera están en huelga de hambre.
Sánchez ha perdido la batalla de la estética, pero no se nos olvide que también la de la gestión. Preside un Gobierno sin presupuestos, que solo ha aprobado una ley; la de la amnistía, y que, por ende, depende de un prófugo de la Justicia y de un ramillete de socios inestables y caprichosos que lo están consumiendo poco a poco. El Ejecutivo va a ninguna parte, no se ocupa de los problemas reales de la gente, no gobierna ni hace el amago de gobernar. Llevamos meses hablando de ellos, y no de los ciudadanos. Mientras, en Cataluña, el territorio donde se había colocado la medalla de la concordia, todo sigue encallado, a Illa se le empañan las gafas y Puigdemont se frota las manos esperando a que le vuelva el foco. Y, ay, Vox se ha ido de los gobiernos autonómicos, minimizando ese comodín de que el PP se arrostra a los pies de la ultraderecha.
No nos engañemos, Sánchez intentará otros mil golpes de efecto. Al igual que su equipo hizo explicándole a Nacho Carretero, autor de Fariña, quién le había secuestrado su libro, el presidente les explicará a los españoles quiénes están robándole la estabilidad a este Gobierno progresista, que desde el principio ni era Gobierno ni era progresista. Queda muy poco para que todo salte por los aires.