Una imagen que cambió el estilo de hacer política

Se cumplen 20 años del reportaje de Vogue sobre las ministras del gobierno paritario de ZP. En su momento, la mirada que predominó fue la crítica, pero luego les siguieron otras como Sáenz de Santamaría

Si lo piensan, seguro que con más o menos detalle tienen en la cabeza la foto en cuestión. O, más que la foto, el jaleo que se montó en torno a ella. Igual no somos conscientes, pero en dos décadas el país, afortunadamente, ha cambiado mucho. Por eso, hablamos con tres expertas diferentes para volver a observar una de las fotos más comentadas en la España de 2004, con otros ojos. Pasen y vean.

La mirada publicitaria

Hubo quien creyó que era una imagen que buscaba la crítica, la polémica. Ese “que hablen de nosotras, aunque sea mal”. No es la opinión de Isabel Adriana Vázquez Sacristán. Ella es publicista y dirige el Master de Branding de Moda, Belleza y Lujo de la Universidad Francisco de Vitoria. “Hay otras campañas que sí buscan generar múltiples voces, ya sean positivas o negativas, casi gritándote. Yo, como publicitaria, no sería una tendencia que, a día de hoy, recomendaría, porque borrar luego es complicado, casi imposible, te diría”, puntualiza. “En el caso de la fotografía de las Ministras creo que se buscaba una cabecera que fuese femenina. Buscaban el mimetismo entre ‘cabecera femenina’ y ‘mujeres Gobierno paritario’”. En opinión de Vázquez, aunque se levantaron ampollas, ese no era el objetivo del reportaje. “Yo no creo que se buscase más revuelo del que ya se había causado”. Según ella, se eligió ese formato y esa revista por una razón: “era un medio con muchas lectoras mujeres y jóvenes que podían ver esa paridad en el Gobierno.

Creo que lo que se pretendía era eso: acercarse al público femenino”. Hablando de críticas, llegamos a la conclusión obvia: las primeras veces nunca son fáciles. “En ese momento, todo lo nuevo era un revuelo constante”, nos explica recordando que estamos hablando del año 2004. “Era una tendencia que venía de Estados Unidos, pero era la primera vez que se hacía en España. Las primeras veces que se hace algo siempre son más susceptibles a la crítica que si eres el segundo, tercero o el cuarto, que ya causan muchísimo menos revuelo”.

A nivel fotográfico, según su experiencia, faltó color. “En cuanto a la foto en sí misma, en este tipo de cabeceras de moda, soy más partidaria de los contrastes. Casi todas las Ministras optaron por el negro, porque el negro es elegancia y es discreción. Creo que, por lo que pudiese causar la fotografía, se buscaba un poco esa discreción”. Continúa mirando la imagen y añade: “hubiese echado en falta looks que representasen la personalidad de cada una de ellas, que fuesen un paso más allá”. Pese a todos los ríos de tinta que se escribieron sobre el tema, veinte años después esta publicista califica la foto como “discreta”. “Los conjuntos son discretos, no buscan una exageración, no hay muchos contrastes. Personalmente, yo hubiese optado por mayores contrastes de color”.

Sobre el medio elegido, afirma: “las cabeceras de moda tienen más profundidad de lo que la gente piensa. Hacen artículos súper relevantes, con gente muy interesante, que no solo hablan de una marca o una crema. En los últimos años, este tipo de periodismo ha sufrido un cambio muy interesante y ha dejado de tener muchos estigmas gracias, precisamente, a iniciativas como esta que antes no se nos pasaba ni por la cabeza”.

La mirada protocolaria

“La piel del sofá y la puesta en escena son cuestiones editoriales de la revista. Considero que pudieron ser factores que se malinterpretaron”. Quien habla ahora es Diana Rubio, Doctora en Comunicación y Politóloga. Se ha especializado en protocolo y ese es el punto de vista que utiliza para enfrentarse a la imagen. “A nivel de protocolo y etiqueta, supuso demostrar la flexibilización de esta disciplina, a la que tachan de rígida, cuando cada vez más demuestra su versatilidad”. En opinión de Rubio, el protocolo puede ir mucho más allá. “Aquí tuvimos un ejemplo. En Moncloa, donde estamos acostumbrados a ver a jefes de Estado, visitas de mandatarios, y actos más encorsetados; dieron un giro sacando los sofás al jardín y dando protagonismo a los miembros femeninos del ejecutivo”. Cree que tras este acto disruptivo había una motivación. “Feminizaron en cierta manera la imagen del Gobierno, en un contexto donde aún quedaba mucho por hacer en igualdad”.

No obstante, cuando hablamos de “igualdad” señala un matiz, un error que seguramente hoy no se cometería. “Es curioso que los modistos (que son todos hombres), no fueran también mujeres”. Una pequeña torpeza que en su momento no llamó la atención. “Podrían haber hilado más fino, ya que estamos hablando de moda y de visibilización de mujeres en puestos de responsabilidad”, añade. “No todas, pero sí alguna. Habría estado genial”. Veinte años después es muy improbable que se diera esta situación. “Ahora, en 2024, seguro que caen en estos detalles, muestra de la profesionalización del sector”.

La mirada sociológica

Miramos en este caso a través de los ojos de Olga Herrero Pariente, socióloga especializada en psicología social. “De repente existió un cambio importante y lo abanderaron estas mujeres, las Ministras del PSOE”, empieza diciendo. “Yo creo que fue un cambio bastante intencionado desde el punto de vista de romper ese contexto en el que lo serio tenía que estar en ciertos programas, en ciertos medios, en ciertas revistas…”. En resumen, las revistas de moda o las catalogadas como “de sociedad” no eran serias. Ahí los políticos no entraban. No se podía escribir sobre temas importantes en productos pensados mayoritariamente para mujeres. Pero, cuando Vogue publica este reportaje, la cosa cambia. “Ahí se rompe ese contexto”, cuenta. “Por eso hubo tantas críticas en ese momento y, sin embargo, luego vemos cómo evoluciona”, narra Herrero.“En España había mucho miedo, por ejemplo, a perder la credibilidad por salir en un programa de ocio. O la seriedad. Había esa idea de lo que puede ser un político y lo que no puede ser”, sigue analizando. “Hace años no hubiéramos podido pensar que un político o una política podría estar en un programa tipo El Hormiguero, que se supone que es un programa de ocio. Eso ha ido cambiando. De hecho, cambia a raíz de esta portada”.

La sociedad española, que hace veinte años se enfrentó a ese reportaje, poco tiene que ver con la actual. “Se ha entendido que los formatos de credibilidad y de seriedad no están asociados a ciertos programas, a ciertas formas de vestir o a ciertos discursos. Lo que la gente va pidiendo en esta evolución a nivel sociológico es conocer al político o la política, saber cómo es en su intimidad. Porque al final, quien está detrás de ese político o esa política es una persona”.

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