Cristina Casol (Lleida, 1969) se convirtió el pasado mes de enero en diputada no adscrita del Parlament de Cataluña después de que Junts la expulsara abruptamente del grupo y del partido. Fue la primera diputada en presentar una denuncia de acoso por razón de género ante la Oficina de Igualdad y en activar el protocolo previsto en estos casos. El informe resultante acreditó varias situaciones de discriminación y constató un “machismo arraigado” en Junts. Pero el denunciado, el presidente del grupo parlamentario, Albert Batet, no fue culpado directamente en el documento, así que Junts se dio por inocente y fulminó a Casol de sus filas.
Lejos de amilanarse, Casol, arquitecta y funcionaria de carrera de la Generalitat, optó por seguir con su trabajo parlamentario. “A mí una diputada me dijo que vivió algo parecido. Me dijo que ella optó por callar, por tener un perfil bajo y por marcharse al final de la legislatura. Podía haber hecho lo mismo, pero mi circunstancia es la que es. Yo tengo 55 años y tengo vida profesional fuera de la política. Y en política debe haber gente libre”, dice en esta entrevista.
— ¿Cuántas veces le han dicho que “lo mejor hubiera sido no denunciar nada y callar”?
— Pues debo decir que muchas veces. Y da mucho que pensar. Si esto me hubiera pasado en la empresa privada, pues lo más fácil cuando sufres un episodio de machismo es no decir nada y marcharte. Me hubiera evitado muchas cosas desagradables actuando así, eso es cierto. Pero es que yo soy diputada, represento a toda la gente que me votó y creo que este cargo de responsabilidad pública lo debo defender.
— La dirección de Junts la expulsó del grupo y la la situaron en el hemiciclo junto a los diputados de Vox. ¿Fue intencionado?
— Totalmente. Me echaron del grupo parlamentario de Junts por machismo y me situaron ideológicamente estoy en una bancada que no es la mía.
La falta de garantías en Junts
— Vayamos paso a paso. Usted denunció al presidente del grupo de Junts, Albert Batet, por acoso por razón de género, aunque había otras personas que actuaban como él. ¿Por qué solo le denunció a él?
— Cuando expongo mi caso a la oficina de igualdad del Parlament me explican que en casos de abuso de poder es más adecuado dirigir la denuncia contra un superior en términos jerárquicos. Es cierto que los machismos que yo sufro los protagonizan diputados y diputadas —porque también hay mujeres machistas— de mí mismo nivel, pero todos actúan al abrigo de un responsable.
— El informe, sin embargo, no culpa directamente a Batet de las situaciones que usted sufrió.
— No lo culpa a él, sino a su entorno inmediato, es decir, a los diputados próximos a la dirección, unos 10. El informe también acredita que el denunciado rompe el principio de confidencialidad porque lo socializó con varios testimonios. Y también habla de recomendaciones al grupo parlamentario tanto en materia de acoso como de confidencialidad. Dice que el grupo debería realizar formaciones para atajar el machismo. Batet sabía lo que a mí me ocurría y él me decía que no lo veía. Lo primero que debió hacer es establecer las herramientas para solucionarlos, pero no hizo nada.
— ¿Y lo trasladó al secretario general de Junts, Jordi Turull?
— Turull no quiso ni hablar conmigo. Él se entera de toda esta situación una vez la oficina de igualdad del Parlament cierra el caso. Yo pedí por escrito una mediación, pero no quiso hablar conmigo.
— ¿Y a Puigdemont?
— Orgánicamente no forma parte ni de la permanente ni de la dirección nacional. Y al final hablamos de un proceso que ha sido muy rápido porque desde que mi caso sale a la luz hasta que me expulsan apenas pasan 20 días.
— ¿Por qué no denunció su caso en los órganos internos de Junts y acudió a la oficina de Igualdad del Parlament?
— La comisión de garantías de Junts la forman seis personas, de las cuales hay dos que son diputados y firmaron la petición de mi expulsión del grupo parlamentario. ¿Qué imparcialidad pueden tener en mi caso estos dos diputados dentro de una comisión de garantías? Además de esto, la presidenta de la comisión de Junts, Magda Oranich, no ha demostrado ningún tipo de garantías en los procesos que ha manejado. Ni garantías de confidencialidad ni de ningún tipo a las personas que se han sometido a un proceso en esta comisión. Se resuelven los temas sin ninguna imparcialidad.
— Explicado así, no parece que sirva de mucho esta comisión de garantías de Junts.
— No funciona, no garantiza la imparcialidad en ningún momento. El presidente del grupo parlamentario al que yo acuso firma a favor de mi expulsión del grupo. También forma parte de la permanente en Junts y también vota para me expulsen del partido. Y como él hay varios. En esta situación también está la presidenta del Parlament, Anna Erra, y el diputado David Saldoni. Ellos dos también firman mi expulsión del grupo parlamentario y del partido. Es decir, que no hay garantías porque siempre son los mismos verdugos, en el grupo y en el partido.
“Dinámicas muy rancias”
— ¿Cómo ejecutaron su expulsión en el partido?
— Me echaron de los grupos de comunicación de Junts de Whatsapp, de Telegram y de Signal. Y se supone que han redactado un informe de la comisión de garantías para formalizar mi expulsión, pero a mí no no me la han hecho llegar, no me han comunicado nada.
— Junts es un partido con pocos años de vida, pero lo que explica suena a muy vieja política.
— Sí, es un partido bastante nuevo y con una característica fundacional muy propia, que era el amplio espectro ideológico. Desde el inicio había gente de izquierdas y de derechas, pero unidos por la idea de la independencia de Cataluña. Se suponía que era un partido nuevo para un país nuevo. Y ha acabado siendo un partido muy viejo con unas dinámicas muy rancias. Ante la imposibilidad de denunciar todo lo que me pasaba en el ámbito del partido, en el ámbito de Junts, opté por la Oficina de Igualdad del Parlament en el mes de noviembre.
— ¿Qué le piden en la Oficina de Igualdad del Parlament?
— Registré mi denuncia y se activó el protocolo de igualdad del Parlament al comprobar que existen indicios de acoso en mi caso. Escribí un documento con las diez situaciones más importantes en las que había sufrido machismo.
— ¿Cuáles son?
— Situaciones de exclusión, falsos rumores sobre mi persona, un episodio de gritos y señalamiento en el hemiciclo, comentarios peyorativos, abuso de poder, gestos groseros, propuestas absurdas de cambios en comisiones parlamentarias, vetos a la presentación de iniciativas parlamentarias, menosprecio y aislamiento en reuniones.
— ¿Todo lo atribuye a machismo o hay más razones?
— Hay también un componente ideológico porque mi posición es más propia del centro izquierda y en Junts hay una mayoría de centro derecha. Para mí es obvio que esta mayoría se impone con machismo.
— La Oficina de Igualdad constata un “machismo arraigado”, de hecho.
— La investigación de la oficina de igualdad concluye con un informe que a mí se me libra el 10 de enero. Este informe da por probado un acoso laboral estándar con dinámicas de poder y de género. Constata un ambiente de trabajo no deseable, lo que en términos legales es un acoso de tipo ambiental. También describe un ambiente poco democrático y transparente, sin espacios ni maneras para resolver conflictos.
El miedo a las represalias
— El informe también menciona que hubo parlamentarias de Junts que prefirieron inhibirse de la investigación. ¿Por qué?
— Sí, explica que hay diputadas que no quisieron participar como testimonios en la investigación por miedo a represalias, y también que había un machismo muy arraigado en las relaciones personales. De las 10 situaciones que yo denuncio, la oficina de igualdad acredita cuatro: falsos rumores, gritos, aislamiento y comentarios peyorativos sobre mi persona y mi forma de vestir.
—¿La forma de vestir?
— Sí, me decían que vestía de manera poco formal, como de la CUP me decían.
— ¿Qué hace usted al conocer el informe?
— Yo entendía que todo el contenido del informe era muy grave y, por tanto, que el grupo parlamentario emprendería acciones correctivas de acuerdo con las recomendaciones. Pero el grupo se limitó a acogerse al hecho de que no se culpaba directamente al presidente del grupo parlamentario y en base a eso 25 diputados de Junts firmaron una carta pidiendo y consumando mi expulsión. De alguna manera, dijeron: o nosotros o ella. Y ya no hubo mediación posible.
— La suya no ha sido la única denuncia por machismo en Junts.
— No. También la diputada Aurora Madaula denunció acoso de tipo machista a finales de noviembre. Ella habló de violencias silenciosas y supuso un golpe para la dirección de Junts, que también recogió firmas en el grupo parlamentario para pedir su expulsión. En su caso firmaron 22 diputados para su expulsión, en el mío 25.
Acabar con el adversario
—¿Cuándo comenzó a detectar el machismo en el partido?
— Yo entré en política con 50 años. Había trabajado en la empresa privada como arquitecta y también había trabajado con administraciones públicas. Soy funcionaria de carrera de la Generalitat y he hecho muchas cosas, por ejemplo, con administraciones locales. Y un acoso machista de este tipo nunca lo había sufrido a lo largo de toda mi vida profesional. Bueno, ni en mi vida profesional, ni en la escuela, ni el instituto, ni en la facultad. Nunca he visto este machismo ni esta manera de acabar con el adversario porque vienen elecciones y si pueden acabar conmigo otro ocupará mi silla, etcétera.
— Usted es arquitecta, ¿no vivió situaciones de machismo en el mundo de la construcción, un mundo muy masculinizado?
— Trabajé con muchos hombres y nunca sufrí algo parecido. Yo tenía el rol de arquitecta y debo decir que siempre se me respetó este rol de forma absolutamente piramidal. ¿Cómo podría ir a una obra y que los hombres me aislaran, me marginasen, me señalasen o me criticaran por cómo voy vestida? Nunca lo viví.
— ¿Cómo fueron sus últimos días en el grupo Junts?
— Recuerdo todos estos últimos tiempos con la presión continua. En la última reunión del grupo en la que estuve me quedé sola porque la diputada Aurora Madaula ya estaba de baja y tratamos un tema que era de viviendas de uso turístico. El caso es que yo en los últimos 10 años de mi carrera profesional fui jefa del servicio de Vivienda en Lleida, dentro del departamento de Territorio. Y defendí el derecho a la vivienda por encima de la ley turística. En esta reunión me quedé sola ante grupo de veintipico personas. No estoy en contra de la regulación turística, pero debe prevalecer el derecho a la vivienda. Pero lo que hacen es primero dejarte sola y luego difundir rumores respecto a que yo he votado diferente en otras ocasiones. Y esto, sin base alguna, lo hacen para hacerme daño y forma parte del acoso.
— ¿Cómo se sintió tras la expulsión?
— Libre y, en particular, muy liberada de todas estas presiones que he sufrido y que han sido muy desagradables. Trabajo sola pero ya no tengo la presión de un grupo que ha ejercido un machismo tan radical contra mí. Estoy más tranquila y puedo desarrollar mi actividad política en otras condiciones.
Suspender el protocolo de acoso
— ¿La presidenta del Parlament no ha abordado su caso con usted de forma particular?
— En ningún momento, nada de nada. La presidenta ha actuado de una forma muy extraña. Y muy partidista. Porque intentó suspender el protocolo de acoso que existe en el Parlament y me pareció una manera de actuar muy ilegítima.
— ¿Diría que el protocolo de acoso del Parlament ha funcionado bien en su caso?
— Ha tenido errores o, como mínimo, disfunciones. Mis derechos como denunciante no se respetaron porque se rompió la confidencialidad durante el proceso y este punto es clave. Con lo cual el protocolo hay que mejorarlo, pero en ningún caso suspenderlo. ¿Qué mensaje estamos dando a las mujeres que quieran acogerse a este protocolo? Es fatal porque lo que se ha proyectado es que si denuncias acabas expulsada del grupo parlamentario y luego del partido.