Ministra de Infancia
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Sira Rego existe (o eso creo)

Se llama Sira Abed Rego, su nombre es sinónimo de ignoto y, aunque no se lo crean, es ministra del Reino de España desde noviembre de 2023. Titular, en concreto, de la cartera de Juventud e Infancia, departamento novísimo engendrado por el Gobierno de Sánchez para mantener la fiesta en paz con Sumar, bastón menguante, pero todavía imprescindible. Hija de palestino y de española, nutricionista de formación, afiliada al PCE y miembro de la Coordinadora Federal de Izquierda Unida, tras la masacre perpetrada por Hamás contra civiles israelíes el pasado 7 de octubre, tuiteó: “Palestina tiene derecho a resistir tras décadas de ocupación, apartheid y exilio”; el 19 del mismo mes, junto a su camarada Urtasun, votó en contra de condenar en el Parlamento Europeo los atentados antes referidos. Siempre ha habido clases, en fin. También entre las víctimas.

Los españoles que, sabiamente, miran más allá de ese ombligo con pelusa etnocéntrico y grave que conforman políticos y periodistas emparentan a Rego con las sirenas, los gamusinos y demás criaturas mitológicas. Los paisanos ignoran su existencia tanto como la de su ministerio: tal y como informó en esta casa Alejandro López de Miguel, es “la segunda ministra más desconocida, con solo dos leyes este año”. Frecuenta poco la palestra mediática y, cuando lo hace, no suele salir bien parada. Nicolás Cook, de nuevo, en Artículo14, el 5 de enero. España, a la cabeza de la UE en pobreza infantil: “Nuestro país tiene la segunda cifra más alta de riesgo de pobreza infantil y exclusión social (34,5%). Es la peor desde que existe un registro”.

Hace unos días, la columnista Rosa Belmonte se preguntaba en El Hormiguero para qué servía el Ministerio de Infancia y Juventud y, rauda y presta, la gaseosa Rego cobraba forma tiktokera para justificar, malamente, lo imprescindible de su superfluo y fallido negociado. El reparto de menores inmigrantes no acompañados no lleva la firma de la comunista, cero a la izquierda de un cero a la izquierda, sino la rúbrica xenófoba del prófugo Puigdemont, “supremacista identitario” según el quijotesco Emiliano García-Page, socio indispensable de Sánchez y líder de un partido infecto que, tras acordar que los Mossos se harían cargo de las fronteras y de la devolución de ilegales, festejó la cosa porque refuerza la “identidad nacional de Cataluña”. Siete votos son capaces de transformar La Internacional en Els Segadors.

Los llamados “criterios objetivos” de reparto no son más que un traje a medida para contentar al hombre que, desde Waterloo, mece la cuna monclovita. Las comunidades autónomas gobernadas por el PP se plantean hacer un frente común contra el real decreto ley. Rego, este miércoles, les recordó que existen “mecanismos para sancionar” a los rebeldes. Según la última proyección de su ministerio, Madrid recibiría 806 menores; Andalucía, 795; la Comunidad Valenciana, 478; Cataluña, 27, y el País Vasco, 88. El Ejecutivo, gastando populismo de hojalata, insta a ser solidarios con los niños y reparte carnés de ultraderecha a quien ose criticar el ordeno y mando. Recordemos las palabras del presidente castellano-manchego, a quienes hace unos meses le quisieron endilgar un trasunto amable y contemporáneo de un campo de concentración en el aeropuerto de Ciudad Real, este miércoles, en Mira (Cuenca): “Lecciones de solidaridad no voy a admitir ni de los que pactan con Vox, con la extrema derecha, ni de los que pactan con la extrema derecha independentista”. Pues eso.

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