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Sílvia Orriols tiene todas las de ganar

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, cedió a la exigencia del prófugo Carles Puigdemont por enésima vez –y las que quedan, queridos; lo lamento por los frustraditos pretendientes de Génova 13– y PSOE y Junts acordaron delegar las competencias en materia de inmigración a Cataluña. Habrá Mossos controlando la frontera y la autonomía, mini Estado encubierto o lo que sea, gestionará las devoluciones de extranjeros cuando tengan prohibición de entrada. La hedionda proposición de ley, registrada por ambos partidos en el Congreso bajo la fórmula de “contrato social atractivo”, ha sido calificado por el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, como “absolutamente racista”: “Siento mucho bochorno como socialista, como ciudadano de este momento actual”. Por su parte, la alcaldesa de Ripoll, Sílvia Orriols, novísima Juana de Arco indepe, ridiculizó el pacto en X: “Ahora las competencias en inmigración las tendrá el PSC en vez del PSOE. Qué gran victoria la de Junts. Jugada maestra”.

Los socialistas, por conveniencia, y los puigdemontoneros, por instinto, chapotean en la charca xenófoba y/o racista de un partido, Aliança Catalana, que en las pasadas elecciones regionales obtuvo 118.000 votos, el 3,8% del total, traducidos en dos diputados –uno por Gerona, otro por Lérida–, y que ha tenido la habilidad y la inteligencia de maridar el veneno nacionalista que pujoles, montillitas, obispos, tevetreseros y derivados inyectan en la sociedad catalana desde hace cuarenta años, con el discurso mainstream del momento, o sea, con el abrevadero ideológico que frecuentan Trump, Putin, Vox o la AfD. No en vano, el secretario de Estudios y Programas, Jordi Aragonès, ha reconocido que busca alianzas con la formación de Alice Weidel, medalla de plata en los últimos comicios alemanes. El lema, Salvemos Cataluña, tampoco queda lejos del America First.

La enmienda de Sílvia Orriols a la política catalana reciente es total. Considera que, salvo el suyo, todos los partidos “contribuyen a la extinción de Cataluña” y suspira por la defunción definitiva del procés, “un proceso hacia la nada”. Admira la catalana a Daniel Cardona, fundador de Estat Català y de otros grupos, como Nosaltres Sols, defensor de la lucha armada para conseguir la independencia, furibundo racista: “Un cráneo de Ávila no será nunca como uno de la Plana de Vic. La antropología habla más elocuentemente que un cañón del 42”. Diplomada en Biblioteconomía y Documentación, ha trabajado de camarera, tendera, peón industrial y secretaria. Conoció a su pareja hace cosa de un cuarto de siglo, en una reunión política. Fundó Aliança Catalana en 2020 y cebó su discurso cargando contra los inmigrantes y los musulmanes. Cuando le recuerdan que los terroristas islamistas del 17-A eran de su pueblo, hablaban catalán y repartían panfletos por el golpe del 1-O, alega: “Se integran en la lengua, pero no en los valores ni en la ética”. A los salafistas no les pasa una –y bien que hace–. Con ella no jugaría ni a los chinos, pero le reconozco osadía y franqueza. “Crecer” y “ganar” son verbos que puede conjugar en presente de indicativo. Asegura que “Cataluña es la nación de mis antepasados y será el estado de mis hijos”. La Historia, a esta hora, juega a su favor. Por culpa de Junts y, la duda ofende, del PSC y del PSOE.