No hay día más popular en Cataluña que la festividad de Sant Jordi, célebre por el sinfín de rosas y libros que invaden las calles de Barcelona y del resto de municipios catalanes. De santa Jordina y de santa Georgina —también es hoy su día— ya hablaremos.
Cuenta la leyenda —pueden sospechar desde ya que no la creó nadie con una mínima perspectiva de género— que en el pueblo de Montblanc había un dragón insaciable que devoraba a todos los animales a su alcance hasta que ya no hubo más bestias que llevarse a la boca. Comenzaron los vecinos, a continuación, a alimentar al temible reptil entregando a una chica por día, a la cual adjudicaban a través de sorteo, hasta que le tocó a la hija del rey ser el plato del banquete. En este punto apareció milagrosamente un corajudo caballero armado, llamado Jordi, que clavó su lanza en el cuello del dragón y salvó la vida a la joven (sí, era joven y hermosa, faltaría más).
Así se forjó la leyenda de Sant Jordi y así pasó a la historia el rescate de una princesa que —lo han adivinado— tan siquiera tenía nombre. De aquella sangre del dragón brotó un rosal y el caballero tomó la flor más hermosa para obsequiar a la hija del rey.
Ellos cultos, ellas delicadas
Siglos después de esta supuesta hazaña, la gran mayoría de catalanes cumplirán este martes, 23 de abril, día de Sant Jordi, con la tradición de comprar alguna(s) de los 7 millones de rosas que se van a poner a la venta en las calles de Cataluña (el 80% proceden, por cierto, de Colombia y Ecuador). La(s) regalarán a madres, esposas, novias, hijas, amigas y compañeras de trabajo. O, lo que es lo mismo, raramente verán este día de Sant Jordi a hombre alguno recibir una rosa porque así son las tradiciones, a menudo impermeables al signo de los tiempos.
Pero hay más. Desde hace casi un siglo, en el año 1930, se sumó un nuevo elemento a la tradición sexista. Se instauró la celebración del Día del Libro el 23 de abril, coincidiendo con Sant Jordi. La jornada cultural se celebraba desde hacía solo 4 años (1926) el 7 de octubre porque se pensaba que esa era la fecha de nacimiento de Miguel de Cervantes. Pero al existir dudas al respecto y debido a la presión de la Cámara del Libro de Barcelona, el Gobierno accedió a cambiar la fecha, ya que sí que había la seguridad de que Cervantes fue enterrado el 23 de abril, al igual que William Shakespeare.
Y desde ese momento se consagró con gran éxito la tradición de regalar flores a las mujeres y libros a los hombres, una costumbre favorecida, entre otros motivos, por el aplastante analfabetismo femenino de esos años 30 (superior al masculino, que tampoco era de nivel prusiano).
El paso de los años ha ido transformando esa costumbre y el regalo de los libros se ha diversificado entre hombres y mujeres. El sexismo, no obstante, persiste en los grupos de mayor edad, que suelen mantener la tradición de flores para ellas, libros para ellos.
¿Y las Georginas? ¿Y las Jordinas? ¿Qué hay de ellas? El Idescat (Instituto Catalán de Estadística) tiene contabilizadas a unas 4.000 Georginas y a 1.200 Jordinas. Hoy también es su santo, pero las instituciones prevén hacer lo de cada año: negarles todo protagonismo porque, al fin y al cabo, a ninguna de ellas se le atribuye haber dado muerte a un animal mitológico.