El Gobierno reconoció esta semana que puede ser “más rentable” empezar a pensar en los Presupuestos Generales para 2026, vistas las dificultades para avanzar hacia las de 2025. Por mucho que Pedro Sánchez diga en público que quiere “sudar la camiseta” para lograr los 176 votos necesarios, desde las filas de ala socialista del Ejecutivo preparan el discurso para aterrizar este escenario. Y el propio presidente lo naturaliza en su discurso.
Tras un breve paréntesis de optimismo por el acuerdo con Junts para delegar competencias en materia de inmigración a la Generalitat de Cataluña, Moncloa empezó a rebajar el optimismo. El “puzzle” necesario para aprobarlos, es “muy difícil”, reconocieron esta semana. Ha habido “llamadas, sondeos y comentarios” con otros partidos, pero el contexto del aumento del gasto en defensa ya comprometido ha dado la puntilla a sus planes.
A finales de marzo, escasos días antes de que culmine el lapso temporal que se concedió el Gobierno para llevarlos a la Cámara Baja, en el Ejecutivo asumen que están “en mal plazo”. Aprecian una pequeña “ventana” de posibilidad entre los meses de “abril y mayo”, aunque esta abertura se va cerrando. Y sin renunciar oficialmente, aún, a estas cuentas no natas -que están guardadas en un cajón-, en el Gobierno insisten en que los Presupuestos prorrogados de 2023 les sirven para seguir operando.
“No está cerrada la puerta”, insiste una dirigente socialista. La misma que pone el foco en que los presidentes autonómicos del PP -con la excepción de Carlos Mazón y otros con mayoría absoluta- prorrogan sus cuentas. “Y la vida sigue”. En el caso de la coalición, esto supone un choque con Sumar, que reclama la presentación de las cuentas y asume que sin ellas tendrá aún menos margen de maniobra.
Pero sabe que no tiene herramientas para forzar a Hacienda a dar este paso. Y que desde el departamento de María Jesús Montero repiten que están más o menos cómodos con sus cuentas prorrogadas. O que no contemplan hoy llevar una nueva senda de estabilidad al Congreso. Les faltan votos. Y por eso se agarran a sus viejos Presupuestos, elaborados hace más de dos años y medio.
Es un argumento que han ido rebajando o reforzando en distintos periodos durante los últimos meses. Hubo un hito en septiembre, cuando el jefe del Ejecutivo acabó matizando sus propias palabras sobre su decisión de gobernar “con o sin el apoyo del poder Legislativo”. Las votaciones de esta misma semana en la Cámara Baja, más allá del fracaso volvieron a demostrar que este respaldo es precario.
Una de las que se vislumbran con mayor claridad es la que tiene que ver con el comprometido aumento del gasto en defensa. El presidente comparecerá la próxima semana en el Congreso para explicar las conclusiones de los dos últimos Consejos Europeos, marcados por los llamamientos de Bruselas a incrementar el gasto en Defensa.
Con su hoja de ruta en esta materia, como ocurre con los Presupuestos, el Ejecutivo mantiene un discurso medido: ante los focos, no descarta del todo el paso de este plan por el Congreso para su debate y votación, aunque tampoco lo compromete. Fuera de cámara, por contra, defiende que hay mecanismos que lo harían necesario.
Esta misma semana, su grupo votó a favor de todos los puntos, menos uno, de una iniciativa no vinculante del PP sobre esta materia. Rechazó sólo un apartado de la PNL, que exigía precisamente que estas decisiones tengan el visto bueno de los grupos con representación en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo.
Sumar, que votó en contra de la estrategia marcada para los 27 por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, para incrementar este gasto, también avaló, simbólicamente, la salida de la OTAN.
Las dificultades de Díaz y los palos en la rueda de Junts y Podemos
Sánchez hace equilibrios para no poner en más apuros a Yolanda Díaz, y dedica algunos de sus esfuerzos al debate semántico entre Defensa y Seguridad. Díaz representa a un espacio de fuerzas de izquierdas muy distintas, pero no goza de un cargo orgánico al que amarrarse. Esta semana su grupo votó en línea con las posiciones de Izquierda Unida, la organización de Sumar con mayor oposición a la Alianza Atlántica. No hacerlo les hubiera generado un nuevo pulso a la interna.
La propia Díaz o la portavoz del grupo, Verónica Martínez Barbero, muestran en su discurso público la incomodidad que les genera este tema. Las entrevistas que concedió Barbero en televisión estos días, en las que medía cada palabra sobre el incremento del gasto en defensa, corrieron entre sus rivales de Podemos, otrora aliados. Los morados, fuera del Gobierno, pueden permitirse un fondo y unas formas que no podían articular cuando estaban dentro. Sumar no puede asumir este lujo, y nota esta presión.
El partido de Ione Belarra, además, ha ido advirtiendo a Sánchez de que sus posiciones sobre Defensa, que a su juicio le convierten en un “señor de la guerra”, tendrán reflejo a la hora de ceder sus votos. Tanto en el PSOE como en Sumar hay figuras de peso convencidas de que Podemos anhela un adelanto electoral que les permita medirse con Díaz, y dan por hecho que no permitirán la aprobación de unos nuevos Presupuestos.
Si otros socios más estables, como ERC, ya han planteado que es mejor pensar en las cuentas de 2026, el rol de Junts per Catalunya estos días ha vuelto a coger a la coalición con el pie cambiado. Votaron en el Congreso, junto con el PP, contra la creación de la Agencia Estatal de Salud Pública que habían avalado en comisión sólo una semana antes. Es la segunda vez que comprometen un ‘sí’ para después dar un portazo.
Fue un voto de castigo al Gobierno, por no permitir tramitar unas enmiendas a otra norma. Y dinamitó la sensación de tregua en la que vivían con Junts desde hace apenas un par de semanas. Carles Puigdemont, como reconocía un dirigente socialista estos días, tiene la sartén por el mango si negocia voto a voto, ley a ley. El contexto hoy, a menos de tres meses de la cumbre de la OTAN, el límite que Sánchez ha marcado para concretar sus planes, no es propicio para abrir este melón.
Sin embargo, estas dificultades para cumplir siquiera con la obligación constitucional de presentar los Presupuestos antes del último día de septiembre, las llamadas del expresidente Felipe González para que convoque elecciones, o las hostilidades del PP desde Bruselas, no parecen suficientes para hacer mella en el presidente. Está dispuesto a resistir, insisten en sus filas.
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