Hace ocho meses en una galaxia que hoy parece muy muy lejana, Pedro Sánchez posaba para los fotógrafos sentado en la mesa de las taquígrafas, en el centro mismo del Hemiciclo. Acaba de abrochar su tercer mandato consecutivo y sus equipos hacían vibrar los whatsapp de los periodistas para recordar que había conseguido 179 apoyos, lo que suponía mejorar los números de sus pasadas intentonas y casi igualar los que logró en la moción de censura a Rajoy (180). Lo que no decían esos mensajes sincronizados era que dicha investidura se convertía también la que acumulaba más votos en contra (171).
Mientras todas las declaraciones frente a las cámaras incidían en la transversalidad de los apoyos y la capacidad del PSOE para la contorsión negociadora una senadora con décadas de trabajo a sus espaldas sentenciaba ante un pequeño grupo de plumillas: “Hasta aquí lo bonito, lo feo empieza ahora”. Ocho meses que parecen una legislatura después, nadie pondría en duda las dotes como augur de la veterana parlamentaria, aunque tampoco fuera la suya una predicción excesivamente arriesgada.
Esta semana se supone que el presidente se iba a poner delante de las cámaras para hacer un balance de cómo marcha la locomotora gubernamental tras el primer tramo del mandato. Se acaba el primer curso parlamentario tras los comicios del pasado verano y ya es una tradición hacer este tipo de comparecencias antes de cerrar por vacaciones. Julio se consume el miércoles y de momento no hay certezas de que esa intervención se vaya a producir. El Gobierno despista con una cita que se esperaba para el lunes y que quedó en el aire cuando el juez Peinado se autoinvitó el martes a La Moncloa.
La declaración del presidente como testigo en el caso que afecta a su esposa va a terminar de amargarle al Ejecutivo este Season Finale de la primera temporada. Si a esto le sumamos la polémica en el Instituto de la Mujer, la debilidad del Fiscal General del Estado, que el Supremo sigue buscándole las cosquillas a la Ley de Amnistía o la crisis migratoria, queda claro que no está siendo un verano plácido para el PSOE y su líder. Pero si algo ensombrece el semblante a Sánchez y los suyos son los constantes quebraderos de cabeza que les procura el Junts de un Puigdemont que tras liársela la semana pasada en el Congreso, ahora amenaza con asomar la cabeza por territorio español en las próximas semanas.
En el equipo presidencial contaban con haber llegado a esta meta volante lanzados, gracias a un buen puñado de acuerdos parlamentarios, pero el superpleno del pasado martes no acabó como esperaban. Junts tiró por tierra la primera piedra de los presupuestos y enterró la posibilidad de que el Gobierno exhibiera solidez y cintura, logrando alcanzar acuerdos a varias bandas. Le salió bien lo suyo con el PP (para renovar el CGPJ), con Podemos (para prorrogar el escudo social), pero no logró reformar las leyes migratorias y se quedó sin la joya de la corona del pack; La senda de déficit que sirve para arrancar el viaje de las cuentas.
En Hacienda ya están trabajando para volver a intentarlo cuanto antes, pero nadie puede ocultar la desazón que les produce tener que lidiar con los independentistas para mantener viva la legislatura.
El pulso eterno entre la derecha y la izquierda en Cataluña lo está pagando Sánchez en Madrid y los menos triunfalistas reconocen que es imposible tener satisfechos a los de Rufián y Nogueras a la vez.
No obstante, a pesar de todo lo ocurrido en estas semanas, en el núcleo duro de Ferraz y Moncloa siguen convencidos de que pronto estos baches habrán quedado atrás y que la cosecha catalana dará sus frutos en breve en forma de investidura de Salvador Illa. En el puente de mando de Ferraz defienden que las nuevas entregas de las maniobras del juez Peinado cada vez consiguen atraer menos atención de la ciudadanía y que las fechas estivales terminarán de robarles toda la audiencia. Superada la declaración esperan echarle el lazo al Govern y de esa forma endulzar agosto. En septiembre creen que Junts asumirá que se les ha escapado la Generalitat y tratará de exprimir al máximo su representación parlamentaria. De estos análisis optimistas depende que Sánchez y su Gobierno consigan sobrevivir en la segunda temporada de la legislatura y que su serie no quede cancelada.