Corría la media tarde del sábado 30 de noviembre y Pedro Sánchez ya llevaba unas horas de reuniones con sus jefazos regionales, enfrascado en cerrar su nueva Ejecutiva para comandar al PSOE. Mientras tanto, en una serie de carpas anejas la soldadesca socialista debatía la futura carta ideológica de la formación. Casi todas las comisiones cerraron con celeridad sus trabajos, incluida la que tenía que bailar con el asunto más feo; la financiación autonómica. Cuando todos los delegados se iban hacia la cantina con la satisfacción del debate bien hecho en una de las mesas seguía la disputa. Por un micrófono que alguien se olvidó de cerrar resonaba por el palacio de congresos sevillano la acalorada discusión en la comisión encargada de lo referente a la Igualdad.
De repente, tras una votación, se acalló la disputa y comenzaron a escucharse cánticos: “Ésta es la lucha de las mujeres”. El coro iba subiendo de intensidad y claro, empezó a concitar la atención de la prensa para disgusto de los servicios de comunicación del partido. Las feministas clásicas del PSOE apagaron su júbilo, pero el lío estaba servido porque habían conseguido aprobar una enmienda que suponía que a partir de ahora el socialismo dejará de hablar de personas LGTBIQ+ para referirse al colectivo como LGTBI, sin Q y sin +.
Lo que supone este cambio ya lo hemos explicado con extensión en las páginas de Artículo14, pero más allá de la batalla ideológica esta decisión tiene consecuencias políticas. Aún más si tenemos en cuenta que horas después de este cercenado de siglas, Pedro Sánchez decidió descolgar de su puente de mando socialista a la ministra de Igualdad, Ana Redondo, y darle la secretaría del ramo dentro del partido a la flamante delegada del Gobierno en Valencia.
La lectura estaba clara; Pilar Bernabé sube y Ana Redondo baja. Hay fuentes que reconocen que el mandato de la vallisoletana no termina de carburar. Se le dio un ministerio que siempre estuvo en la picota durante el mandato de Irene Montero con la idea de que lo pacificara y lo luciera y no ha terminado de lograr ninguno de los mandados. Con el acoso constante de Podemos que no para de reivindicar el legado de su hoy eurodiputada, con la presión que no cesa de Sumar, que sigue mirando con ojos aviesos la cartera, Redondo ha tenido que navegar además en un mar proceloso por culpa del marcaje del feminismo clásico que abjura de la ley trans y con la losa que suponen las excarcelaciones asociadas a la ley del Sólo sí es sí.
La tarea no era sencilla, pero es que además durante el último año el ministerio ha tenido un par de polémicas potentes. La elección de Isabel García como directora del Instituto de las Mujeres llegó con mucho ruido a causa de un puñado de mensajes tránsfobos que la propia García había tuiteado en el pasado y aun tenía atesorados en su timeline. Para colmo de males luego se conoció que junto a su pareja había logrado la adjudicación de más de medio centenar de contratos para montar puntos violeta en ayuntamientos gobernados por el PSOE amasando cerca de 250,000 euros. El otro debe en el currículo de la ministra tiene que ver con el desliz legislativo de la ley de paridad que abrió un agujero que permitía el despido a padres y madres que se hubieran acogido al permiso por cuidados.
Desde el entorno de la ministra le quitan hierro a la decisión de Sánchez de sacarla del núcleo duro de Ferraz y la circunscriben simplemente a la cuota territorial: “Ya había mucha gente de Valladolid con representación en la Ejecutiva y los movimientos internos para refrescar el partido siempre son buenos”. Fuentes cercanas a Redondo desligan el cambio de lo ocurrido en Sevilla con las siglas Q+ y dicen que “este es un debate interesante que seguirá, pero que en ningún caso restará derechos a ninguna persona”. “Esto no va a afectar al trabajo del ministerio y la ministra se siente respaldada por el socialismo”, zanjan.
El respaldo sólo se testará de forma efectiva cuando el presidente Sánchez se decida a hacer una crisis de Gobierno de calado. Hasta ahora el líder del Ejecutivo se ha limitado a firmar meras sustituciones cuando salieron Calviño, Escrivá o Ribera, pero nunca cesa la comidilla de que se avecinan cambios. Uno de los que sube en las apuestas internas es el que afectaría a una Redondo que se muestra tranquila. A fin de cuentas por mucho que arrecien las quinielas el único que sabe lo que pasará realmente es un Pedro Sánchez que jamás da pistas y además suele actuar en sentido contrario a lo que cacarean los rumores.