Josefa Ros Velasco

“El aburrimiento que causan los políticos desemboca en una polarización extrema”

Esta filósofa de formación es una de las mayores expertas en el estudio del aburrimiento. En su ensayo 'La enfermedad del aburrimiento' aborda un tema que, según explica, es inherente a la humanidad

Josefa Ros es investigadora especializada en estudios del aburrimiento en la Universidad Complutense de Madrid. Reconoce que se aburre con facilidad, pero rompe el mito de que sea una cuestión de exceso de tiempo libre. Todo lo contrario. Nos aburrimos porque gastamos nuestro tiempo en cosas que no nos aportan valor.

Su libro se titula La enfermedad del aburrimiento ¿es realmente una patología aburrirse?

El aburrimiento se ha considerado en términos metafóricos como una enfermedad a lo largo de toda la historia de Occidente. Cuando el aburrimiento perdura en el tiempo y somos incapaces de librarnos de él, no solamente es que pueda empeorar otras patologías preexistentes, sino que en sí mismo se puede acabar convirtiendo en una condición patológica.

¿Y qué es aburrirse?

Aburrirse es encontrarte en una experiencia, una actividad, una situación, un contexto en el que lo que tú sientes es que estás perdiendo el tiempo. Es decir, que estás invirtiendo una energía para tratar de comprometerte con esa situación y, sin embargo, no esperas recibir a cambio lo suficiente como para que te merezca la pena. Así que es la sensación de  estar perdiendo el tiempo, de estar ocupándote en algo que para ti no tiene valor.

Mi madre siempre me ha dicho “yo no tengo tiempo de aburrirme”. ¿Es un mal de las nuevas generaciones?

No, en absoluto. El aburrimiento es una experiencia ubicua y atemporal. Se lleva dejando constancia de su padecimiento desde hace muchos siglos. Tendemos a confundir aburrimiento con estar sin hacer nada, con tener demasiado  tiempo libre y eso no es algo que suceda en la sociedad contemporánea. Ahora mismo estamos sobrecargados de trabajo, expuestos a infinidad de opciones de entretenimiento, de estímulos y aun así nos aburrimos. No tiene ningún sentido asociar el aburrimiento con tener tiempo.

¿Cómo se combate el aburrimiento?

La mejor manera de   evitarlo es no dejarnos llevar siempre, no ocupar nuestro tiempo con esos entretenimientos más banales, más fácilmente accesibles. Toda esta batería de opciones que pone a nuestra disposición la industria del entretenimiento masiva del consumo. Hay que hacer una reflexión más profunda acerca de qué es lo que como individuo me llena, en qué situación o con qué tipo de ocupaciones siento yo que estoy empleando mi tiempo de una forma verdaderamente valiosa.

Y si esa sensación la tienes en el trabajo…

Cuando hablamos de estructuras que resultan aburridas, como puede ser el trabajo en la oficina la cosa es un poco más compleja, porque lo que tenemos que atacar directamente son los cimientos de esas estructuras que realmente están provocando aburrimiento en un número amplio de personas. En el contexto laboral quizás hay que escuchar más las demandas de los trabajadores, buscar incentivos que funcionen. El aburrimiento se empezó a tratar desde un punto de vista científico precisamente por los trabajadores de las fábricas de finales del siglo XIX  y se vio que afectaba directamente a la productividad. Todo lo que hemos tratado de poner en marcha gira sobre todo en el incentivo económico que ayuda mucho, pero no es suficiente. Ahora se está poniendo el acento en el “salario emocional” que consiste en permitir que tu trabajo sea compatible con otras actividades. Se ha tratado  de estimular al trabajador de muchas formas, pero está claro que si llevamos más de cien años dándole vueltas a este asunto es que aún no hemos dado con la clave.

He leído que no es muy partidaria de la máxima “necesitamos tiempo para aburrirnos” que ha acuñado la ministra de Trabajo

A la señora Yolanda Díaz le digo que no necesitamos tiempo para nosotros mismos, al margen del tiempo del deber, necesitamos tiempo del poder, tiempo en el que nosotros podamos decidir cómo queremos ocuparlo, al margen de la obligación de cumplir con las actividades para satisfacer las necesidades básicas. La vicepresidenta confunde aburrimiento con descanso y con tiempo para uno mismo.

Quizás necesitamos un ministerio del aburrimiento

No soy partidaria de aumentar el Estado, sino de todo lo contrario de reducirlo al mínimo, pero sí que es cierto que debería preocuparnos como sociedad la cuestión del aburrimiento. Los políticos deberían preocuparse  de estar causando aburrimiento a la sociedad porque esto acabará desembocando en un absentismo a la hora de ir a las urnas cada vez mayor, y lo que es peor, en una polarización extrema. Al final ese desencanto es un caldo de cultivo para los extremismos, para para que  triunfen los totalitarismos, es decir, el hecho de que nuestros políticos acaben produciendo  aburrimiento juega en detrimento de la democracia.

En Estados Unidos visto el resultado electoral deben estar tremendamente aburridos

Abrazar opciones políticas como el trumpismoo las políticas de Milei, que en cierto sentido, podemos llamar extremistas en tanto en que proponen cambios que pasan por una reestructuración radical de las instituciones con las que cuenta un país -no lo digo en ningún caso en sentido peyorativo- está relacionado con el hastío. Al final dices, mira esto, ya sé lo que me está basados en muestras no muy representativas. La teoría es que las mujeres nos adaptamos muy ofreciendo y optas por un cambio extremo y a veces es peligroso. Hay que medirlo.

Para su libro ha hecho una muestra de muchísimas entrevistas ¿se aburren igual hombres y mujeres?

Hay estudios que dice que los hombres tienden a aburrirse más que las mujeres, pero están bien, tanto a las opciones que nos ofrece la vida pública como lo que nos ofrece la vida privada, mientras que el hombre tiene más dificultades no para convivir o sentirse realizado dentro de la esfera doméstica. También hay otras tesis que apuntan al hecho de que los hombres son más reticentes a probar cosas nuevas y son víctimas del miedo a equivocarse, a quedar en ridículo. Se encierran más en su zona de confort.

Vamos a analizar expresiones tan manidas como “el tiempo lo cura todo” o “el tiempo vuela”

No, algunas veces no sucede eso. Hay cicatrices que nunca llegan a cicatrizar, heridas que no cierran del todo y nos acompañan para siempre y no pasa nada. No, no todo hay que curarlo. Hay  cosas que no tienen por qué desaparecer de nuestra biografía, que está bien que estén ahí y sigan estando presentes y de vez en cuando nos recuerden qué es lo que sucedió. Y respecto a “el tiempo vuela” pues sí. El tiempo es un bien muy escaso, muy improbable. Lo último que queremos es desperdiciarlo.

Empiezo a pensar que ha escritos sobre el aburrimiento porque se aburría

Sí, la verdad es que soy una persona que  tiende a aburrirse con mucha facilidad. Las personas que tendemos a aburrirnos con facilidad no somos tontos, ni idiotas, ni incapaces de apreciar las maravillas de la creación. Al contrario, somos personas exigentes, no nos conformamos con cualquier cosa y no estamos dispuestos a darle nuestro tiempo a ocupaciones o situaciones con las que sentimos que no estamos en sintonía. Así que a mí me importa mucho  la cuestión del aburrimiento, porque me importa mucho la cuestión de la ocupación del tiempo, pero sobre todo me importa  qué está sucediendo en partes de la sociedad en las que el aburrimiento disfuncional está haciendo m ella. Hay personas que se aburren constantemente, incluso sabiendo cómo quieren ocupar su tiempo.

¿Cuáles son los problemas de las sociedades actuales?

La dependencia es para mí el número uno. El problema de la dependencia va aparejado al de la longevidad. Cada vez vamos a vivir más años pero, no necesariamente vamos a vivir mejor, vamos a ser más dependientes. Esto va a incurrir en un gasto público enorme que no tenemos ni idea cómo vamos a abordar. Hay que empezar a tomarnos esta cuestión muy en serio porque si tenemos suerte todos vamos a llegar a mayores. Es muy importante que cuando uno empieza a ver mermada su capacidad cognitiva, su capacidad física, la sociedad garantice que esa persona sea lo más autónoma posible.

El segundo problema es la soledad, la desvinculación, el individualismo. Hemos perdido la capacidad de pensar como sociedad. Estamos tan ensimismados en nosotros mismos, en nuestros proyectos individuales, en sacar nuestros pies del barro, solo de nuestros psique nos vamos a extinguir como sigamos de esta manera. No es normal que en la prehistoria se tuviese más conciencia de la necesidad de formar comunidad, de ayudarnos los unos a los otros, que en la actualidad.

Y el tercer problema que tenemos como sociedad es la falta de libertad. No podemos estar pendientes de si lo que pienso yo y mi forma de entender la vida es mejor que la tuya y a la fuerza te tengo que cancelar y tengo que obligarte a que pienses como yo. Se ha impuesto la idea de que esto de la democracia me gusta, pero solo cuando ganan los míos.

En la tragedia de Valencia hemos visto a miles de voluntarios. ¿Se remueven las conciencias?

 Sí, se remueven las conciencias un mes y luego se nos vuelve a olvidar todo y en    gran parte ayuda que nuestra clase política aproveche cualquier crisis para lanzarse los trastos a la cabeza. Es tremendo. En el Covid se decía que tras el confinamiento la sociedad iba a cambiar, que habíamos descubierto que somos vulnerables, en cuanto recuperamos la normalidad otra vez cada uno a lo suyo.

Ante estos fenómenos meteorológicos extremos hay quien habla de que estamos ante “el principio del fin”

Podríamos estar en el principio del fin de la humanidad, de la sociedad tal y como la conocemos, pero no es el fin del mundo. Desde luego que no. La tierra ya existía antes de que existiésemos nosotros. Ni es la primera vez que cambia el clima en el planeta, ni va a ser la última. No soy catastrófica en ese aspecto y desde luego sí que pienso que que si hay un fin de la humanidad también queda tiempo.