Rebajas en Jackson Hole

La política monetaria de los últimos años ha estado dominada por la subida de tipos para domeñar ese potro salvaje que es la inflación y se espera que cierre el ejercicio en un 2%

Jackson Hole es un valle situado en las Montañas Rocosas, en el estado de Wyoming. Es famoso por sus estaciones de esquí y por ese ambiente de película del Oeste que recorre sus calles, tan habitual en muchas zonas rurales de los Estados Unidos. Cuando se visita, aparece la sensación de que por cualquier esquina asomará el General Custer o Toro Sentado, pero no, en Jackson Hole, quien se asomará será el presidente de un banco central.

El valle es realmente bonito con sus altos picos nevados, sus arroyos, sus praderas y sus animales. Originalmente, fue habitado por tribus indias que lo utilizaban para cazar y, después, lo ocuparon tramperos y cazadores de pieles. En el valle, solo existe la pequeña ciudad de Jackson, con una población de 10.000 habitantes, y una serie de pueblos que raramente supera cada uno los 1.000 pobladores. En fin, en la inmensidad del paisaje americano a Jackson Hole no se le conocería de no haber sido porque a alguien de la Reserva Federal de Kansas se le ocurrió organizar una reunión anual de política económica, debido a sus ríos trucheros, con la esperanzada idea de atraer a Paul Volcker, entonces presidente de la Reserva Federal americana, y apasionado de la pesca. Y la idea funcionó tan bien que, desde hace muchos años, no se es nadie en política económica, monetaria y bancos centrales, sino que se participa en la reunión anual de Jackson Hole.

Los participantes son, muchos de ellos, los que mueven los hilos de la economía mundial. Cada año se juntan para analizar el momento, las tendencias macro y la forma de acometer los próximos meses. Existe una regla de oro, que aplica incluso para los periodistas. Se puede hablar de todo lo que públicamente se dice en el foro, pero nada de lo que se comenta en privado.

La estrella invitada, ya habitual todos los años, es Jerome Powell, el presidente de la Reserva Federal. Es cierto que los recortes de tipos anunciados por el Banco Central Europeo y por el Banco de Inglaterra eran todo un preludio para la ansiada puesta en escena de Powell. Y Powell no defraudó. La política monetaria de los últimos años ha estado dominada por la subida de tipos para domeñar ese potro salvaje que es la inflación. Parece que está siendo lentamente controlada. En Estados Unidos se sitúa ahora en un 2,9% y se espera que cierre el ejercicio en un 2%.

Por tanto, como insistió Powell, la mayor preocupación actual se cierne en favorecer un aterrizaje suave que amortigüe la recesión y que favorezca la política de empleo. Actualmente, la tasa de desempleo se mantiene estable alrededor del 4%. A primeros de agosto, la publicación de unos datos malos, con el fantasma de la recesión sobrevolando, provocó el lunes negro del 5 de agosto que arrastró a una caída sin precedentes recientes a las bolsas mundiales. Las semanas siguientes las aguas volvieron a su cauce y los mercados se han ido recuperando y volviendo a la senda de crecimiento que abanderan desde 2023. Pero el riesgo sigue ahí.

Paul Krugman, el prestigioso economista afín a los demócratas, ha defendido ardientemente que la próxima reunión de mediados de septiembre de la Reserva Federal no sea timorata y aplique una rebaja habitual de 25 puntos básicos y alcance los 50. En caso contrario, Krugman considera que se perjudicaría el crecimiento y que se produciría una fuerte caída del empleo. En otras palabras, se entraría en recesión.

Por tanto, las cartas parecen servidas. Se espera que la Reserva Federal rebaje los tipos en su reunión de mediados de septiembre. Ya veremos cuánto. Se prevé que le sucederán otras este año y el siguiente. El Banco Central Europeo se reúne también en septiembre con la expectativa de otra rebaja de tipos, aún más justificada por la moderación salarial y por la cuasi recesión que afronta la otrora locomotora alemana. Lo mismo se espera del Banco de Inglaterra y del conjunto de los asiáticos, con más razón cuando la marcha de sus economías es optimista.

Las rebajas del dinero, una vez que la inflación va camino de controlarse en las economías occidentales, favorecerá el crecimiento de la actividad y la generación de empleo. Aire fresco para todos, pero sin perder de vista que la guadaña de la recesión asoma en cualquier esquina.