La izquierda alternativa vive uno de sus momentos más difíciles a tenor de las encuestas. El último barómetro del CIS ilustra que la coalición Sumar se ha desplomado en casi un punto y medio en estimación de voto en un solo mes (del 7,6% al 6,2% de los respaldos), y Podemos apenas ha mejorado dos décimas, pasando del 3,8% de los votos a apenas el 4%.
Siguen a dos puntos del 12,3% de las papeletas que cosecharon en las elecciones generales del 23-J. La distancia con respecto a los 31 diputados que lograron concurriendo juntos es mucho mayor, dado el funcionamiento de la ley electoral. Para preocupación del PSOE, que asume que no podrán reeditar el Gobierno de coalición si el espacio político a su izquierda acude a las urnas dividido.
En las últimas semanas las relaciones se han tensado y enfriado aún más; mientras el partido de Yolanda Díaz tendía la mano, los morados se han apresurado a responder con un portazo. Están dispuestos a hablar, a las puertas de unas elecciones, con algunos de los partidos que concurrieron bajo el paraguas de la vicepresidenta, pero se niegan a incluirla en la ecuación.
Superados los congresos del partido de Díaz, Movimiento Sumar, y de Podemos, el polvo empieza a asentarse y se clarifican los respectivos escenarios que manejan cada una de las fuerzas. Por parte de la vicepresidenta segunda no hay ninguna voluntad de responder a los dardos de los morados, a sus continuos recados para que se integre en el PSOE. De hacer “política desde las tripas”, como lo catalogaban en su entorno.
Más allá de trasladar la presión sobre los morados, no hay intención de confrontar directamente, porque espera que en 2027, cuando se prevén las próximas elecciones generales, la presión social y política les obligue a aceptar un nuevo matrimonio de conveniencia para no ver definitivamente sepultadas sus siglas.
Públicamente no quiere aclarar si aspira a repetir como candidata, como sí lo transmitió hace meses a algunas de las organizaciones que vertebran Sumar. Haber pasado de ser la ministra mejor valorada a integrarse en el furgón de cola, así como las dificultades que está encontrando para hacer realidad su promesa estrella, la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales, no ayudan.
También sabe que Montero sí o sí va a estar en las listas si depende de los morados, y que la coexistencia con la exministra de Igualdad es inviable. Díaz se afana por separar lo personal de lo político, pero todos los dirigentes consultados reconocen que es imposible entender las dinámicas de la izquierda alternativa sin tener en cuentas las variables personales, las profundas enemistades que durante años han ido cultivando los distintos actores.
Montero ha optado por no esperar más, por ponerse a los mandos de la nave que comparte con la secretaria general, Ione Belarra. Por rechazar cualquier aproximación a un partido que no quiere nombrar, pero que sitúa subordinado y absolutamente entregado al PSOE.
Con una mano, la eurodiputada y exministra de Igualdad golpea a todas las fuerzas de este espacio, se auto referencia como mascarón de proa de la única organización que puede armar una candidatura para “hacer crecer las fuerzas de la paz”.
“Si no lo hacemos nosotras, no lo va a hacer nadie, porque los demás ya se han colocado del lado del genocidio y del lado de la sumisión a las exigencias de la OTAN”, defendió el sábado, durante la Asamblea de su partido. También alentó movilizaciones en las calles.
Montero nombró en varias ocasiones al Partido Socialista y a Pedro Sánchez, pero las cargas de profundidad iban dirigida hacia Sumar, una alianza en la que se integran el partido de Díaz y otras fuerzas, entre las que Izquierda Unida es, por su tradición, la que más sufre estos dardos.
La que históricamente se ha movilizado y denunciado con especial intensidad la invasión de Irak de 2003. También la que ha traído durante años a la memoria el disparo del carro de combate estadounidense que mató al periodista gráfico José Couso en esa misma guerra.
Montero alude a todo este imaginario, reclama la salida de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que Izquierda Unida siempre reclamó, pero que en sus orígenes Podemos evitaba abanderar. Le sonaba a izquierda tradicional
IU, nacida al calor de las manifestaciones contra la entrada de España en la OTAN, recibe los golpes y asume cómo intentan pescar en su tradicional caladero de votantes, pero también escucha la promesa de que serán “generosos”. “Hay que mirar hacia afuera, tender la mano, y ser generosas, y volver a hablar con todo el mundo, e insistir y acoger a la gente”, recitó Montero.
Esa mención a la generosidad evoca las complicaciones económicas que afronta IU o el propio Podemos, tras la pérdida de poder institucional en las últimas convocatorias con las urnas. La diferencia es que Podemos recurrió a un ERE hace año y medio, pero no tiene deudas con los bancos, a diferencia de IU.
Y el discurso que de facto oficializó su proclamación como candidata iba más allá. Escasos días antes de la intervención en la que Montero apostó casi todas sus cartas al objetivo de armar una alianza contra la guerra, IU también había señalado en la misma dirección.
Antonio Maíllo, líder de IU, reclamaba al arranque de esa semana “una amplia movilización social” para “frenar” la “participación de España en la carrera armamentística impuesta desde Europa con un debate en el seno del Gobierno”. Lo hizo en su informe de análisis político ante la cúpula de su organización, definiendo el rumbo que seguirá la coalición de izquierdas en los próximos meses.
Sumar ha hecho encaje de bolillos para articular una posición de mínimos sobre el incremento del gasto en defensa, más o menos compartida entre las organizaciones que la integran.
IU, dentro de la coalición y del Ejecutivo a través de Sira Rego, ministra de Infancia, también apuesta por esa “amplia movilización”, por recurrir a alianzas con otros partidos, sindicatos y sociedad civil. La propia Rego aseguró en una entrevista en El Mundo que participará en las protestas.
Pero, al estar dentro del Ejecutivo, el margen de actuación es menor del que dispone un partido que ya está en abierta oposición a Sánchez. Que tildó de “lamentable” que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, haya viajado a EEUU en mitad de la tregua parcial de la guerra arancelaria. Y que acusó a Cuerpo de ir a “lamerle las botas” al “fascista delincuente” Donald Trump.
El entendimiento se antoja muy complejo a nivel nacional, aunque las conversaciones se suceden. Podemos habla con Izquierda Unida; Izquierda Unida con Movimiento Sumar; Movimiento Sumar dialoga con los Comunes, y los Comunes conversan con el partido morado, como reconocen dirigentes de todas estas formaciones.
Y avanzan en posibles pactos de cara a las elecciones andaluzas y a las castellanoleonesas, previstas para 2026. La cúpula de Belarra tendrá en su mano autorizarlos o impedirlos. Y una parte de los dirigentes consultados creen que será difícil justificar una forma de actuar en los territorios y otra en unas generales en las que PP y Vox cuentan con serias opciones de gobernar.