Paradojas. Mientras el juez del Tribunal Supremo, Pablo Llarena, intercambiaba correspondencia con el ministro del Interior, Fernando Grande Marlaska, a cuenta de la nueva fuga de Carles Puigdemont, el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, retomaba las conversaciones con el prófugo dentro del canal de comunicación que se abrió entre el PSOE y Junts tras el pacto para investir a Pedro Sánchez.
El pasado 7 de agosto, el líder de Junts regresó a Barcelona para presuntamente acudir a la sesión de investidura de Salvador Illa. La mañana del 8 llegó hasta las puertas del Parlament sin ser detenido, pese a tener una orden de busca y captura por un delito de malversación no amnistiado. Arropado por una multitud de seguidores y tras pronunciar un discurso se esfumó. Desde ese momento se activó una “operación jaula” para intentar arrestar a Puigdemont, que según explicó su mano derecha, Jordi Turull, estaba escondido en un piso a la espera de que dejasen de buscarle.
De esta forma Puigdemont recuperó su condición de fugado y también de interlocutor preferente del Gobierno, cuyo ministerio del Interior mandaba informes al Supremo excusándose por no haber preparado un dispositivo ante el retorno anunciado del líder de Junts. Cerdán, el interlocutor de Sánchez con Junts, retomó los contactos con Puigdemont después de su fuga, según han confirmado a Artículo14 varias fuentes del entorno más cercano del expresidente catalán.
Con la investidura de Salvador Illa cerrada, la prioridad en esos días para Moncloa era reconducir a Puigdemont de cara a la futura negociación de los Presupuestos que Sánchez se ha comprometido a presentar pese a que desde Junts se le ha trasladado que no hay voluntad de “salvar” a Sánchez apoyando sus cuentas.
El líder de Junts, según las mismas fuentes, se siente “engañado” por los socialistas, quienes considera le han dejado en “tierra de nadie”. Pero, lejos de tirar la toalla, el secretario de Organización del PSOE ha insistido en buscar puntos de encuentro y, según trasladan desde Junts, ha pedido a su líder “confiar” en que el Tribunal Constitucional “arreglará” lo de la amnistía.
“Digan lo que digan las relaciones con el PSOE nunca se han roto”. La declaración es de una persona cercana a Puigdemont que mantiene que el expresidente catalán tenía la intención de entregarse tras la investidura de Illa y que finalmente no lo hizo, para sorpresa de los suyos, porque no había garantías de que su arresto fuese temporal.
El congreso de Junts
En un sector de los junteros esperaban que si finalmente Puigdemont se entregaba a la Justicia se abriría una nueva etapa en la que nombres como el exconseller de Economía, Jaume Giró, emergerían para devolver a Junts al camino de la antigua Ciu. El Congreso que se celebrará en Calella los días 25, 26 y 27 de octubre, marcaría el nuevo rumbo.
El temor de Puigdemont a entrar en la cárcel sin el salvoconducto de la amnistía en mano ha truncado todos los planes de este grupo, en el que se encontraba también el expresidente, Artur Mas. Ahora, Puigdemont será aupado en el citado cónclave como presidente de Junts y volverá a tener el poder sobre los siete diputados en el Congreso claves para que Sánchez pueda sacar adelante sus leyes.
De esta forma, Moncloa está condenada a seguir lidiando con el prófugo que “está fuera de control”, según admiten los suyos. La orden, por el momento, es no dar más oxígeno a Sánchez. Puigdemont ha venido especulando con su “colaboración” en una moción de censura del PP, que desde Génova siempre han descartado.
El secretario general de JxCat, Jordi Turull, aseguró hace unos días que Puigdemont había estado escondido en varios pisos en Barcelona desde su llegada el 7 de agosto a la tarde del 8 cuando decidió volver a Waterloo. Durante su estancia voces que señalan que acudió a dos restaurantes. Sólo él lo sabe. O quizás también Santos Cerdán.