Harto del escepticismo de los medios, que en las últimas 48 horas se han limitado a reflejar que Carles Puigdemont decía que estaba de vuelta en Waterloo (Bélgica) sin prueba que lo acreditara, el líder doblemente huido tiró de manual, telefoneó a TV3 y un equipo de la cadena pública de Cataluña apareció ayer, sábado, en su hogar belga para constatar que, en efecto, el expresidente de la Generalitat ha vuelto a su refugio.
Y muy probablemente no habrá viaje de vuelta a Cataluña en un largo tiempo porque cuesta imaginar que los Mossos d’Esquadra actúen de nuevo con una ingenuidad como la demostrada el jueves en su fugaz regreso, cuando huyó en presencia de 600 agentes. Según Puigdemont, su insospechada aparición / desaparición permitió demostrar tres cosas: “Que tenemos capacidad para entrar y salir, que podemos desafiar a un estado represor y que no nos rendimos”.
Nadie tose en Junts
Nadie en Junts se atreve por el momento a levantar la voz y a preguntarse si en realidad el retorno exprés del expresidente de la Generalitat ha servido para algo que no sea robarle todo protagonismo al investido Salvador Illa. Puigdemont necesitaba una extra ball ante su gente; prometió que acudiría a la sesión de investidura del Parlament y en su lugar acudió a una sesión de escapismo a 500 metros del hemiciclo. Pero el líder independentista ya está en marcha para retorcer lo ocurrido a su medida.
“Tenía intención de comparecer en el Parlament, que es lo que me hubiera gustado. Era el plan inicial y lo teníamos todo a punto. Sabía que después se podía producir una detención, pero para mí era importante tener la oportunidad de expresarme. Cuando la mañana del jueves vimos que esto sería imposible, que no podría acceder al recinto del parque de la Ciutadella, y que si lo intentaba me detendrían, activamos el plan B“, dijo en una versión de los hechos contradictoria con la única divisa que ha guiado a Puigdemont en los últimos siete años: “Nunca he querido entregarme a una autoridad judicial que ni es competente para perseguirnos por haber organizado un referéndum ni tiene ningún interés en hacer justicia, sino política”.
Sánchez y los 7 diputados de Junts
Así que culminado el show y la fuga, Puigdemont deja ahora varias cuestiones resueltas y otras en el aire. A nivel interno, en Junts, su mito se agiganta porque ante los suyos ha demostrado la temeridad de burlar un dispositivo policial diseñado para arrestarlo. No hay liderazgo alternativo ni peso pesado que se atreva a cuestionar sus acciones. Al contrario, su figura continúa mostrando mayor atractivo que ninguna otra del espacio independentista.
Otra cosa es el nivel práctico de la fuerza política de Junts. Reducido a principal grupo de la oposición en el Parlament pero alejado de las instituciones de gobierno (ni Generalitat ni Ayuntamiento de Barcelona), la gran arma es su grupo de 7 diputados en el Congreso, clave para mantener la frágil mayoría parlamentaria que sustenta al gobierno de Pedro Sánchez. Con esos 7 parlamentarios, Junts pretende “replantear” las cosas con el PSOE porque la ley de Amnistía aprobada no ha sido suficiente como para librar a Puigdemont del delito de malversación. “Se tendrán que estudiar todos los escenarios”, dicen en la formación independentista.
Todo ello queda, en todo caso, aparcado hasta septiembre. Lo que ya es inmediato, lo que ya ha comenzado es una nueva fractura con ERC. Puigdemont ha sentido que el dispositivo policial y, en concreto, la activación de la operación jaula para arrestarlo en Barcelona eran ideas propias de cargos del PP y no de Esquerra. Y no está dispuesto a pasar página, sino que su intención es triturar a ERC por colaborar tan activamente con los jueces que lo quieren rindiendo cuentas.
“Yo sé lo que arriesgaba. Por eso intenté lo que a todos nos parecía imposible y que en el caso de fracasar —cosa para lo que estaba preparado— hubiera tenido unos costes enormes”, dice Puigdemont sobre su operación relámpago en Barcelona. Huido de la policía, puede seguir corriendo.