Lentamente el sol comenzó a ponerse en la Ciudad Universitaria madrileña. Detrás del Vicerrectorado de Estudiantes de la Universidad Complutense de Madrid, la estrella se iba despidiendo del primer día de la acampada en apoyo a Palestina.
Delante del edificio, sobre las 19:30, uno de los últimos coleteos de la jornada: una concentración de unas 300 personas. Una mezcla de universitarios, profesores y manifestantes fueron gritando al unísono: “Ya queremos ver que Pedro Sánchez queme la embajada de Israel” o “Israel genocida, Europa patrocina”. Replicaron este martes el tono y los mensajes que llevan transmitiéndose desde hace dos semanas en las universidades estadounidenses o desde hace escasas horas en los centros valencianos y barceloneses.
De entre los caucásicos rostros que monopolizaron la manifestación, los de Ikram y Chaymae dibujaron cierta diferencia. Las dos estudiantes se arroparon con la bandera palestina mientras expusieron su parecer, el cual comenzó con demandas. Quizá fervorizadas por el éxtasis del momento, lanzaron que la finalidad de estas es la “ruptura de las relaciones con Israel y un alto al fuego”. Un propósito que, según Ikram, “llegará”, pues “si el pueblo se levanta, el pueblo gana”.
Max, otra universitaria y acampante, compartió la idea. La “acción directa no violenta” que supone el vivac sirve para “presionar” e idealmente causar efectos prácticos. Ergo, la ruptura absoluta de España con Israel. En palabras de Sonia, portavoz de la asociación convocante y estudiante, la manifestación tiene el efecto práctico de “aportar conciencia” y, lo que con mayor vehemencia señaló, “que nos vea el Gobierno”.
Otra de las cuestiones que sobresalieron este martes fue la historia. Un punto donde las palabras se reprodujeron al unísono. Sobre ello, Sonia señaló que, si bien hay personas “más o menos formadas” en el tema, lo importante es saber que lo que está ocurriendo “es una injusticia”. Para ella, pues así remató su intervención, lo relevante es “que venga más gente”, ya sea por conocimiento o por solidaridad. “No importa realmente”.
Ikram se alineó con ella. Su respuesta a la pregunta de la necesidad de conocimiento histórico del tema priorizó el hecho de “saber lo que está pasando ahora”. Sin ir más lejos, una de las principales razones que la llevaron a exponer esta idea es que lo sucedido en Palestina, que denominó como “limpieza étnica” puesto que “no se está luchando contra Hamás”, “no tiene que ver con la religión, tiene que ver con la humanidad”.
Max fue más allá que sus compañeras de manifestación. Además de afirmar que los acampantes “sí tienen perspectiva histórica” sobre el conflicto, resaltó que “la historia de la razón al pueblo palestino”. Otra de las cuestiones que, señaló, la hacen quedarse en la Ciudad Universitaria el tiempo que sea necesario.
Y aunque todavía no es oficial, como indicó Sonia, “lo ideal”, oteando el panorama, es que la manifestación dure hasta el viernes. Un proceso que deberá ser ratificado en la asamblea, la cual se conformó una hora y media antes de la retahíla de rimas y descalificativos. En ella varias voces aportaron las ideas a efectuar durante la duración de la acampada. Es decir, hasta que se cumplen las condiciones que reclaman o hasta que la Policía les desaloje. Estas medidas, todas con Israel en la mirilla, van desde realizar talleres de desobediencia civil hasta piquetes informativos, talleres de aprendizaje del árabe-palestino o recoger a través de un estudio los vínculos que tienen las universidades españolas con el “Estado sionista”.
Los cánticos terminaron. Así, los decibelios se adecuaron al silencio que el campus universitario suele emitir durante esas horas. Algunos de los presentes marcharon de allí para regresar día sí y día también. Otras, calmosamente acudieron a sus tiendas de campaña y no despegarse de su lucha. Hoy, el sol volverá a salir. La manifestación, solo el tiempo dirá.