Planteamos a Andrés Medina, analista electoral, cuatro cuestiones acerca de cómo pueden modificarse las expectativas electorales de las europeas de este 9 de junio a raíz de las novedades del caso de Begoña Gómez. Estas son las preguntas y las respuestas.
—Este martes se ha conocido que el juez ha citado a declarar a Begoña Gómez el próximo 5 de julio. ¿Puede afectar esto al resultado electoral del PSOE del próximo domingo?
—En campaña electoral las malas noticias son más determinantes que las buenas y los errores penalizan más que benefician los aciertos. Como es lógico, una información de este tenor nunca es bien recibida por ningún equipo de campaña, y menos en la última semana antes de votar.
Creo que esta nueva información no modificará sustancialmente la dinámica de campaña que hemos visto hasta ahora. Es un hecho novedoso, pero, en esencia, uno más de una noticia ya conocida. En todo caso, la prudencia manda y hay que estar abiertos a cualquier escenario, y más en unas elecciones en las que la mitad del censo no irá a votar.
—Estamos ante un caso de presunto tráfico de influencias. ¿El electorado de izquierdas es más intolerante con los casos de corrupción que el electorado de derechas?
—La pena de telediario, la sentencia judicial y el castigo electoral suceden en tiempos distintos y ese asincronismo dificulta mucho la asignación de los comportamientos a noticias concretas. Nadie vota por un solo motivo, por mucho que este pese.
No conozco datos que señalen una menor o mayor indulgencia de la izquierda con la corrupción económica. Creo que ambos hemisferios han recibido serios correctivos: el PSOE perdió su hegemonía en Andalucía y el PP perdió un tercio de sus votos en 2015. Los tiempos de la corrupción no son sencillos de medir y en España uno siempre quiere que el castigo llegue antes a los otros que a los suyos.
Entre la alta velocidad a la que viaja la información y la baja velocidad de los procesos judiciales, el residuo cristalizado en el ‘homo elector’ es más ideológico que ético.
—¿Esta noticia moviliza o desmoviliza a los electorados en su conjunto?
—Puede que se produzca un incremento de la abstención, ya de por sí muy elevada. Pero, creo que para la mayor parte del electorado esta noticia está empezando a formar parte del paisaje político por el clima de polarización que atraviesa nuestra vida pública.
El análisis de los datos de atención mediática sobre nuestra dieta informativa ofrece una conclusión interesante: la mayor parte de la gente consume la información encapsulada ideológicamente. La creciente dificultad para seguir el ritmo a la actualidad y el menor consumo de contraste de ideas y enfoques, no permiten fijar criterio sobre muchos temas, así que lo externalizamos. Y así es muy difícil resistir la tentación de primar el “quién me lo dice”, antes del “qué es lo que dice”. El quién por encima del qué.
—¿La estrategia electoral más eficaz del PSOE llegados a este punto consistiría en dar cuerda a la denuncia de la “máquina del fango” o, por el contrario, en tratar de desviar la atención hacia otros asuntos?
—Sabemos que tienen mayor pegada entre la ciudadanía los casos de corrupción que por su naturaleza y plasticidad se proyectan con facilidad, es decir, que cualquiera lo puede explicar de forma sencilla a un amigo, como por ejemplo el caso de las ‘tarjetas black’. No sé si este será el caso. Lo que parece seguro a estas alturas es que ya no habrá espacio para propuestas sobre asuntos europeos.
La “nueva carta a la ciudadanía” de Pedro Sánchez ya ha dejado bien claro que el PSOE no modificará el rumbo estratégico. La construcción de su campaña sobre la idea de la máquina del fango en el fondo es una apelación a la base social de la izquierda, nacionalistas incluidos, para tratar de transformar su eventual incomodidad ante algunas informaciones en un voto por la defensa de un Gobierno. La llegada de esos “votantes defensores” le permite compensar las pérdidas que tiene hacia el PP y la abstención.