Poder y sumisión

Los testimonios de de las víctimas describen a Errejón como un maltratador psicológico y un “verdadero monstruo”

A Íñigo Errejón le pone el poder y la sumisión. Sus víctimas, que le han definido como un maltratador psicológico y un “verdadero monstruo”, denuncian una actitud dominante y agresiva. Señalan prácticas no consentidas, humillantes y lesivas que presentan a Errejón como un hombre que en el ámbito íntimo usa el control físico y emocional para establecer su dominio.

Los testimonios de las víctimas, además de estremecer a cualquiera, son perturbadores. La actriz Elisa Mouliaá fue la primera en presentar una denuncia formal ante la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM) de la Policía Nacional. En su relato, Mouliaá afirma que Errejón la agredió sexualmente cuando acudieron juntos a una fiesta: primero la besó de forma violenta sin su consentimiento mientras subían en el ascensor y, más tarde la encerró en una habitación al poner el pestillo, le quitó el sujetador, la tumbó en la cama, la sometió a tocamientos sin su consentimiento en los pechos y glúteos, y se sacó “su miembro viril”. Tras salir de la fiesta, ambos se dirigieron en coche al domicilio de Errejón, donde, según Mouliaá, él intentó nuevamente mantener relaciones sexuales. En ese momento, ella le expresó su incomodidad y le recriminó que se sentía violentada. Estos hechos habrían ocurrido en una noche de septiembre de 2021.

Otra de las víctimas describe la violencia y los excesos del político tras echar el pestillo de una habitación. “Vino hacia mí y me bloqueé por completo. En ese momento pasé a ser una marioneta. Me subió los brazos, me quitó la camiseta y me lanzó a la cama”, cuenta en la denuncia pública que compartió la periodista Cristina Fallarás. En su relato confiesa que la situación la dejó marcada: “Hay cosas que quedan para siempre y caras que nunca se olvidan. Unos dientes apretados, una cara enrabiada, volcando toda su fuerza y frustración sobre ti”, describe. La víctima describe como cómo el miedo y la confusión la paralizaban: “El cuerpo no siente, solo se piensa mucho, muy rápido y de manera confusa”.

Mientras mil pensamientos se cruzaban en su mente, él la agarraba del pelo y consumía drogas encima de ella: “unas rayas en los labios, otras en el culo… Por todo el cuerpo y muchas veces. Te pone de todas las formas que quiere y te va haciendo heridas, unas que se ven y otras que no”. Según el testimonio, su dominio sobre la víctima era absoluto: “Eres completamente suya, porque por mucho que quieras te hace suya mediante mil maneras de castigo”. Entre sus frases de dominio, insistía: ‘Dime de quién eres’, ‘dime cuántos años tienes’, ‘dime cuánto te gusto’ y, con especial fuerza, ‘dime quién soy’. Si ella no respondía como él quería, persistía hasta que, por agotamiento, ella accedía. “Incluso hay momentos donde no sabes si te has dormido, has perdido la conciencia o has olvidado. Mientras, él sigue. Sigue drogándose. Se sigue corriendo. Y vuelve a empezar”, relata la víctima.

El modus operandi sexual de Errejón revela un patrón inquietante: las encierra, ejerce un control físico y psicológico extremo, y despliega una agresividad que busca someterlas a su voluntad, utilizando tanto la fuerza como la intimidación emocional para doblegarlas.

“Su forma de tener sexo te marca y no lo olvidas jamás. Es una forma de ejercer poder, no es sexo. Como si se estuviera masturbando con tu cuerpo. Te pide hacer prácticas humillantes y cuando te niegas te monta números”, denuncia otra de sus víctimas.

Prácticas abusivas que se manifiestan a través de una combinación de manipulación psicológica, agresión física e intimidación emocional. Según los relatos de las mujeres, Errejón no se limita a satisfacer sus propios deseos, sino que utiliza el sexo como una herramienta de dominio, aniquiliando la voluntad de sus víctimas y forzándolas a cumplir con sus demandas a través de la intimidación y el sometimiento. Lejos de concebir la intimidad como un espacio de respeto, la convierte en un escenario donde ejercer su dominio total. Porque para él, el control es absoluto, su voluntad, incuestionable y su autoridad, inamovible.