Podemos cumplió 11 años este viernes. 11 años desde la presentación del manifiesto fundacional, ‘Mover Ficha’, en el Teatro del Barrio. Años de escándalos, de investigaciones judiciales posteriormente archivadas, de batallas internas, y de logros como la creación del primer gobierno de coalición desde la restauración de la democracia.
Y los cumplen desde el grupo mixto, tras verse expulsados al Gobierno. A la espera de que Pedro Sánchez convoque elecciones, con la previsión de que Irene Montero se postule como candidata. En plena ofensiva contra el PSOE, y entre el ninguneo y las hostilidades hacia Sumar, el partido al que Montero pidió el lunes que se “disuelva” en el PSOE. Después de que los frágiles puentes que les unían con el partido de Yolanda Díaz, su “mayor error político”, ardieran en llamas.
La formación fundada por Pablo Iglesias en 2014 ha cruzado un nuevo Rubicón en más de una ocasión. La última fue en junio de 2024, en las elecciones europeas a las que se aferraron como tabla de salvación. Si se toma como referencia enero de 2016, cuando acababan de irrumpir en el Congreso con 69 diputados, el momento actual es crítico.
La lectura es otra al volver a julio de 2023, a las puertas de las últimas elecciones generales, en las que se afanaron por vender que no estaban “muertos” como organización. Y cambia por completo con el retorno a la noche del 9-J, cuando lograron 571.902 votos en las europeas. Son 239.000 votos menos de los que obtuvo Sumar, pero lograron sobrevivir y se quedaron a sólo un diputado de la coalición de Díaz, ya visiblemente desgastada.
“Las europeas fueron el momento en el que se vuelve a ver, con todas las dificultades, que Podemos es el actor más importante dentro de la izquierda transformadora, la izquierda más allá del Partido Socialista”, sostiene Isa Serra, eurodiputada morada.
El renacer de Montero
La exministra de Igualdad, cuyo perfil se vio erosionado por las rebajas de condenas a agresores sexuales, en aplicación de la ley del sólo sí es sí, fue vetada por Díaz en las listas de Sumar a las elecciones generales. Decidió alejarse de los focos, medir sus pasos y calcular el momento idóneo para volver. De hecho, desde que rompieron con Sumar y abandonaron el grupo parlamentario en el Congreso, los morados dejaron ver que la número dos del partido, también eurodiputada, era su as en la manga.
Su “mejor activo político”, como la definió en su día Ione Belarra, cuando asumió su sacrificio político en las listas. Después utilizaría muchos de los espacios de campaña para reivindicar su figura, incluso en presencia de la propia Díaz.
Ambas, Belarra y Montero, han sustituido el liderazgo férreo de Iglesias por una suerte de tándem con los roles y los temas a abordar bastante delimitados. Son muchas las figuras del partido, tanto en Madrid como en los territorios, que reconocen que Belarra ha jugado un rol decisivo y a menudo “desagradecido” desde que asumió el relevo de Iglesias.
Más, si cabe, teniendo en cuenta que desde hace años se asume que Montero está esperando su momento para ir a más. De hecho, tras una campaña en la que logró opacar a la cabeza de lista de Sumar, Estrella Galán, Montero ha buscado foco con la presentación de un libro en el que ajusta cuentas con Díaz, y se granjeado un asiento como tertuliana en una televisión nacional.
Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense (UCM) y cofundador del partido, lleva tiempo alejado de los focos, pero asegura que los morados hoy están “en recuperación”. “Irene Montero tiene un conocimiento muy grande entre la ciudadanía, mucho más que los demás líderes de la izquierda, y eso también refuerza su posición”, apunta.
Hoy la formación de Belarra sobrevive con cuatro diputados, cuatro escaños imprescindibles para reeditar la mayoría que permitió investir a Pedro Sánchez. Ha planteado varios requisitos al PSOE antes de aceptar reunirse a negociar los Presupuestos Generales del Estado. Dejaron caer un real decreto ley (de Díaz), que forzaron a modificar, y han amenazado con hacer lo propio en otros casos, sin llegar a pulsar el botón nuclear.
En las últimas semanas lograron arrancar logros al Ejecutivo como la reedición de las subvenciones en los abonos de transporte público hasta julio, pero también han protagonizado sonoros enfrentamientos a cuenta del impuesto a las energéticas. Previsiblemente, el acta de defunción de este gravamen se verá rubricado en la Cámara Baja en el pleno del 22 de enero.
Desde su portazo a Díaz se han permitido marcar perfil propio, libres de ataduras y de la responsabilidad de formar parte de la coalición con los socialistas. Han podido defender posiciones mucho más duras que las que podían abanderar abiertamente en materias como el aumento de gasto militar cuando eran parte del Ejecutivo, y han ido progresivamente elevando el tono de sus dardos y reproches al PSOE. La estrategia con Sumar, como norma general, ha sido ningunearlos, insistir en que son los socialistas quienes toman las decisiones.
“El Gobierno que tenemos en este momento sigue viviendo de los restos que quedan de la época de Podemos”, “sigue sirviéndose de las victorias que consiguió Podemos”, en términos “institucionales, legislativos y culturales”, diagnostica Serra.
La hipótesis: “Estamos en años de resistencia”
Por un lado, la eurodiputada sostiene que la mayoría de la población tiene “ambiciones transformadoras”, que pueden dar lugar “a volver a un ciclo de cambio”. Por otro, razona que estos ciudadanos están “absolutamente decepcionados con el Gobierno de PSOE y Sumar”. En ese contexto de “reforzamiento del bipartidismo”, sostiene que no toca mirar “a corto plazo”, sino asumir que “estamos en años de resistencia”. “Para dar una batalla como la que tenemos en este momento, de época, en disputa contra la ultraderecha, hay que dar grandes batallas ideológicas”.
Sostiene que el suyo es un partido “determinante en la política, a pesar de todo”, “el actor hegemónico en la izquierda transformadora”. Eso se ve, asegura, “con cada batalla que se sigue dando, a pesar de los pocos instrumentos y fuerza que tiene Podemos en un momento en el que obviamente ha sido reducido”. Aquí alude a su reducción en lo institucional, y la explica como una “operación de sustitución” de Podemos por Sumar.
“Al final, la salida de Podemos del espacio de Sumar se convirtió en una cuestión de supervivencia”, sostiene Monedero. Eso “le ha permitido, de momento, tener una identidad propia. Tener un mínimo músculo para revertir el proceso de desaparición que parecía pactado por todas las fuerzas de la izquierda, incluidos Sumar y el PSOE”.
Las banderas
La intervención del mercado de la vivienda –han criticado las nuevas medidas de Sánchez-; el feminismo; los avances sociales o la paz en Palestina, así como el endurecimiento de medidas contra Israel son algunas de las batallas clave de esta formación. En el contexto previo a la negociación presupuestaria, reiteran el mensaje de que con sus votos no se aprobarán “recortes”.
Por lo pronto, y después de las turbulencias previas y posteriores al divorcio con Sumar, el partido ha renovado sus liderazgos en buena parte de las comunidades autónomas. No hay fechas en el horizonte inmediato para un congreso a nivel estatal (Asamblea Ciudadana), ya que Belarra relevó a Iglesias en la Secretaría General en 2021, hace algo más de tres años.
El laberinto de la fragmentación de la izquierda
El último CIS situó a Podemos y a Vox como las fuerzas que más crecieron (diciembre), y apuntó a que los morados lograrían un 4,1% de los votos de convocarse elecciones generales. A Sumar lo mantuvo estancado en un 7%, y por separado ambas fuerzas no llegarían al 12.3% de los votos que lograron el 23-J.
Izquierda Unida llama a reconstruir puentes, y tanto Podemos como Movimiento Sumar (el partido de Díaz, dentro de la coalición Sumar) dan largas. Hoy por hoy no hay mimbres para el entendimiento, aunque ambas partes saben que la ley electoral les penalizaría si concurren por separado. El PSOE ha alertado a Díaz de esta evidencia.
“A día de hoy hay una pelea en los diferentes espacios de la izquierda por defender su identidad, lo cual es lógico. Sobre todo, después de haber estado juntos y articulados en Unidas Podemos, y luego en Sumar. Hay una fragmentación que obliga a todos los espacios a identificarse”, sostiene Monedero.
Aquí barre para casa, y receta la “recuperación de la identidad central de Podemos como la fuerza política más relevante a la izquierda del PSOE, la disolución de Sumar y la recuperación de un diálogo con partidos como IU o Compromís”. Ese diálogo sería “más complicado con fuerzas como Más Madrid”, pero entiende que es “necesario” sentarse a hablar. “Con los fragmentos y la ley electoral, no hay futuro a la izquierda del PSOE”, abunda. También asume que, sin convocatoria electoral a la vista, “las espadas están en alto”.
Hasta el octubre, cuando Íñigo Errejón dimitió de su cargo como portavoz de Sumar por una denuncia sobre supuesta violencia sexual, él era el último superviviente en la política institucional del núcleo fundador del partido. El único de los cinco de Vistalegre que aún se mantenía en la primera línea política, aunque en su caso llevaba distanciado de los morados desde 2019, cuando rompió unilateralmente para fundar Más Madrid. 11 años después, ya no queda ninguno de ellos en esos espacios.