La cuenta atrás para la repetición electoral en Cataluña ha comenzado. El presidente del Parlament, Josep Rull, constató ayer que ninguno de los candidatos cuenta con los votos necesarios para una investidura. En una breve sesión, el diputado de Junts, leyó ante el pleno la denominada “resolución equivalente” que da hasta el 26 de agosto a los partidos para llegar a un acuerdo. Si en esa fecha no hay un presidente viable, el 13 de octubre los catalanes volverían a las urnas.
Con una fecha tope para negociar, el tiempo pasa a ser un factor determinante. En Cataluña es tradición apurar hasta el último minuto y en esto confían en Moncloa para evitar una repetición electoral, que a día de hoy es la opción con más futuro. Una vez más las “soluciones imaginativas” entran en juego en la relación de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes.
¿Cómo contentar a Junts y ERC al mismo tiempo? ¿Cómo dar una salida a Puigdemont? ¿Cómo dar estabilidad a la legislatura en el Congreso? Todas estas cuestiones llevan a un camino que está dispuesto a explorar Pedro Sánchez: un tripartito PSC-ERC-Junts.
La fórmula, que a priori parece disparatada, cuenta con sus adeptos en las tres formaciones implicadas. Desde Moncloa ya se ha dejado caer esta posibilidad, que tiene su principal escollo en Carles Puigdemont. El prófugo no ha terminado de encajar su derrota en las pasadas elecciones y ve como única salida volver a las urnas en una especie de segunda vuelta donde ganar a Salvador Illa.
En Junts no hay unanimidad en que forzar nuevas elecciones sea lo mejor. Es aquí donde Moncloa ve margen para que en el último minuto el prófugo se sume a un gobierno a tres si se pacta un documento que recoja exigencias que irían desde la financiación singular para Cataluña hasta un guiño a un referéndum pactado.
Moncloa sabe que el papel todo lo aguanta. El precedente está en el documento con el que se rubricó la investidura de Sánchez el pasado mes de noviembre. ¿Y que ganarían ERC y Junts? Tiempo. Ambas formaciones atraviesan una crisis interna. En el caso de los republicanos es patente, en los ex convergentes empieza a ser latente.
La guerra fratricida entre Oriol Junqueras y Marta Rovira aboca a los republicanos a un cisma en el que sólo puede quedar uno. La que fuese mano derecha del ex líder de ERC desdeña un pacto con Illa, que Junqueras bendice. Las bases están echadas al monte, y en la cúpula reniegan de los acuerdos con Sánchez tras el varapalo en las urnas.
Una repetición electoral se afronta con vértigo. Los republicanos temen desangrarse entre Illa y Puigdemont si se vuelve a votar el 13 de octubre. Junts presiona para concurrir juntos en una “lista de país”, que en este momento los republicanos rechazan. Todas las opciones tienen riesgos. Es lo que trasladan desde Madrid a la hora de plantear el tripartito PSC-Junts-ERC.
Para convencer a los republicanos hay un argumento de peso: no perderían todo el poder que ahora ostentan. Además se les cederían puestos en ayuntamientos para garantizar al menos 200 cargos y, lo más importante en clave de relato político, si Junts entra en la ecuación se queda sin margen para tacharles de “traidores”.
Puigdemont es el más receloso a explorar alternativas a las elecciones. Aquí Moncloa está buscando fugas en las filas de los neoconvergetes y las hay. El prófugo necesita recuperar el protagonismo. Su principal baza es amenazar a Sánchez con dejarle caer en Moncloa si no le entrega los votos del PSC para “ser restaurado” en la presidencia.
Ha estado alimentando la idea de plantear una moción de censura de manos del PP, sin éxito. Pendiente de la aplicación de la Ley de Amnistía su posición pierde fuerza. La interpretación de los jueces del Tribunal Supremo puede complicarle su horizonte judicial. Está por ver que resolverá el Alto Tribunal en los próximos días. La acusación por terrorismo en el “caso Tsunami” pesa.
Con los independentistas catalanes debatiendo cuitas partidista y personales, Sánchez espera poder volver a dinamitar el tablero antes de septiembre con una “solución imaginativa” aprovechando la debilidad de Puigdemont y Junqueras. “Lo que hoy parece imposible, en agosto será viable”, aseguran quienes promueven el nuevo tripartito o “gran coalición” en Cataluña. Sánchez necesita amarrar la legislatura, la pregunta es cuánto le costará esta vez.