Se le ha dado muchas vueltas en Moncloa a la manera de enfocar este tramo de la carrera. El Ejecutivo completa un poco desfondado la primera ronda de la legislatura y se han tenido dudas. Se tonteó con la idea de no dar la rueda de balance, se barajaron varias opciones para afrontar la declaración ante el juez Juan Carlos Peinado y se ha estudiado cómo intentar que el mal trago del acuerdo con ERC fuera más digerible.
Entre todas las estrategias que estuvieron sobre la mesa, Pedro Sánchez ha optado por dejar de lado las más conservadoras y ha pasado una vez más al ataque. Es cierto que el presidente evitó el choque con el juez que investiga a su mujer cuando lo tuvo frente a frente, pero minutos después de cerrarle la puerta del palacio conocimos que se querellaba contra él. Es cierto también que el Gobierno sigue escondiendo su valoración completa del acuerdo con los independentistas, aunque Sánchez no ha dudado en defenderlo incluso dándole un severo correctivo a Emiliano García-Page. Y, además, es verdad que el líder del PSOE ha evitado hablar de los últimos varapalos en las votaciones parlamentarias, pero a la vez ha asegurado que no sólo de producción legislativa vive un Ejecutivo.
Un panorama que también está haciendo tropezar a sus dos principales vicepresidentas. María Jesús Montero no acompañó ayer al presidente en su alocución (tampoco lo hizo en la rueda de balance de Navidad). La mano derecha de Sánchez, que sonó como su sustituta cuando el líder amagó con abandonar, ha tenido unos meses complicados desde entonces.
Montero ha ejercido de pararrayos tanto en el partido como en el gabinete y su figura se ha resentido. Desde su equipo se defendió con ahínco que evitarían presentar una senda de déficit en el Congreso sin tener bien consolidados los apoyos. Ese paso iniciático para los Presupuestos llegó a la Cámara Baja y el resultado fue que Junts decidió tirarlo por tierra. La ministra de Hacienda tendió la mano y en su departamento se asegura que volverán a la carga en septiembre, pero el saque nulo ha erosionado la imagen de una Montero que no se podrá permitir una doble falta.
La número dos también ha sido una de las más activas a la hora de asegurar de todas las formas posibles que el Gobierno no se planteaba bajo ningún concepto un sistema de financiación modelo cupo para Cataluña. Hace meses ya dijo que era “radicalmente falso” que se fueran a ceder el 100% de los tributos a la Generalitat. Y hace tan sólo dos semanas dejó claro que no compartía el concierto económico para Cataluña. Este miércoles en el balance, el presidente fue preguntado por estas palabras de su titular de Hacienda y obvió la cuestión.
Tampoco le va bien esta cuestión del dinero catalán a la otra vicepresidenta con mando en plaza en el Ejecutivo, Yolanda Díaz, que controla el ala de Sumar. El acuerdo alcanzado entre los republicanos y los socialistas de Salvador Illa ha puesto patas arriba a su partido.
Cuando comenzó a hablarse de un sistema de financiación singular para Cataluña, ya se vio que este tema podía forzar las juntas que mantienen soldado el partido de Díaz. Ese peligro ha quedado evidenciado a las primeras de cambio. No se conocía el contenido del modelo y desde Compromís ya aseguraron que votarán en contra nada más que el tema asome por el Congreso si antes no se atiende también al déficit histórico de financiación que arrastra la Comunidad Valenciana. Exactamente lo mismo dijo el único diputado de la Chunta, Jorge Pueyo, que dejó claro que no podrán contar con su voto si Aragón no obtiene una buena compensación a cambio.
Tanto Díaz como Montero tienen margen para la remontada. La titular de Trabajo está obsesionada con conseguir la reducción de la jornada laboral que se convertiría en una de las banderas estrella de Sumar y del Gobierno de coalición. Por su parte, la dueña de la cartera de Hacienda tiene entre ceja y ceja lograr unas cuentas públicas que terminen de afianzar la legislatura. De su desempeño depende la promesa de Sánchez que se jactó en su rueda de prensa de que el verano de 2023 no fue azul como quería el PP y “tampoco lo será éste, ni el siguiente, ni el siguiente, ni el siguiente”.