EL ALA OESTE DE MONCLOA

No habrá ruptura total: intrahistoria de la crisis Sánchez- Díaz

El presidente vuelve a utilizar el comodín de la ultraderecha en una semana en la que ha quedado en evidencia la fragilidad interna y parlamentaria del Gobierno

Eran las ocho y un minuto de la mañana del jueves 23 de mayo. Las radios zumbaban con el arranque de su tramo estrella. Las crónicas contaban que el PSOE, Pedro Sánchez y su trozo del Gobierno se encaminaban al segundo topetazo parlamentario de la semana. Si el martes los socialistas se habían quedado plantados y sin su ley contra la prostitución (que ni llegó a debatirse), el jueves prometía un naufragio para la ley del suelo, que empezaba a discutirse a las nueve. Eso es lo que estaban radiando los transistores cuando un enviado de la Secretaría de Estado de Relaciones con las Cortes se personó en el registro del Congreso, que llevaba un minuto abierto y sacó el texto de circulación. El Ejecutivo ponía por primera vez una de sus leyes en pause a la espera de poder pulsar el play cuando los vientos sean más favorables y no amenacen con hundirla.

El PSOE daba por descontado que su proyecto para ordenar el guirigay constructor no contaba con el beneplácito de su socio de Gobierno, pero daba por seguro sacarla adelante con el plácet del PP. Un ejercicio de confianza ciega para algunas fuentes, teniendo en cuenta que no hemos llegado al fin del peregrinaje electoral de este primer tramo de 2024.

Los socialistas han cargado las tintas con Génova y han evitado aventar las evidentes diferencias con sus socios de coalición. Sí reconocen en Ferraz que hay mosqueo a pesar de que las diferencias en la ley del suelo “estaban pactadas”. Desde Sumar ya habían dejado claro que no apoyarían un modelo “que fomenta la especulación”, pero en el puente de mando del PSOE se cree que votando por separado están ayudando a alimentar el relato de la derecha de que el Gobierno no gobierna porque no tiene los apoyos externos y además es preso de una guerra interna.

Es un hecho que hay diferencias entre las dos formaciones que conforman la médula del Ejecutivo. Los de Yolanda Díaz acusan a los de Pedro Sánchez de falta de diálogo y de un excesivo apetito por capitalizar toda la acción de Gobierno.

A pesar de estos mensajes cruzados ambas almas del Gabinete creen que no hay otra que seguir juntos. Achacan estas últimas “matrimoniadas” a la contienda electoral que nos queda y esperan que todo vuelva a encauzarse cuando se abran las urnas europeas y se aclare el panorama en Cataluña: “el futuro de la legislatura no depende de lo que pase en estas dos semanas”.

Milei y Meloni, al rescate

Visto que no pueden presumir de motor legislativo, “parece que sólo valemos para aprobar la amnistía”, lamentan algunos, PSOE y Sumar esperan que sea otro combustible el que alimente su transitar por la campaña; el miedo a la ultraderecha. Ferraz lo vuelve a fiar todo al salvavidas que ya le sacó del agua en las Generales del verano pasado y de momento desde el PP y Vox parecen decididos a hinchar ese flotador.

Moncloa comenzó esta semana amarrada a las bravatas e insultos que profirió junto a Abascal el presidente argentino Javier Milei y la termina abrazada al reconocimiento de Feijóo de que el PP pactará con Giorgia Meloni si es necesario en Europa. Ambos ítems le sirven al Gobierno para movilizar a su electorado de forma más eficaz que el reconocimiento de Palestina, que muchos socialistas creen que capitalizan más desde las filas de Sumar o Podemos.

En el equipo de Teresa Ribera celebran que empiezan la carrera bien posicionados gracias a que el foco está ahora mismo donde querían, recuerdan además que las campañas se le suelen hacer cuesta arriba al PP de Feijóo. Dan por supuesto que los populares tratarán de utilizar el caso Koldo y las derivadas que afectan a la mujer del Presidente, Begoña Gómez, pero no creen que estos asuntos vayan a desviar la atención del debate imperante ahora mismo en Europa; “el auge de los euroescépticos y la motosierra liberal”.

Con todo cuando se apaguen los neones electorales, se corte la música y se encienda la luz de la rutina política los problemas que acechan a la coalición seguirán ahí. Lo dejan claro desde Junts: “el PSOE necesita siempre los números de otros para gobernar”. Por eso mismo, cuando pase este último ejercicio de furor electoral y se despeje la gobernabilidad catalana, tocará ver si la legislatura tiene futuro.

Los partidos que han apoyado en el pasado a Sánchez ya avisan de que habrá que darle un impulso importante a temas como la vivienda, los derechos laborales, las cuentas o el CGPJ. De la capacidad de diálogo y negociación de socialistas como Montero, Cerdán y Bolaños dependerá que empiece a carburar el Ejecutivo y que nadie tenga que personarse de nuevo en el registro a la hora del primer café para sacar otro proyecto de ley de circulación antes de que se estrelle.