El Gobierno sabe lo que se está cociendo y por eso ha tratado de evitar la olla, dejándola tapada durante este mes de agosto. El acuerdo fiscal con Esquerra dividió a los republicanos, enervó a Junts, desquició a los territorios que gobierna el PP y sumió en la preocupación a buena parte de los socialistas de rango autonómico. Se logró el objetivo que era la investidura de Salvador Illa, el dulce bamboleo informativo del verano pareció adormecerlo todo, pero tarde o temprano tocaba revisar el guiso y la cocinera cuando ha asomado la nariz a la cazuela se ha dado cuenta de la magnitud del problema.
María Jesús Montero no ha tenido un verano plácido. Se marchó de vacaciones con su senda de déficit hecha un burruño, rechazada por los independentistas de Carles Puigdemont en el Congreso. Tropezaba con la primera piedra en el accidentado camino de los Presupuestos Generales del Estado. Era 23 de julio y la vicepresidenta desapareció de la agenda pública hasta el 10 de agosto. Entre ambas fechas, el PSC firmo un acuerdo con ERC que abría la puerta de la Generalitat a los socialistas y lo hacía a cambio de un pacto de financiación singular que la propia Montero, a la sazón ministra de Hacienda, había negado hasta la saciedad en los últimos meses. Ese 10 de agosto, puesta de largo de Illa, cuando la vicepresidenta se dejó ver delante de los micrófonos, estaba claro por dónde iban a ir las preguntas. La número dos del Gobierno y del PSOE dijo que su partido “apoya y avala” el acuerdo, abogó por “avanzar en la federalización del Estado” y asumió que quedaba mucho camino por recorrer para socialistas y republicanos.
Aunque ya llevaba días entregada a la tarea de apaciguar la marejada interna a base de llamadas, su primer aperitivo declarativo no sació el apetito de explicaciones y detalles que esperaban los periodistas, los presidentes autonómicos, los líderes regionales del PSOE e incluso buena parte de Esquerra o del resto de grupos políticos del Congreso. La siguiente oportunidad llegó este miércoles. En Rota, la vicepresidenta Montero trató de defender el acuerdo con Esquerra, pero dejando claro que en ningún caso se trata de un concierto: “Ni es un concierto económico ni es una reforma al uso del sistema de financiación. Y cualquiera que diga otra cosa, miente”. Lo repitió en dos ocasiones y afeó a las comunidades del PP que pidan dinero, pero nunca pongan propuestas detalladas encima de la mesa sobre cómo reformar el modelo de financiación. Algo parecido le están achacando a ella ahora mismo desde las baronías del PP, pero también desde algunos de los virreinatos socialistas.
“Seguimos sin saber realmente qué se proponen para contentar a Esquerra. Se habla de conceptos etéreos sin entrar en detalle”, dicen fuentes del entorno de uno de los líderes territoriales socialistas más escamado con el acuerdo. La comparecencia de Montero no sirvió para apaciguar a nadie. Hizo salir en tromba a los independentistas (de izquierdas y de derechas), no consiguió relajar a los socialistas suspicaces y sirvió de nueva munición para el PP. “Realmente empezamos a pensar que se ha ideado esta maniobra de la financiación singular para desbloquear lo de Illa a sabiendas de que luego será imposible ponerla en marcha”, dicen otras voces. Esa es la esperanza que tienen en las marcas regionales del PSOE donde temen los resultados electorales que podrían derivar de una concesión de tamaño calado a Cataluña y siguen clamando con un cónclave en Ferraz donde se les explique con detenimiento el plan de financiación que se está barajando.
Fuentes del Ejecutivo siguen señalando que el compromiso del PSOE y del Gobierno es “cumplir con todas las letras escritas en el acuerdo”, pero remarcan que esas letras no forman la palabra concierto en ninguna de las páginas del documento. “Lo que se ha acordado no tiene la misma forma que el concierto del País Vasco”, defienden, aunque entienden que Esquerra lo venda como quiera.
Difícil venta tiene el plato a la vista de lo mal que maridan los ingredientes destinados a componerlo. Parece casi imposible darle gusto a Esquerra, a Junts, a las regiones socialistas, a las comunidades Populares e incluso a alguna de las marcas integradas en Sumar. A esa tarea tendrá que dedicarse la chef Montero ahora que acaba agosto y no queda más salida que tratar de recuperar una receta que de momento a todos resulta indigesta.