Mujeres fatal (II)

Mónica García: ministra de Esculapio

Cuando llega el verano en los centros de Atención Primaria hay menos médicos que en un 'after' de Lavapiés

La ministra de Sanidad, Mónica García, comparece en el Congreso de los Diputados EFE

Los consejeros del PP atizan a Mónica García porque, cuando llega el calor y los chicos se enamoran, en los centros de Atención Primaria hay menos médicos que en un after de Lavapiés –o eso quiero pensar–. El tribunal inquisitorial de las redes ha viralizado un vídeo de julio de 2020 en el que la por entonces némesis de Ayuso censuraba a la presidenta de la Comunidad por cerrar “camas en los hospitales públicos” y “centros de salud” mientras metía “excavadoras en Valdebebas” por el Zendal; acto seguido, vemos a la actual ministra de Sanidad, en junio de 2024, justificando así que el Hospital Vall d’Hebron cierre la actividad no esencial durante el estío: “Todos los veranos se cierran camas. No es ninguna novedad. Todas las comunidades cierran camas, cierran quirófanos y cierran lugares porque los profesionales tienen derecho a disfrutar de sus vacaciones”.

La realidad quiebra las rodillas de la utopía; la moqueta, las ínfulas febriles de la oposición. La ministra de los sacerdotes laicos de Esculapio reivindica, con razón, que la Sanidad no es de izquierdas, sino de “sentido común”; a la vez, parafraseando la chorrada aquella de Mayo del 68, dice: “Seamos soñadores, hagámoslo posible”. Se ha propuesto actualizar el Sistema Nacional de Salud, “un lugar de pegamento y de cohesión”, pero tiene poco margen de maniobra en una materia timoneada en lo mollar por las comunidades autónomas. Su ocurrencia hippy de la “anestesia verde” inquieta a médicos y ecologistas. En abril, creó el Observatorio contra el Fraude y la Corrupción Sanitaria porque, si bien “cualquier tipo de corrupción es inaceptable, la del sistema sanitario lo es doblemente, ya que no solo se está robando nuestro dinero, sino también nuestra salud”.

García irrumpió en la palestra mediática como hormiga soldado de la Marea Blanca, hace cosa de una década. Hija de un diputado comunista en la Asamblea de Madrid, Sergio García, y criada en el madrileño barrio de Retiro, uno de los más pijos y prohibitivos del Foro –no critico, solo expongo–, desarrolló su carrera profesional como anestesista en el Hospital Doce de Octubre y fue portavoz de la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (AFEM). Desembocó en Podemos y, cuando Iglesias y Errejón se declararon la guerra civil, apostó por el segundo, recaló en Más Madrid y forjó un liderazgo beligerante. Sus compañeros de formación destacan que escucha, que se deja aconsejar; los peperos la tildan de “perro de presa”. En octubre de 2020, hizo el gesto de disparar con la mano en un Pleno de la Asamblea de Madrid mientras intervenía el otrora consejero Lasquetty. En su cuenta de Twitter, escribió: “Estaba señalando a un partido condenado por el Tribunal Supremo. Lo menos importante es que estuviera imitando el gesto que me hacía el portavoz del PP (y mi artrosis del pulgar)”. Tuvo que devolver 13.000 pavazos por haber cobrado como parlamentaria con dedicación exclusiva mientras estaba de baja laboral y pidió la cabeza del vicepresidente regional, Enrique Ossorio, por embolsarse un bono térmico que también recibió su, por aquel entonces, marido. Se presentó hasta el hastío como “médica y madre” y la mala leche nacional convirtió su estribillo en un apodo: Mema.

García aventuró que los “madrileños y madrileñas” –es de las que se pasa las recomendaciones de la RAE por el forro– sellarían la obsolescencia programada de Ayuso; en las últimas elecciones autonómicas, la pantera de Chamberí le sacó casi un millón de votos –PP: 1.599.186, Más Madrid: 620.631–. Rechazó la mano de Iglesias porque “las mujeres estamos hartas de hacer el trabajo sucio para que, en los momentos históricos, nos pidan que nos apartemos”. Es titular de la cartera de Sanidad desde noviembre de 2023 y uno de los rostros más reconocibles de un partido en descomposición: en las últimas europeas, Sumar solo tuvo 10.800 votos más que la nueva formación de Alvise Pérez. Celebra que, pese a las críticas, los consejeros de Sanidad del PP se quiten en los consejos territoriales, la gorra del partido y que, con ellos, “se puede trabajar muy bien”. Augura que Sánchez completará la legislatura. Le sobran los motivos.

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