El experto Andrés Medina
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El dilema migratorio

Agentes de policía en un puesto de control aduanero en la frontera terrestre con el enclave español de Ceuta, en Fnideq, Marruecos. EFE/ Jalal Morchidi

Solo uno de cada tres españoles es capaz de asignar correctamente la proporción de extranjeros que reside en nuestro país. La gran mayoría sobreestima el fenómeno migratorio, creyendo que hay más inmigrantes de los que realmente hay. Además, una mayoría de españoles, incluidos los de izquierda considera que hay demasiados extranjeros.

Ayer el barómetro publicado por el CIS, además de generar titulares por otra de sus estrábicas estimaciones de voto dando ganador al PSOE, reveló un dato llamativo: el 30% de los españoles considera la inmigración como uno de los tres principales problemas del país. Algo que no veíamos desde hace 15 años.

Antes de desentrañar las implicaciones políticas de este dato, conviene realizar dos precisiones metodológicas. En primer lugar, aunque el CIS tituló en su propia nota de prensa “la inmigración, principal problema de España”, no es cierto. El primer problema para el conjunto de los españoles no son los inmigrantes que vienen, sino los políticos que nos gobiernan. Más de la mitad de los ciudadanos señala a los políticos como su mayor preocupación, pero el CIS agrupa estas respuestas en distintas categorías, lo que distorsiona la percepción.

En segundo lugar, el cuestionario de este estudio podría haber condicionado algunas respuestas al restarles espontaneidad, ya que antes de llegar a los ‘principales problemas de España’ se ha preguntado acerca de las desigualdades entre los países ricos y pobres y sobre el ‘aumento de la población inmigrante’.

Estas añagazas analíticas, en todo caso, no modifican la creciente tendencia perceptiva que los españoles vienen expresando en los últimos meses. Es un debate social presente, muy delicado por la propia naturaleza del asunto, pero sobre todo es divisivo y va por barrios.

No sorprende que esta preocupación sea más acentuada entre los votantes de derecha que entre los de izquierda (43% frente a 21%). Asimismo, los hombres lo mencionan ligeramente más que las mujeres (32% frente a 29%), y los trabajadores con empleos más precarios están más sensibilizados que los profesionales intelectuales (45% frente a 25%). Incluso existe una clara diferencia generacional: preocupa más a los padres que a los abuelos. Un dato revelador: la mitad de las personas entre 30 y 50 años que viven hoy en Madrid y Barcelona ha nacido en el extranjero.

El debate sobre la inmigración será ineludible para todos los partidos este otoño. El PSOE enfrenta el reto de gestionar tanto la percepción de descontrol en política migratoria —con Alemania como referencia— como las tensiones internas de su base social derivadas de los acuerdos sobre esta cuestión con sus socios catalanes. La desigualdad y los agravios territoriales son parejas de baile muy incómodas para los socialistas. Sumar, copiloto minoritario sin apenas margen para la crítica, tendrá que ver cómo frena el lento proceso de resucitación en el que se encuentra Podemos.

En la otra orilla ideológica, la inmigración ya ha generado turbulencias, nada menos que rupturas de Gobiernos autonómicos. Para el PP esta situación supone una oportunidad, pero deberá manejarla con altas dosis de inteligencia política para aprovechar su fortaleza autonómica frente a la debilidad del Gobierno central. El banco azul, en cuanto pueda, no dudará en hacerle a Feijóo un traje para vestirlo de alcaldesa de Ripoll a la mínima oportunidad. El desafío para Vox, sin embargo, consistirá en dejar de proyectarse como un simple “partido de diagnóstico”: señalando más los problemas que ofreciendo alternativas, capitalizando así la iniciativa política que este asunto les ofrece de manera natural. Fuera de los Gobiernos será más difícil, al no contar con el escaparate popular que suele ofrecer la gestión de los asuntos políticos que más preocupan a los ciudadanos.

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