El enfado ciudadano hacia la política hoy es tan mayúsculo y transversal ideológicamente, que apenas tiene precedentes. El actual descontento casi unánime supera al vivido el 15-M. Ni siquiera el peor momento de la pandemia generó un diagnóstico tan compartido entre ambas orillas ideológicas.
La gestión de la crisis en Valencia es el síntoma de una profunda crisis de liderazgo y de desprotección del Estado. Hoy, los políticos –todos– están en fuera de juego y desde hace mucho tiempo se han convertido en el principal problema para los ciudadanos, no por casualidad. Desde hace años, una inmensa mayoría de españoles expresa su sensación de desprotección por parte de los poderes públicos y de las instituciones del Estado.
La vergonzosa disputa competencial entre administraciones ha dejado en evidencia fallos estructurales en la arquitectura de nuestra función pública e invita a una profunda reflexión sobre nuestro Estado de las autonomías. No es nuevo, una semana antes de la tragedia, un 56% de los españoles (frente a un 39%) estaba de acuerdo con que España necesita un Gobierno central más fuerte, porque la transferencia de competencias a las comunidades autónomas ha ido demasiado lejos. La gestión de la DANA seguramente elevará aún más esa cifra.
El ánimo ciudadano actual se inclina más hacia la ruptura que hacia la reforma. La desafección es tal que podría estar fraguándose una superación del “Estado de partidos”, en términos de Manuel García Pelayo. La clásica separación entre Gobierno y Parlamento ha quedado reemplazada por el ‘muro’ entre mayoría y oposición, y el teórico compromiso de la política como servicio público al ciudadano es en la práctica una pegajosa sucesión de refriegas partidistas.
Los políticos –todos– están en fuera de juego y el episodio de Paiporta de la semana pasada supuso una catarsis social que debemos comprender bien. La actitud de los Reyes, especialmente la de la Reina, al soportar el empellón ciudadano y permanecer junto a los afectados bajo una lluvia de barro y cólera, señala el camino para la rehabilitación de los políticos –todos– en la vida pública. El ciudadano debe estar en el centro: no hay otra opción, no hay atajos.
Los errores políticos cometidos desde el principio de la crisis —desde la ineficacia en la previsión de la emergencia, la votación parlamentaria de RTVE en el Congreso cuando los fallecidos superaban el medio centenar, las declaraciones del líder de la oposición contra la AEMET en defensa del presidente valenciano, y el “si necesitan más recursos, que los pidan” del presidente del Gobierno, por señalar alguno— comparten dos elementos comunes: el tufo a cálculo partidista e ideológico y la falta de enfoque en los problemas de los ciudadanos. Políticos hablando sobre políticos expulsando el interés general del centro de gravedad de su actuación. Todos los estamentos e instituciones que salen bien evaluados tras esta tragedia están libres de ese pecado partidista.
Hace años, el “no nos representan” puso letra a la música del descontento, que hoy se articula con la consigna “solo el pueblo salva al pueblo”. Los primeros datos de opinión tras la tragedia lo avalan. Según el sondeo del Pulso de España de Metroscopia, que otros estudios corroboran, una inmensa mayoría de los españoles, ideológicamente transversal, evalúa negativamente la gestión de la DANA: un 87% desaprueba la actuación de la Generalitat Valenciana (incluido el 76% de votantes del PP) y un similar 81% opina lo mismo sobre el Gobierno de España (incluido el 62% de votantes del PSOE).
El modo en que se ha gestionado esta tragedia —antes, durante y después—recibe un severo reproche: un 89% de los españoles considera que no ha habido una adecuada coordinación entre ambas administraciones, y un 80% señala que los políticos han actuado en función de intereses partidistas.
Hoy, los ciudadanos no distinguen entre partidos políticos: todos reciben un rotundo suspenso. Sin embargo, sí diferencian entre instituciones: solo un 9% considera que los partidos políticos han estado a la altura de las circunstancias, mientras que el Rey, la Guardia Civil, la UME y las Fuerzas Armadas (los tres de naturaleza militar) reciben una favorable y transversal evaluación ciudadana superior al 70%, más de sesenta puntos de distancia.
La respuesta ciudadana, con la continuada presencia de voluntarios llegados de todos los rincones de España y del extranjero, ha sido tan ejemplar que el 95% considera que la ciudadanía ha estado a la altura de las circunstancias. Sin embargo, los liderazgos políticos han salido muy desgastados: un 77% de los españoles opina que el presidente Sánchez no ha estado a la altura (incluido el 59% de votantes del PSOE) y un 84% piensa que el president Mazón tampoco (incluido el 76% de votantes del PP).
Permítanme un último comentario: el ánimo ciudadano hoy no tiene espacio para el cálculo electoral. Se publicarán estimaciones de voto y le aseguro que serán llamativas, por la subida de las fuerzas en los polos (Vox y Podemos), pero debe saber que la mayoría de los españoles hoy no elige a ningún partido cuando se les pregunta por su intención de voto. No hay elecciones a la vista y a pesar de la intensa batalla por ganar “el relato”, el ánimo ciudadano sigue achicando barro. Así que, si en los próximos días usted siente una irrefrenable curiosidad por saber cómo evolucionan los alineamientos electorales y la estimación de voto de tal o cual partido, déjeme decirle, con respeto, que probablemente usted también esté infectado por la enfermedad del partidismo.