En la ambigüedad pública que transmite el Ejecutivo respecto al Gobierno venezolano de Nicolás Maduro, la voz de la ministra de Defensa, Margarita Robles, sonó como aquellas grabadoras de antaño cuando se rompía la cinta. “Dictadura”, pronunció la palabra prohibida la titular de Defensa durante la presentación del último libro de Julia Navarro en Madrid. Con la libertad y relajación que se suele hablar en este tipo de actos, denunció la situación de “los hombres y mujeres de Venezuela que han tenido que salir de su país, precisamente por la dictadura que viven”, lo que provocó los aplausos de los asistentes.
No así el Gobierno de Maduro, que no dudó en llamar a consultas a a su embajadora en España, Gladys Gutiérrez y convocar al embajador español en Caracas, Ramón Santos Martínez, por lo que considera unas palabras “insolentes” y “groseras” pronunciadas por Robles.
Por su parte, la reacción por parte de la ministra de Defensa fue guardar silencio. A primera hora de la mañana se desplazó a la Base Aérea de San Javier, en Murcia, para visitar la Academia General del Aire, y evitó hacer declaraciones a los periodistas, como suele hacer en algunas ocasiones. Desde el ministerio de Defensa aseguran que Robles no tiene intención de retractarse públicamente de sus palabras, pero sí compran el guion del Ejecutivo en cuanto a rebajar tensión.
En concreto, pese a la crisis diplomática entre ambos países, colocan la pelota de la tensión creada sobre los medios y no sobre el Gobierno. En cuanto a si el presidente Pedro Sánchez se ha puesto en contacto con Robles para darle directrices, niegan la mayor. En definitiva, perfil plano hasta que pase el chaparrón.
El encargado de escenificar esta estrategia públicamente ha sido el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, en esta mañana durante una entrevista concedida a Radio Nacional. El jefe de la diplomacia española evitó referirse concretamente a una dictadura durante toda la entrevista: “El ministro de Asuntos Exteriores no es un catedrático de Derecho Constitucional ni un politólogo, por lo que no podemos poner calificativos“, ha afirmado, y tampoco ha criticado la decisión de Venezuela respecto a las llamadas de los embajadores, porque, a su juicio, es una “decisión soberana de cada Estado, y, por lo tanto, no hay nada que comentar” -la embajadora venezolana, Gladys Gutiérrez, abandonó España durante la tarde de este viernes-. Se trata de la tercera vez que hay un caso de “llamar a consultas” en lo que va de año: los antecedentes han sido Argentina e Israel.
Albares optó por hablar de los lazos que nos unen con el país sudamericano: “Cada vez que me pronuncio, en lo que pienso es en los casi 200.000 españoles que viven en Venezuela, en las relaciones, en los lazos que nos unen, el idioma común y los intereses empresariales. Eso es por lo que yo trabajo todos los días“.
Se da la paradoja, por el contrario, de que Robles sí ha conseguido la ovación pública por parte del principal partido de la Oposición, el Partido Popular, que sí ha celebrado las declaraciones de la ministra.
La acogida del opositor Edmundo González fue tomado desde distintos sectores como una jugada para ayudar a Maduro a “quitárselo” de encima. Los movimientos a dos bandas que ha dado el Ejecutivo han alimentado esta tesis: el PSOE votó en contra de la iniciativa parlamentaria para reconocer a Edmundo González presidente de Venezuela, que salió adelante con el apoyo de PP, Vox, PNV, CC y UPN. Por otro lado, recibió al opositor y a su hija, Carolina González, en la Moncloa, para que calara la imagen del paseo exterior por los jardines como un mensaje de postura democrática.
Por su parte, la ministra de Defensa ha dado un paso más en sus declaraciones desde que Edmundo aterrizara en España el pasado domingo. “El Gobierno español ha dicho claramente que queremos ver las actas electorales, y que no haya ninguna duda: el Gobierno de España no ha reconocido al Gobierno de Maduro”, afirmó el día después desde Almería, durante la visita a la Brigada “Rey Alfonso XIII”. Robles no dudó en comentar que había hablado con el político exiliado, y haber tratado con él los “terribles momentos de conversación sufridos”, en una persecución “inadmisible e intolerable”.