El experto Andrés Medina
Actualizado: h
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A por el millón monoparental

Si las mujeres monoparentales hubieran votado en las elecciones generales de la misma manera que lo hicieron las parejas con hijos, es muy probable que hoy Alberto Núñez Feijóo fuera el presidente del Gobierno.

Esta ucronía electoral, basada en el análisis combinado de los resultados de las elecciones y los datos de sondeos postelectorales, nos indica el potencial impacto del plan de conciliación que el Partido Popular ha presentado esta semana en el Congreso de los Diputados.

La inmensa mayoría de los españoles no está al tanto de esta Proposición de Ley ni de los objetivos de las medidas planteadas. Sin embargo, lo verdaderamente interesante para el análisis es hacia dónde pretende extender sus redes el Partido Popular con esta propuesta.

En España, cerca de 16 millones de electores tienen hijos en casa, lo que representa a cuatro de cada diez personas con derecho a voto. De ellos, alrededor de 14 millones están en pareja y casi dos millones son familias monoparentales, es decir, viven solas con hijos a su cargo.

En las pasadas elecciones generales, hubo una notable diferencia en el comportamiento electoral de estos dos tipos de hogares, no solo en cuanto a la participación (la monoparental fue nueve puntos menor: 65% frente a 74%), sino también en el sentido del voto. Entre las parejas con hijos, el PP superó al PSOE por siete puntos (36% frente a 29%), mientras que, entre el millón de familias monoparentales que acudieron a votar, el PSOE superó al PP por siete puntos (40% frente a 33%). Es decir, según nuestros cálculos, existe una mayor propensión a votar por la derecha en los hogares donde se escuchan voces infantiles o adolescentes.

¿Por qué, entonces, una madre sin pareja votaría de forma tan distinta a los padres que viven juntos?

Los datos disponibles permiten formular una hipótesis: la inmensa mayoría de los casos monoparentales (79%) corresponden a familias monoparentales maternas. Además, el análisis por sexo de los electores confirma que Vox fue el partido más masculinizado (por cada votante mujer obtuvo más de dos hombres), mientras que el PSOE fue la fuerza más feminizada. De hecho, la desventaja socialista frente al PP fue masculina casi en su totalidad.

El PP, a pesar de ser el partido más votado en las últimas elecciones, lo logró con menos intensidad de lo previsto. Durante muchos meses antes de la votación de julio, los sondeos mostraban de manera constante un trasvase de votantes socialistas hacia el PP, como sucedió en las elecciones autonómicas y municipales de mayo. Se estimaba un vuelco de aproximadamente 800.000 personas, pero finalmente solo se concretó la mitad. Cada uno de estos votos tenía un valor doble, ya que un voto perdido por el PSOE y ganado por el PP aumentaba la distancia en dos.

Una hipótesis plausible es que, durante las negociaciones para los gobiernos autonómicos de coalición entre PP y Vox, el temor pesara en algunos indecisos, especialmente entre las mujeres. La incomodidad política de estos votantes con Pedro Sánchez no fue tan fuerte como la desconfianza que les generaba la posibilidad de ver a Santiago Abascal como vicepresidente de Feijóo. Es probable que una parte femenina del electorado socialista, incluidas muchas madres monoparentales, optara por respaldar a regañadientes los excesos del PSOE antes que arriesgarse con lo que Vox podría hacer junto al PP. Prefirieron, en definitiva, una suerte de “más vale Frankenstein conocido que Vox por domesticar”.