Alberto Ruiz-Gallardón (Madrid, 1958) no concede entrevistas si versan sobre política. Y es que únicamente en fechas muy marcadas, quien fuera una de las figuras políticas más notorias en España se manifiesta. En esta ocasión atiende a Artículo14 con motivo del vigésimo aniversario de la boda real entre el entonces príncipe don Felipe y doña Letizia.
Un evento que estuvo marcado por las secuelas del brutal atentado terrorista 11-M, aunque como señala quien fuera alcalde de Madrid por entonces, el enlace real sirvió de despertar del doloroso luto que vivía la capital española.
El miércoles 22 se cumplen 20 años de la boda de los Reyes. Usted era alcalde de Madrid. ¿Cómo lo vivió?
Con una sensación doble. Por un lado de alegría, de ser plenamente consciente de que era una fortuna el poder ser alcalde de la ciudad cuando se iba a celebrar la boda de los príncipes y, por otro lado, de responsabilidad porque la ciudad y el Ayuntamiento tenían que participar de una forma muy activa en la preparación y en la celebración de esa boda.
En el momento en el que me enteré, me llamó el rey Juan Carlos un día antes de anunciarse para decirme que la ciudad se tenía que volcar, nos pusimos a disposición de la Casa Real para intentar que Madrid no fuese solamente espectadora, sino protagonista de la propia celebración y conseguir que un acontecimiento de esa naturaleza, que no era solamente un acontecimiento privado, tuviese la trascendencia pública que merecía.
¿Cómo fue aquella coordinación? ¿Hubo algún quebradero de cabeza a la hora de concretar alguna cuestión?
Hubo muchos quebraderos de cabeza. Tengo que decir que el liderazgo de todo lo llevó la Casa Real, como no podía ser de otra forma. Nosotros lo que hicimos fue ponernos a su disposición.
Entonces había distintos componentes, siendo el más importante el de seguridad, que correspondía al Ministerio del Interior. La ciudad tuvo su papel protagonista en la ordenación y la adecuación de los espacios por los que iban a transitar, en primer lugar, los príncipes como protagonistas y, en segundo lugar, la multitud de miembros de casas reales, jefes de Estado, jefes de Gobierno y autoridades que tenían que encontrarse con una ciudad segura y capaz de ordenar todos esos movimientos de personas, que era una tarea harta difícil.
Usted estuvo rodeado, entre otros, de miembros de las familias reales y jefes de Estado… la pomposidad del momento. ¿Hay alguna anécdota que recuerde?
Bueno, más que anécdotas, pequeñas historias ocurrieron muchas. Hay que tener en cuenta una cosa, la boda se celebró relativamente poco tiempo después de los atentados del 11-M. Hubo, incluso, especulaciones en medios de comunicación, jamás en la Casa Real, interpretando que se iba a aplazar la fecha de la boda para no acercarlo tanto al 11-M. Yo creo que fue un acierto el que no hubiese ningún tipo de aplazamiento. Después del 11 de marzo la ciudad había entrado en un cambio de ánimo significativo y tenía un sentimiento de tristeza que se notaba en el silencio que en muchos lugares públicos había sustituido a lo que antes era una manifestación de alegría.
Yo era plenamente consciente de que un acontecimiento como la boda de los príncipes tenía que ser profundamente respetuoso con ese duelo que seguían viviendo, en primer lugar, los familiares y, con ellos, toda la ciudad de Madrid. Y además de eso, tenía que ser un punto de inflexión en el que nos permitiese volver a vivir la vida con la alegría, con la vocación de compartir que siempre ha tenido la ciudad de Madrid.
En cuanto a las anécdotas: precisamente por la cercanía del 11-M, don Felipe y doña Letizia tuvieron mucho interés en que en todo su recorrido hubiese signos de reconocimiento de ese dolor. Hicieron una cosa insólita. Y es que cuando iban en su caravana de bodas para visitar la basílica de Atocha de acuerdo con una tradición de la Casa Real española, quisieron pasar por la plaza de Atocha donde el Ayuntamiento había instalado el primero de los monumentos que se habían hecho en memoria del 11 M. Ellos quisieron parar allí y hacer un homenaje. Fue un silencio antes de continuar con el resto del recorrido y de la fiesta.
Ahora que mencionaba el 11-M, ¿se podría describir esa boda real como el despertar de la capital ante el luto?
Temporalmente ocurrió así. No es que fuera el propósito, pero es verdad. Fue la primera vez después del 11-M que la gente de Madrid se volvió a echar a la calle, volvió a manifestar un sentimiento de alegría y volvió a compartir el espacio público. Personas que no se conocen de antes, pero que coinciden para manifestar adhesión. Sí, sin duda fue ese punto de inflexión que hizo que Madrid recuperase su normalidad.
Hoy la realidad política es muy diferente a la de hace 20 años. ¿Podría celebrarse actualmente esa boda real, a tenor del Gobierno de coalición y sus socios parlamentarios?
Yo estoy convencido de que sí. Creo que muchas veces los políticos se creen, iba a decir nos creemos, pero yo ya no soy político, aunque cuando estaba en política tenía el mismo vicio, que son los protagonistas absolutos del pensamiento y de la ocupación de los ciudadanos. Y eso no es así.
Yo creo que la España real tiene unos cauces que son muchas veces distintos de la España oficial. En ese sentido, el hecho de que en la vida pública haya en estos momentos una confrontación tan agresiva y una falta de acuerdos y de consensos tan aguda como probablemente no ha existido en España desde la transición política, no significa que los ciudadanos, al margen de sus políticos, tengan sus sentimientos propios y elaboren sus consensos propios.
Igual que hace unos días todos los aficionados del Real Madrid fueron a celebrar el campeonato nacional de liga, importándoles muy poco si la persona que tenían al lado estaba políticamente en su órbita o en otra distinta, la gente hace 20 años salió a la calle a celebrar la boda de los príncipes y estoy convencido que lo hará exactamente igual cuando se produzca el próximo enlace en España.
La monarquía ha ido evolucionando desde entonces. ¿Cómo observa a la institución?
Sólida, cercana y extraordinariamente acertada en el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales. Creo que desde que el rey Felipe accedió a la jefatura del Estado ha seguido una hoja de ruta del cumplimiento estricto de las obligaciones que le marca la Constitución como rey de España, ha introducido unos elementos de ejemplaridad no solamente en su comportamiento personal, sino el de todos los miembros de la casa.
Además, creo que la reina Letizia ha superado infinitamente por la legitimidad de ejercicio, por su propio comportamiento y por su lealtad a España aquella legitimidad de origen que le negaban los más recalcitrantes que, aun siendo monárquicos, pensaban que en el siglo XXI se podían aplicar criterios propios de los siglos XVII, XVIII o XIX y que por no formar parte de las familias reales se podía cuestionar su idoneidad.
Y creo que, además, ambos han hecho algo importantísimo en una familia real, que es preparar el futuro, mediante la educación y la formación, de la princesa Leonor. Los españoles podemos tener la certeza de que la institución monárquica es el elemento más sólido que nos va a acompañar durante los próximos años.
El hecho de que la reina Letizia, como ha descrito, no tenga un origen real, se podría describir como un acto de modernización de la Casa Real. Pero ¿y en la actualidad? ¿Se puede resaltar algún hecho que debe ser modernizado?
Yo creo que la boda de don Felipe con doña Letizia fue, y coincido, un acto de modernidad en el sentido de que no se sintieron limitados y constreñidos por códigos que no eran ilegales, pero que podían ser tradicionales en siglos anteriores. Por encima fue un acto de autenticidad que estaba por encima de cualquier tipo de convención. Y eso es extraordinariamente importante. Además, yo opino que eso lo percibió la gente.
Asimismo, creo que la Corona responde perfectamente a los estándares europeos, aunque también a los de otros países democráticos del mundo que cuentan con monarquías parlamentarias. Y sin perjuicio de que siempre se puede encontrar algún aspecto o detalle en el que alguien puede sugerir algún tipo de mejora, yo creo que tanto la regulación por parte de la Constitución, como los usos y costumbres que don Felipe y doña Letizia han hecho de ese marco constitucional, la hacen ser perfectamente adecuada a las exigencias de los españoles del siglo XXI.
En Artículo14 ponemos el foco en las mujeres así que también le pregunto expresamente. En esa boda, sin duda alguna, la protagonista fue la entonces princesa de Asturias, ahora monarca: ¿Qué nota le pondría? ¿Qué se le puede augurar a ella de cara a un futuro cuando le toque deponer el trono en sus herederos?
Seguirá sirviendo a España exactamente igual como creo que doña Sofía sigue sirviendo desde el momento en el que su hijo y doña Letizia han adquirido la condición de Reyes. Esa yo creo que es la grandeza de las monarquías. Hay gente que sostiene que son un privilegio. Yo siempre he creído que es una servidumbre porque hay mucha más obligación que derecho. Pero ellos han demostrado saber que servir a España es estar en cada momento donde los intereses de la nación marquen que sea su destino. Y estoy absolutamente convencido de que eso ocurrirá en las circunstancias actuales o en cualquier otra.