El vértigo en el que está instaurada la política española manda que a partir de las 16:00 horas de esta tarde el resultado de las elecciones europeas, celebradas ayer, sea casi historia. La victoria por cuatro puntos del PP sobre el PSOE -22 escaños frente a 20- favorece que el foco vuelva a Carles Puigdemont. El prófugo sigue siendo el único que puede boicotear la resistencia de Sánchez.
Si en algún momento pensó el presidente en adelantar las generales, hoy esa opción, que han venido negando sus colaboradores, se enfría aún más. Al margen del discurso épico, que venderá hoy Ferraz, lo que más preocupa desde anoche es la grave situación en la que quedan sus socios de coalición. Sánchez aguanta, pero lo hace a costa de su “mayoría de investidura”.
Yolanda Díaz dilapida la herencia de Podemos que en 2019 logró más de dos millones de votos. Sumar se queda en tres escaños, sólo uno más que Irene Montero. La izquierda del PSOE está en números rojos y en las puertas de una crisis interna que puede acabar con el liderazgo de la vicepresidenta. IU, sin representante en Bruselas, ya ha empezado la revuelta.
Los independentistas catalanes también merman. Junts se deja más de medio millón de votos y ERC pasa de 730.000 a 350.000. El PSC sigue engordando a su costa y aquí se juega el futuro de la legislatura. Tanto Carles Puigdemont como un Oriol Junqueras en salida “diferida” han vuelto a constatar que la alianza con Sánchez les desangra.
Los cuatro puntos de Feijóo sobre Sánchez no dan para un adelanto electoral, pero el desgaste que puede suponer la retirada en el Congreso de los votos de Junts y ERC, sí. El presidente quiere aguantar, más desde que anoche constató que el viento sopla en su contra. Europa no es zurda. La pregunta es sí podrá gobernar con un Parlamento en contra. Sin los soberanistas no podrá haber acción legislativa. El PP no le dará un respiro.
El Parlamento catalán elige en unas horas su Mesa. La presidencia quedará en manos de los independentistas, que han sufrido un nuevo varapalo en las urnas. Sánchez también sigue a su merced en el Congreso. Si Junts se queda con la presidencia se interpretará como una declaración de guerra a Moncloa. Puigdemont no quiere negociar con el PSOE, quiere “doblegar” a Sánchez.
Las cifras obtenidas por los de Feijóo son buenas comparadas con las de 2019. Ha recuperado el primer puesto y mejorado en nueve eurodiputados. Si se miden con las expectativas los mismos datos empalidecen. En Génova, pese a que en la campaña se rebajaron las expectativas, hubo momentos en los que se habló de una distancia de casi diez puntos con el PSOE.
Con el escrutinio real, y sin medirse a las encuestas previas, los populares pueden estar razonablemente satisfechos, y lo están, aunque no eufóricos. La ocasión política se prestaba a un castigo mayor en las urnas a Pedro Sánchez. Lo hemos visto en Francia con Enmanuel Macron, que ha convocado elecciones tras ser arrollado por Le Pen y en Alemania con el descalabro del compañero de militancia de Sánchez, Olaf Scholz. El “caso Begoña Gómez” no les catapultó como algunos esperaban.
Sánchez ha quedado “tocado” pero no hundido, pese a que es la tercera vez que Feijóo le inflige una derrota en las urnas. Los populares han triplicado la ventaja respecto al PSOE, si se toma como referencia las generales del 23 de julio. El crecimiento de Vox, que pasa de cuatro a seis escaños, y la irrupción de Alvise Pérez con tres eurodiputados condicionan la distancia con los socialistas que se sitúa en cuatro puntos y 700.000 votos.
Los populares han absorbido a Cs, que también desaparece del Parlamento Europeo, y reciben voto de los socialistas más moderados, mientras a su derecha se afianza, ahora con “Se acabó la fiesta”, un electorado más radical.
Si la comparativa es con las europeas de 2019, Feijóo sale reforzado como adversario de Sánchez. Hace cinco años el PP perdió por 13 puntos y ahora ha ganado al PSOE por cuatro. Los socialistas se han dejado cinco millones de electores. La cifra no llevará a recapacitar a Sánchez. No habrá autocrítica ni nuevo ciclo político. El argumentario dicta que están por encima del 30 por ciento en voto y que han frenado a la “ultraderecha”. En Ferraz el perdedor es, una vez más, Feijóo.
La crisis en Sumar
Más allá de discurso político, lo que más preocupa en Moncloa desde anoche es la grave situación en la que quedan sus socios de coalición. Sánchez aguanta, pero lo hace a costa de su “mayoría de investidura”. Yolanda Díaz dilapida la herencia de Podemos que en 2019 logró más de dos millones de votos. Sumar se queda en tres escaños, sólo uno más que Irene Montero. La izquierda del PSOE está en números rojos y en las puertas de una crisis interna que puede acabar con el liderazgo de la vicepresidenta. IU, sin representante en Bruselas, ya ha empezado la revuelta
La constitución en unas horas de la Mesa del Parlamento de Cataluña será el primer test de estrés a la mayoría de investidura. Salvo sorpresa Junts y ERC llegarán a un acuerdo para tomar el control. Los de Puigdemont quieren la presidencia y marcar distancias con Madrid. ERC también la pide. Será para uno o para otro pero en ningún caso para Salvador Illa.
Esta tarde Sánchez recibirá el primer aviso. Puigdemont no va de farol. Quiere la presidencia de la Generalitat o no dará ni un voto más al PSOE en Madrid. Si Junts se hace con la Mesa de la cámara catalana habrá repetición electoral en Cataluña, si recae sobre ERC, los socialistas tienen más posibilidades de in extremis llegar a un acuerdo con los republicanos.
Sánchez ha trasladado en privado que, con o sin los apoyos de Puigdemont, estirará la legislatura al máximo. Sobre el papel puede aguantar pero si a Junts y ERC se les suma la guerra abierta dentro de Sumar y la que libran Yolanda Díaz e Irene Montero, la aritmética es tozuda.
En el PP existe el convencimiento de que Sánchez no podrá llegar a 2027. Hay quienes apuestan por unas elecciones catalanas y generales simultáneas. Un todo o nada. Sánchez lo hará si tiene opciones, por ahora no es el caso.