Tal día como hoy, hace un mes, la mayor gota fría del siglo XXI en España anegó casi un centenar de pueblos en la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía y Aragón. La catástrofe arroja datos escalofriantes: 229 personas perecieron en las riadas, 222 en la provincia de Valencia, y todavía quedan cinco desaparecidos extraviados en el barro, los escombros o, peor aún, la mar. Los daños materiales se contabilizan por miles de millones de euros. Las zonas más afectadas tardarán años en recobrar la normalidad. En realidad, ya nada volverá a ser igual: la herida suturará, pero quedará una cicatriz indeleble. Un socavón emocional con el que muchos ciudadanos tendrán que convivir para siempre.
Las lluvias torrenciales también han causado daños en el terreno político: la gestión de la crisis medioambiental por parte de la Generalitat Valenciana y el Gobierno de España ha sacudido los cimientos de los dos grandes partidos: PP y PSOE. Particularmente dañada ha quedado la imagen de Carlos Mazón, presidente autonómico, al que muchos en su formación dan por amortizado. Treinta días después de la tragedia, dirigentes populares apuntan a la ‘vía Catalá’ como única solución posible para resurgir en un territorio clave en términos electorales.
La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, es la mejor posicionada para relevar a Mazón si éste encalla en su objetivo de “liderar la recuperación”. Al menos, así lo sugieren barones y altos cargos consultados por Artículo14. Todo va a depender del veredicto de las encuestas, que de momento pintan bastos. El presidente valenciano, según trasladan fuentes de su equipo, está convencido de que todavía cuenta con un conejo en la chistera y que conseguirá salvarse de la quema. No obstante, sus movimientos desde que compareció el pasado 15 de noviembre en Les Corts no terminan de convencer al personal. “Yo creo que nadie se sintió reconfortado con su discurso”, admite a este diario un peso pesado del PP.
“Sobrepasado”
En la dirección nacional mantienen un cierre de filas con cautela. Son conscientes de que Mazón es un activo tóxico. Un lastre en la espalda de Alberto Núñez Feijóo. Eluden verbalizarlo, para “no fomentar la división interna”, pero hay descontento con sus decisiones antes, durante y, sobre todo, después de la DANA. Públicamente, tanto el líder del partido como sus principales dirigentes han admitido “errores”. Sin querer ponerle el cascabel al gato.
La estrategia del PP en las últimas semanas ha consistido en endosar el grueso de la culpa en la gestión de la catástrofe al Ejecutivo central, en busca de un relato exculpatorio. Lo que no quita que exista un consenso generalizado entre el grueso de la dirigencia sobre los agujeros negros en la hemeroteca de Mazón: aun hoy, nadie se explica por qué el día que se cayó el cielo sobre la Huerta Sur de Valencia estuvo ausente en una comida con sobremesa. Tampoco se entiende que, ante la magnitud del desastre, se negara a ceder el mando al Gobierno. La tesis oficial de la cúpula popular es que la hecatombe “le sobrepasó”. Y que fue encadenando “errores humanos”. Nada que ver con el Gobierno, que obró “de mala fe”.
Hasta ahora, Feijóo ha apostado por sostener a Mazón. En el entorno del líder popular creen que sería “una irresponsabilidad” empujarle a dimitir cuando ni siquiera han finalizado las labores de búsqueda de los desaparecidos. Lo cual no quita que en la planta noble de Génova tengan muchas dudas sobre su futuro, por no decir que empiezan a pensar en el reemplazo… y la ‘vía Catalá’ es, a día de hoy, la más segura. En el PP aseguran que “no ha sufrido el desgaste” de la DANA y, en todo momento, se ha mantenido al margen de Mazón. En un mes, no hay ni una foto de los dos juntos. Además, factor decisivo, la alcaldesa valenciana es diputada autonómica, por lo que podría optar a una sesión de investidura si, llegado el caso, le hacen el harakiri a Mazón.