Pedro Sánchez se dispone a revalidar la Secretaría General del PSOE en un congreso que los suyos consideran “un paseo militar”. Es la cuarta ocasión que se postula, y es el único candidato al liderazgo en el 41 Congreso Federal, en Sevilla, tras el que se sucederán los procesos regionales y locales. El partido anunció en septiembre que no apuraría los plazos para celebrar este cónclave, y lo hizo en un momento convulso, marcado por el mes de ira y rechazo en media docena de territorios ante el acuerdo con ERC para transferir “la llave de la caja” de la fiscalidad a Cataluña.
Nadie podía imaginar que un par de meses después se habría intensificado la investigación a las actividades de la esposa del presidente, Begoña Gómez (esperaban que la Audiencia de Madrid la archivara o descafeinara); tampoco las acusaciones de corrupción del empresario Víctor de Aldama sobre destacados dirigentes y exdirigentes socialistas. En los planes no estaba que el hermano del jefe del Ejecutivo (David Sánchez) fuera imputado dos días antes de la cita en Sevilla, ni que el líder del PSOE extremeño, Miguel Ángel Gallardo, se dispusiera a acudir al cónclave tras recibir su propia citación como investigado.
Ni podían prever que el ya exsecretario general madrileño, Juan Lobato, fuera a comparecer como testigo ante el Tribunal Supremo el mismo viernes, en el marco de la causa que investiga la filtración de datos del novio de Isabel Díaz Ayuso, Alberto González Amador. Las pesquisas han cristalizado ya en la imputación del fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, y aunque la consigna oficial entre la dirección socialista es que no hay “nada” que les preocupe en la declaración de Lobato, es precisamente su decisión de presentar ante un notario sus mensajes con una alto cargo de Moncloa lo que ha hecho inviable su permanencia en el cargo.
No pueden medir el impacto que tendrán las palabras del exlíder de la federación madrileña, pero sí se da por hecho que habrá nuevos dardos por parte de los escasos barones críticos, vistas las presiones a las que se vio sometido. “La política no puede prescindir de gente así”, afirmó el jueves el presidente de Castilla La-Mancha, Emiliano García Page, sobre la abrupta salida de Lobato, que se despidió entre críticas.
En el PSOE se dan por descontados los golpes de Page -“Como en cualquier Comité Federal”-, y se repite que no les preocupan las palabras de Aldama, que una semana después no ha presentado pruebas que sostengan sus graves acusaciones. “A río revuelto, ganancia de pescadores, y Pedro es un buen pescador”, afirman fuentes socialistas a Artículo14. Con tantos frentes abiertos, esperan escenificar un cierre de filas, que previsiblemente también se traduciría en la permanencia en la cúspide de los actuales números dos y tres del partido.
En lo que toca a la vicesecretaria general y vicepresidenta primera del Gobierno, María Jesús Montero, las críticas por cómo gestionó la negociación del paquete fiscal que llevó al borde del ataque de nervios al Ejecutivo han ido diluyéndose. Al menos, las que vienen de los suyos, porque sus aliados parlamentarios de la izquierda no perdonan que recurriera inicialmente a los de la derecha (PNV y Junts), sin contar con ellos. Montero, con la intermediación del ministro de Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes, Félix Bolaños, salvó una bala, y nadie apuesta por un escenario en el que Sánchez le reste poder.
Tampoco aventuran la destitución de Santos Cerdán, secretario de Organización del PSOE que ha representado a los suyos en escenarios tan complejos y polémicos como las conversaciones con Carles Puigdemont en el extranjero. El dirigente al Aldama afirma haber entregado 15.000 euros en metálico. Ni se confía en la veracidad de esta acusación, ya negada por Cerdán, ni se contempla que Sánchez desplace al número dos del partido en mitad de la ofensiva.
Bajo fuego de artillería, explican diputados y cargos intermedios, lo propio es reforzar posiciones, y no entregar una sola cabeza política. Esta lógica se aplicaría también a la crisis de Gobierno que llevaba meses sonando; cesar a ministros “quemados” como el titular de Interior, Fernando Grande Marlaska, tras la gestión en la DANA, podría apuntalar el mensaje que intenta imponer el PP sobre los supuestos errores de gestión del Ejecutivo central.
El nombramiento de Sara Aagesen como relevo de Teresa Ribera al frente de la Vicepresidencia Tercera y del Ministerio para la Transición Ecológica se ejecutó este mismo lunes sin demasiadas celebraciones, casi de forma “tecnocrática”, sostienen. Y esto apunta a que el escenario de la crisis de Gobierno se aleja, de momento.
Nueva Ejecutiva socialista
El diagnóstico de la situación y de las opciones más probables es una cosa, y otra que una sola de las fuentes consultadas se atreva a poner la mano en el fuego. Sánchez es “imprevisible”, y las decisiones sobre hipotéticos relevos sólo están en su mente. Sí puede dejar algunas pistas el domingo, cuando se anuncie la composición de la nueva Comisión Ejecutiva Federal, en la que se esperan algunas salidas y nuevas llegadas, que podrían verse replicadas después en el Consejo de Ministros. Lo habitual es que las incorporaciones se conozcan a partir de la madrugada del último día, o a última hora del penúltimo (sábado).
Se espera que un millar de delegados y más de 250 trabajadores de los medios de comunicación asistan al cónclave, en el que se revisarán y debatirán las más de 6.000 enmiendas presentadas a la ponencia marco, el documento que establecerá la nueva hoja de ruta política.
Todo, dos días después de que una gestora tome las riendas de la federación madrileña. Como escenario, la capital de la comunidad autónoma cuyo líder y anfitrión de la cumbre, Juan Espadas, está también en entredicho. Por revuelto que baje el río, el consuelo está en la habilidad de Sánchez para “pescar” en aguas turbulentas.
Zapatero, el referente. González, ausente
En otro orden de cosas, Felipe González será uno de los grandes ausentes en el cónclave. Sus críticas a las decisiones de la actual dirección y al propio Sánchez están más que asumidas desde hace años, y hay escasos esfuerzos por disimular la enorme distancia entre ambos referentes del Partido Socialista.
Quien sí estará en primera línea será el segundo jefe del Ejecutivo con carnet socialista en la democracia, José Luis Rodríguez Zapatero, puntal de Sánchez y activo electoral del actual secretario general. Estará entre los reconocidos con el galardón Rosa Manzano, en su caso por su contribución a la igualdad entre hombres y mujeres.
En el año en el que se celebra el 20 aniversario de la primera ley integral contra la violencia de género (28 de diciembre), aprobada por Zapatero, en Ferraz reconocen que este expresidente sí es un modelo a seguir en lo social, mientras hacen malabares para no entrar en sus sombras en lo económico.
Los datos macroeconómicos también estarán muy presentes en el cónclave, que quiere servir como punto de inflexión para recuperar la moral y para disipar cualquier duda sobre el liderazgo del presidente. Con un ojo, estarán pendientes del congreso de ERC, en el que la victoria de Oriol Junqueras les daría ciertas garantías de que mantendrán el precario control de la mayoría parlamentaria. O, al menos, de que seguirán contando con sus siete escaños.
Y, con otro, estarán atentos a lo que ocurra en el Supremo con Lobato, pero también a sus posibles derivadas. Aunque minimicen sus temores, todos recuerdan el cónclave que el PP celebró en la misma ciudad en abril de 2018, tras el estallido del caso sobre su máster que acabó llevándose por delante la carrera política de Cristina Cifuentes, entonces presidenta de Madrid. En ese caso, Cifuentes sí viajó a Andalucía y acaparó todos los focos, eclipsando todos los mensajes. Lobato no estará físicamente, pero el eco de sus palabras llegará hasta Sevilla. El núcleo duro del Gobierno y del partido estarán concentrados en la misma ciudad y también bajo los focos, pase lo que pase en Madrid.