Isabel Perelló copa los titulares estos días porque se ha convertido en la presidenta del Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial. Lidera el gobierno de los jueces por primera vez en sus 212 años de historia. Y, más allá de lo que implica esa responsabilidad, los ojos están puestos en que, bajo su mandato, el Poder Judicial se desdiga de la sombra de la politización y la parcialidad. El reto no es menor, pero su experiencia le avala para ser la persona idónea.
Poco se sabe de su vida personal: nació en Sabadell en 1958 y estudió derecho en la Universidad de Santiago de Compostela. Divorciada, con una hija. Perelló ha dedicado su vida a la carrera judicial y habla portugués, catalán y castellano. Es una persona alejada de los focos que mantiene una estrecha relación con la ministra de defensa, Margarita Robles, también magistrada. “Afable dialogante y con formas exquisitas” la describe uno de los vocales con los que compartirá silla en el Consejo.
En 1981, obtuvo una diplomatura en Criminología por la Universidad Complutense de Madrid y, un año después, entró en el colegio Mayor de postgrado César Carlos, para preparar la oposición a Judicatura. Allí ya rompió su primer techo de cristal. Formó parte de la primera promoción que incluyó mujeres en el histórico colegio madrileño. Y demostró su capacidad con creces, superó la oposición dos años después, quedando la número 4 de su promoción compuesta por 150 jueces.
Ahí empezó un recorrido por varias sedes judiciales de nuestro país. Estuvo en el Juzgado de Distrito de Carballo y en el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción, único en Menorca. En 1988 fue ascendida a magistrada y trabajó en la Audiencia Provincial de Barcelona y en el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. En su discurso de apertura del año judicial, recordó sus inicios orgullosa de las cotas alcanzadas por mujeres en la carrera judicial: “Nací en una España en el que las mujeres no podían acceder a la carrera judicial. Ahora somos mayoría, el 80% de los aspirantes que superan las pruebas de acceso a la carrera Judicial son mujeres”, celebró Perelló.
Se especializó en el 91 en la orden de contencioso-administrativo. Pasó por la Audiencia Nacional y estuvo nueve años en el Tribunal Constitucional como letrada. En el 2009 llegó al Tribunal Supremo donde ha sido hasta ahora magistrada de la Sala Tercera. Un techo de cristal que recordó Perelló fue roto no hace mucho: “Tuvimos que esperar al siglo XXI para llegar al Tribunal Supremo. Aun así, queda mucho camino por recorrer: las mujeres siguen siendo minoría en los altos cargos judiciales”, sentenció la nueva presidenta. En el Supremo, entre otras cosas, supervisa la actividad de órganos reguladores como la CNMV o el Banco de España y dicta sentencias en materias atribuidas a su sección, como competencia, instalaciones de energías renovables o seguridad social.
En 2014, junto a la magistrada Celsa Picó y Margarita Robles, actual ministra de Defensa, emitió un comunicado contra el entonces presidente del Consejo, Carlos Lesmes, por su lenguaje sexista: “O solo se dirige a los hombres magistrados o no tiene en cuenta la Ley de Igualdad”, sostuvo.
Aparte del trabajo en los juzgados, también ha participado en varias jornadas internacionales sobre derecho constitucional y ha firmado publicaciones sobre derechos fundamentales. También es presidenta de la Asociación de letrados del Tribunal Constitucional que celebró así su nombramiento: “La situación que el Consejo ha atravesado en los últimos años implica probablemente un notable desafío; pero estamos seguros de que, por su trayectoria profesional y por sus cualidades humanas, es la persona idónea para superarlo y llevar a buen puerto la relevante empresa que se le ha encomendado”, reza el comunicado que lanzó la asociación para dar la enhorabuena a Perelló.
La magistrada está adscrita a la Asociación de jueces y juezas para la democracia, de corte progresista. Su presidente, Edmundo Rodríguez, celebra su nombramiento: “Lleva 40 años en la carrera judicial. Es discreta, trabajadora y cercana. Será una presidenta estupenda”, afirma en declaraciones a Artículo 14.
Todos coinciden en su calidad humana, en su capacidad para llegar a consensos y en su imparcialidad. El desafío es trasladar esa independencia a la Justicia como ella misma reconoció en la apertura del año judicial: “Ningún poder del Estado puede dar indicaciones ni instrucciones a los jueces y magistrados sobre cómo han de interpretar y aplicar el ordenamiento jurídico. Solo aquellos Estados en los que la división de poderes está garantizada son realmente Estados de Derecho. De ahí́ la importancia de salvaguardar la independencia judicial frente a posibles injerencias externas”, aseveró Perelló.
Prueba de esa independencia que caracteriza a Perelló es que pese a ser considerada progresista, fue votada por el sector conservador del Consejo. De hecho, gracias a su perfil se pudo desencallar la negociación entre los vocales progresistas y conservadores que estuvieron todo el verano con posturas totalmente enfrentadas para designar a su presidenta.
Una de las sentencias más mediáticas y recientes de Perelló recogen precisamente esa independencia. Tras las elecciones generales del 23 de julio, el PSOE pidió al Supremo revisar los votos nulos de la provincia de Madrid. Perelló rechazó el recuento, dando un revés a los socialistas porque consideró que “la mera diferencia numérica en los resultados” que se aducen en este caso (1.200 votos) no era “base suficiente” para la revisión.
Trabajo, independencia e igualdad, en eso se resume la carrera judicial de Perelló que afronta un desafío mayúsculo al frente del órgano más importante para la Justicia de nuestro país.