“Uno de los señalados me ha llamado preocupado, diciendo, pero qué está contando este hombre”. Diputados socialistas formaban conciliábulos improvisados con colegas o periodistas en los pasillos del Congreso. En el escaño consultaban las noticias que llegaban desde la Audiencia en el móvil y en los huequitos del pleno salían a comentarlo. Los del PP se relamían y no ocultaban su alborozo con cada nueva notificación. A cada rato un titular y un protagonista nuevo: “Esto es sólo echar basura por echar y esto duele, porque mancha tu nombre”, lamentaba otro de los citados por Víctor de Aldama.
El presunto corruptor y comisionista del caso Delorme, (o caso Koldo, o caso Ábalos) estaba confesando en la Plaza de la villa de París y a un kilómetro y medio, en la Carrera de San Jerónimo, se dejaba notar el sismo. Un temblor que a tenor de lo que se decía en los corrillos apenas debería menear al Gobierno o al PSOE: “Que investiguen, no van a encontrar nada”, “este hombre puede decir lo que quiera y mentir porque es un imputado y no está aportando prueba alguna”, “todo es fruto de la estrategia de un hombre que quiere salir de la cárcel”, decían distintas fuentes socialistas. El cabreo en Ferraz y aledaños era evidente, y terminaron avisando de que actuarán contra Aldama en los tribunales y contra todo aquel que se dedique a ventear sus acusaciones.
Si cumplen su palabra no darán abasto porque medio Partido Popular se plantó ante las cámaras para señalar a Sánchez, su esposa y a buena parte de la plantilla ministerial. Feijóo hizo una declaración solemne en la que incluso se atrevió a ir más lejos que nunca abriendo la espita de una posible moción de censura: “Yo no tengo los votos para cambiar el Gobierno, pero si alguno de los socios quiere acabar con esto que sepa que estoy a disposición para abrir una nueva etapa”.
Una invitación que no ha tenido mucho predicamento entre los habituales apoyos del presidente. En Junts andan justo ahora en plena luna de miel con Moncloa, después de que les hayan puesto los primeros a la hora de negociar la reforma fiscal. Otros grupos como el PNV ya han dicho en el pasado que estaban satisfechos con cómo el PSOE atajó rápido el caso librándose de Ábalos.
Para confirmar esas sensaciones, el presidente compareció en el patio de la Cámara Baja en una actitud retadora: “Me hace mucha gracia porque cuando en 2018 planteé la moción de censura contra Mariano Rajoy el PP decía que era inconstitucional”, arrancó, para después mostrar su “máximo respeto” a la iniciativa de Feijóo diciendo que una moción podría servir para saber “por fin cuál es su propuesta de gobierno”.
Las distintas fuentes consultadas creen que el líder del PP “no se atreverá” a dar el paso de poner en marcha una moción de censura para quedarse “una vez más solo abrazado a Vox”.
El presidente no sólo fue irónico con Feijóo, también fue bastante cañero con el propio Aldama al que se refirió como “ese personaje”. Sánchez aparentó ante los micrófonos no estar nada preocupado porque el arrepentido diga que le conoce: “Vaya inventada, son declaraciones de un presunto delincuente que no tiene crédito porque tiene que ser Aldama quien lo pruebe, estamos tranquilos porque todo es falso”.
Para terminar de echarle el glaseado a la tarta informativa del jueves hasta José Luis Ábalos emitió un comunicado optando por la misma fórmula que sus excompañeros; negando “cuantas acusaciones difamatorias ha vertido hoy sobre mi persona don Víctor de Aldama” y amenazando con “dar cumplida respuesta en sede judicial cuando sea interrogado, algo que ya solicité sin éxito semanas atrás”. También anunciaba acciones penales contra el propio Aldama.
Faltaba no obstante la guinda; entrada la noche el empresario y corruptor quedaba en libertad tras solicitarlo Anticorrupción. A su salida de Soto del Real Aldama tuvo unas palabras para el presidente con aroma de vendetta: “Si Sánchez quiere pruebas, tendrá pruebas”.