El 26 de abril, en Ferraz, la nobleza socialista celebró una suerte de ritual chamánico para contactar con Pedro Sánchez en su retiro ascético de Moncloa. En ausencia del presidente, que no miraba mucho el whatsapp y que en plena reflexión se borró del Comité Federal, barones y cargos del PSOE clamaron a los cuatro vientos con concentración incluida para que el líder no diera la espantada. Como contamos en Artículo 14 esos cinco días en off del jefe asomaron al partido a vertiginosos precipicios. Dos semanas después, el socialismo ha pasado del casi velatorio al jolgorio.
Este lunes de nuevo en la sede, pero con el secretario general entrando entre aplausos y ocupando su sitio, las caras y los discursos eran bien distintos. La ejecutiva se ha celebrado en un clima de distensión al olor de los resultados recientes en Cataluña. Sánchez ha mostrado su satisfacción y el convencimiento de que su plan de desinflamación para Cataluña “ha funcionado”.
Paradójicamente, los resultados de Salvador Illa pueden hacer que la inflamación coja el puente aéreo y apalanque aún más las articulaciones que permiten el movimiento y el avance parlamentario en el Congreso.
La dirección asegura que lo de la gobernabilidad catalana será cosa de Salvador Illa y que habrá que dejarle tiempo para elija su ruta de pactos.
En Ferraz juran que no se entrometerán en las decisiones que tome su candidato, el ganador de las elecciones de este domingo. No se inmiscuirán, pero van dejando algunas indicaciones del camino a seguir: “le corresponde a Illa formar Gobierno”, “no tendría sentido dejar paso a Puigdemont”, “nos unen muchas cosas a Esquerra”.
También desde el PSC se niega que se vaya a dejar terreno raso al expresident a pesar de que en Génova los populares jugueteen con la idea que Sánchez sacrificará a los socialistas catalanes en el altar de Junts para garantizar la gobernabilidad en Madrid.
Pendientes de Junts y ERC
Descartada la opción de renunciar a encabezar el Govern, al alma socialista del Ejecutivo central le sobrevienen nuevas dudas. ¿Cómo reaccionará Puigdemont cuando se vea sin su juguete? ¿Cómo manejará ERC sus votos en el Congreso una vez que han visto que su política de pactos nacional les ha desinflado en Cataluña? En ninguna de las dos caras del Gobierno de coalición se niega que el nuevo escenario produce incertidumbre. Sumar pide un ejecutivo catalán de izquierdas con ERC y los socialistas invocan los acuerdos alcanzados en los últimos tiempos con los independentistas y recuerdan que a cambio de la amnistía se habló de garantizar la estabilidad con unas cuentas públicas cuya negociación y aprobación quedó pospuesta por culpa de la convocatoria adelantada en Cataluña.
Lo ha dicho Esther Peña públicamente; los acuerdos están para cumplirlos y confían en que ERC y Junts no tengan ningún tipo de aliciente para torpedear la legislatura.
Por si acaso le recuerdan a los de Puigdemont y Junqueras que no hay alternativa a Sánchez y que lo único que puede ocurrir es que al final termine gobernando Feijóo con Abascal como vicepresidente.
De cualquier manera, en el Gobierno y en el PSOE quieren aplazar todos estos debates y disfrutar del momento. 2024 pintaba sombrío para los intereses socialistas y de momento salvo el naufragio gallego se van cumpliendo los pronósticos más benéficos para la barcaza socialista; se han librado del sorpasso de Bildu y podrán seguir gobernando con el PNV, han conquistado el escenario más favorable de todos los posibles en Catalunya con el PP subiendo muchísimo, pero lejos de ser decisivo, y las perspectivas para las europeas han pasado de tenebrosas a optimistas en cuestión de poco tiempo.
Si todo marcha razonablemente bien en la única cita electoral que resta, Moncloa podrá entregarse a la tarea de remodelar el Gobierno y pescar unos presupuestos generales que servirían para blindar la legislatura; un escenario que era una utopía hace tan solo dos semanas, cuando en medio de la tempestad en Ferraz se veían compuestos y sin Sánchez y que ahora aparece en lontananza.