El ala oeste de Moncloa

Ferraz cree que “ha pasado lo peor” pero aboga por el silencio hasta que Illa sea presidente

En el PSOE no quieren que cualquier movimiento espante a los republicanos e intentarán matizar y calmar las aguas con sus federaciones nada más acabe el debate de investidura

Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, asisten a las competiciones de judo en los Juegos Olímpicos de París 2024 EFE

Los móviles socialistas han necesitado tirar de enchufe y de batería externa estos días; las líneas han ardido entre WhatsApps y llamadas. María Jesús Montero y Salvador Illa telefoneaban a los barones tratando de “hacer pedagogía” y nada más se colgaba la conferencia, los dirigentes regionales y municipales seguían mensajeándose mosqueados por el acuerdo alcanzado entre el PSC y Esquerra.

“A ver si por lograr a toda costa malgobernar Cataluña en minoría vamos a condenarnos a años de oposición en el resto de España”, decía uno de esos socialistas que creen que las siglas PSOE a la larga van a salir perdiendo. Ha pasado lo peor, creen en Ferraz, donde esperan que la investidura de uno de los suyos, unida a las explicaciones y matizaciones que darán entonces y solo entonces a las regiones, terminarán devolviendo las aguas a su cauce.

Para empezar con esa tarea de encauzar el río turbulento en el que se ha convertido el partido Salvador Illa se plantó ayer ante los suyos, rodeado de su guardia negociadora para decir que está satisfecho: “estoy feliz, esperanzado porque hemos conseguido dos buenos acuerdos, que se cumplirán íntegramente y que no van contra nadie”. El candidato socialista ha subrayado que se mantendrán los criterios de solidaridad y ha dado por hecho que puede haber problemas y “cuestiones sobrevenidas” que pueden poner en peligro los pactos alcanzados con ERC.

Para evitar que esas cuestiones sobrevenidas se lleven por delante su investidura, Illa ya se ha dirigido al presidente del Parlament avisándole de que ahora mismo tiene los apoyos. Se quiere un debate cuanto antes. En Ferraz tienen claro que lo primordial es que su hombre en Cataluña forme gobierno, luego se irán enfrentando los problemas según vengan, pero ya desde la comodidad del sillón de mando.

El primero de esos problemas podría cruzar la frontera de la mano de Carles Puigdemont. El líder de Junts sigue decidido a hacer todo lo posible para reventar el frágil acuerdo entre PSC, ERC y Comuns, algo que le dejaría más cerca de una repetición electoral que anhela. En Madrid no se esconde la inquietud que producen estos movimientos, pero antes de empezar a preocuparse por ellos disfrutan del chute de tila que ha supuesto el resultado de la consulta de los republicanos catalanes.

Durante buena parte del viernes en la cúpula socialista cundió el desánimo porque los mensajes que llegaban desde Barcelona no eran alentadores. El auge de la participación les llevó incluso a pensar que se estaban movilizando los partidarios del no, pero una vez más la baraka de Pedro Sánchez terminó imponiéndose.

Lograr gobernar Cataluña serviría de guinda al argumentario con el que viene mercadeando la dirección del PSOE con cada nuevo sacrificio hecho en el altar de los independentistas: los indultos, la amnistía o ahora la financiación singular han servido para bajar el souflé que llevaba años desbordando el horno. De momento, el principal defensor de esta teoría guarda silencio; el presidente, que no ha parado de hacerle guiños a Esquerra en los últimos días, ha pasado al modo silencio. Habló por él en Twitter Félix Bolaños, que celebró que “la Cataluña del futuro está más cerca”.

Hasta que estemos en esa estación futura la consigna es seguir avanzando con cautela. Desde el PSOE no se quiere espantar a una Esquerra que ha conseguido el aval para hacer presidente a Illa por los pelos. Los independentistas siguen recelosos y cualquier declaración o movimiento podría hacer retroceder a todos los partidos a la casilla de salida. Por eso la consigna es la de “chitón”, al menos hasta que Illa se esté haciendo las fotos de la victoria tras cosechar 68 síes. Queda, pues por delante, un tiempo de silencio delante de los micrófonos, aunque en los bolsillos los móviles sigan vibrando.