Alberto Núñez Feijóo está cambiado. Desde que llegó a Madrid, hace más de dos años, su aspecto ha ido evolucionando. Atrás quedaron los tintes… y las gafas. En los últimos días, no son pocos los que se han percatado del cambio de imagen, consecuencia de una operación de cataratas a la que se sometió en Oviedo hace semanas. No hay mal que por bien no venga: los sucesivos pasos por el quirófano, con anterioridad se operó de un laborioso desprendimiento de retina que lo mantuvo semanas alejado de los focos, le han brindado una apariencia más saludable. Juvenil.
Se trata de una evolución natural, o forzosa si cabe, que, según ha podido saber Artículo 14, el líder del Partido Popular va a completar con un impulso a su imagen a través de un asesor que ya trabaja en Génova 13. La misión de este experto, que no está en la plantilla de la formación, sino que presta sus servicios desde fuera, es sacar brillo a los rostros de los dirigentes populares, para que luzcan mejor ante las cámaras. Desde el mandamás hasta los vicesecretarios, todos ellos van a seguir sus recomendaciones para ganar en imagen.
El objetivo final es acercar las siglas del Partido Popular al gran público: los votantes. Fuentes del comité de dirección aseguran que, además, la formación va a seguir dando un revulsivo a la comunicación para “tener más habilidades”.
Desde hace meses, Feijóo trata de abrirse camino entre las nuevas tecnologías, con una estrategia clarísima en las redes sociales donde habitan las nuevas generaciones de electores: Instagram y Tiktok. No es novedad que uno de sus puntos débiles son los jóvenes. Al respecto, la demoscopia es clarísima: donde los populares se llevan la palma es entre los mayores de 60 años. Sin embargo, los millennials y los pertenecientes a la generación Z se decantan por formaciones más disruptivas, como Vox, en la derecha; o Sumar, en la izquierda.
Una tendencia que conocen bien los gurús del PP, que llevan tiempo tratando de modernizar la imagen del partido para penetrar en otros públicos y romper los techos de las encuestas, que sitúan a Feijóo por encima de los 150 escaños: una subida notable, pero insuficiente para la ansiada mayoría que garantice un gobierno en solitario. De ahí la decisión de reforzar Génova con un nuevo asesor en imagen, que se suma a otros recursos con los que ya cuentan los populares para sacar el máximo rendimiento mediático a sus dirigentes: “Siempre tenemos cursos de formación para ellos, con clases de telegenia y oratoria”.
En la otra orilla, la Moncloa, es sabido que Pedro Sánchez cuenta con asesores de imagen y que el Gobierno destina miles de euros al año para sufragar servicios de maquillaje y peluquería, a fin de que sus ministros luzcan lo mejor posible en las ruedas de prensa y las distintas apariciones públicas.
La opinión de los expertos
En política, al igual que en la vida, la imagen es un rasgo informativo que define a la persona. “Es cierto que a veces se le da demasiada importancia, pero también puede ser de ayuda para conocer trucos útiles. Por ejemplo, como le pasó a Casado con la barba, que se la dejó para diferenciarse de Rivera y apelar a un electorado más senior”, asegura Pablo Simón, politólogo y profesor titular en la Universidad Carlos III de Madrid. “Es normal que todos los políticos tengan a alguien especializado en imagen”.
Por su parte, el politólogo Lluís Orriols, destaca que “desde un punto de vista sociológico y de la psicología política hay muchos estudios que demuestran que el atractivo físico de un candidato influye en el sentido del voto”. Al respecto, la diferencia no estriba tanto en la belleza. “No es tanto que sea muy guapo como que proyecte competencias, solvencia; hay rasgos que se estudian y que se sabe que proyectan más credibilidad a los votantes, por tanto, hay mucho trabajo de imagen”.
