Hay quien es de frío y quien prefiere el calor. El blanco o el negro. El mar o la montaña… Por eso, si hablamos de candidatas en la sobremesa, habrá quien apueste por la sorpresa de lo nuevo y quien venda la continuidad como un valor seguro frente al rupturismo. Pasará lo mismo con todo: ideología, aspecto, reconocimiento público… Confeccionar una “candidata perfecta” no es sencillo, por eso el lugar para hacerlo no sería esa hipotética mesa café, salvo que alrededor de ella se sentaran politólogos y asesores.
Pregunta trampa: ¿Importa que sea mujer?
Respuesta corta: importa. En un mundo ideal con igualdad real quizá no sería así. Pero si queremos ser justos, es necesario que se priorice a las mujeres a la hora de seleccionar a quién se coloca en los puestos de poder para compensar eso que se llama la Old Boy Network. “La Old Boy Network se refiere a que, en todos aquellos puestos de trabajo en los cuales la manera de progresar es mediante contactos, mediante confianza, las mujeres tienen más dificultades”. Habla el politólogo Pablo Simón, quien continúa: “La vida en los partidos es muy exigente, es muy poco amiga de la conciliación. Es algo que muchas veces hace que las mujeres estén en desventaja para establecer redes dentro de los partidos. Es decir, lo importante no es ir al mitin del partido, lo importante es ir a las cañas de después”. En parte por esto, porque no cuentan con la ayuda del grupito de amigotes, las candidatas pierden más primarias que los candidatos.
Al electorado en general también le importa, porque busca una representación descriptiva, sustantiva, simbólica. Para Simón “tener mujeres en las listas, hace que se hagan políticas para mujeres y cambia la propia noción de las mujeres”.
¿Existe una candidata ideal?
Lanzamos la pregunta a varios gremios. Pasamos de la politología al marketing haciendo parada en el mundo de la consultoría. Pocos se atreven y, en el caso de los que lo hacen, la primera respuesta a la pregunta “¿cómo es una candidata ideal?”, está clara: ¡Ufff! Parece que les cuesta entrar, pero al final, se mojan. Eso, si meten con timidez el pie en la piscina, para no salpicar demasiado.
“En España no es una distinción excesivamente marcada la de diseñar un candidato ideal o una candidata ideal”, arranca diciendo la asesora de comunicación política Imma Aguilar. “Que el cabeza de lista sea un hombre o una mujer no es del todo determinante a la hora de marcar atributos que sean diferenciadores”, continúa.
Sin embargo, para el politólogo Pablo Simón, “muchas veces el argumento que se hace a favor de que haya paridad tiene que ver con que se obligue a los hombres a buscar a mujeres.” Y añade: “como muchas veces los hombres tienen menos mujeres conocidas que hombres, terminan buscando mujeres en función del currículum”. Es decir: “¡Adiós, amiguismo! ¡Hola, profesionalidad!”. Tenemos algunos experimentos muy interesantes en Suecia que demuestran que las cuotas no generan problemas en la calidad de las políticas, sino todo lo contrario. Es decir, que cuando tú aplicas una cuota, el resultado termina siendo que los hombres más incompetentes salen. Y como tienen que buscar a mujeres y no conocen tantas mujeres, pues van a ser elegidas por criterios más objetivos y, por lo tanto, más meritocráticos.
Entonces, a la hora de enumerar, ¿cuáles serían esas cualidades deseables para una candidata? Pues, entre otras, notoriedad, habilidad para despertar confianza, carisma, cercanía o capacidad de liderazgo. El sentido del humor, bien gestionado, también podría ser clave para atraer a las votantes. Sin embargo, para Imma Aguilar, que es quien señala algunos de estos atributos, hay un inconveniente: “no existe una candidata de laboratorio que podamos trasladar a realidad”. Sonia Sánchez, Politóloga y Vicedecana de Internacionalización de la Universidad Francisco de Vitoria, en Madrid, afirma casi lo mismo con las mismas palabras. Además, señala que cabe preguntarse eso de: ¿ideal para quién? “En el marketing electoral, primero se analiza qué tipo de electorado se quiere movilizar y, con base en eso, se escoge un perfil de candidata u otro”, nos cuenta. “Si la estrategia del partido es movilizar a un sector más joven, más crítico… buscará alguien que se mueva bien en las redes sociales porque conecta mejor con este tipo de audiencia. Se cogerá ese perfil de alguien joven donde no se valorará tanto la experiencia como sí, la comunicación”. Vamos, que entre joven o experimentada, la respuesta será: depende. Y lo mismo pasará con el resto de cualidades.
Claro, porque si fuera tan sencillo como ajustarse a una receta o hacer una suma sin decimales, ¿qué nos impediría a todas dominar el mundo?
La experta que no duda
Quizá recuerden una serie de los 90: ‘La chica explosiva’. En ella, dos adolescentes creaban por ordenador a Lisa, su mujer ideal. Más allá de lo disparatado o poco conveniente del argumento, nos da una idea. ¿Y si teóricamente eliminásemos toda opinión y le pidiésemos la Inteligencia Artificial que diseñara una candidata perfecta a la presidencia española? Pues, quizá alguna de las características que recomienda ChatGPT les suena. Este sería su decálogo: Compromiso con la igualdad, capacidad de liderazgo, conocimiento, integridad y habilidad para construir consenso son algunas de las cualidades básicas que destaca. A esas añade empatía, visión estratégica, capacidad de comunicación y resiliencia y algo que nadie más había citado hasta aquí: que hable lenguas extranjeras y conozca las relaciones internacionales.
En dos palabras: “Idiomas, querida”.